miércoles, 16 de febrero de 2022

Masculinidades: Arquetipos y Estereotipos. Por Lisímaco Henao H.

 Masculinidades: Arquetipos y Estereotipos

Por Lisímaco Henao H.*
Psicólogo y Analista Junguiano IAAP-SCAJ

El paciente se sienta frente a mí y comienza a hablarme de su dolor: durante tres meses ha estado soñando que su padre le pregunta porqué no ha regresado por allí. En el sueño no hay precisión sobre el lugar al que se refiere el padre pero es siempre el mismo reclamo “¿porqué no has regresado?”. El soñante intuye que su padre se refiere a la tierra donde nacieron él y sus hermanos, esa tierra que su padre trabajara con tanto ahínco casi hasta su muerte. Me cuenta que aquella tierra fue dividida entre sus hermanos a la muerte de su padre y él, como casi todos, vendió lo que le correspondió debido a que no tenía tiempo ni vocación para sostenerla.

Ha acudido a terapia llevado por este sueño recurrente, porque despierta con tristeza y piensa que su padre, desde el más allá, le está haciendo un reclamo al que él no puede responder ya. Comenzamos a hablar de su relación con su padre a quien él recuerda como una especie de héroe, un ser que luchó contra todo para sobrevivir junto con una numerosa familia. Luego, remontándose a su infancia, revive recuerdos en los que el padre trata de “volverlo hombre”, incitándole a la fuerza física y al distanciamiento afectivo. Este aprendizaje se torna doloroso pues es castigado el llanto y en cambio estimulado el automaltrato, el llevarse a si mismo hasta el límite, el ser frío frente a la tristeza o convertirse en un ocultador de la misma.

Es evidente que mi paciente ha cumplido con la expectativa del padre. Se ha convertido en un militar de carrera exitoso y disciplinado que comenzó en los niveles más bajos del rango y fue ascendiendo por sus propios méritos, motivos por los cuales exige exactamente el mismo carácter a sus subalternos. Sin embargo algo viene molestándole desde hace mucho: unos celos excesivos hacia su novia que se acompañan de fantasías terribles en las que ella seduce a otros hombres en el trabajo y la universidad. En su fantasía esta mujer no es capaz de mantenerse firme frente a la seducción de otros hombres. Él la desprecia pues de la fantasía pasa a la realidad en que la considera, efectivamente, una mujer débil y sin perspectivas de éxito.

En otro momento discurre sobre su quehacer profesional, habla de cómo su disciplina se transforma a ratos en rigidez, de los dolores de espalda y de la acusación que se le hace a veces en el trabajo, en donde se le trata como a un tirano.
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Este breve recuento me sirve como metáfora para pasar a ustedes algunas imágenes de masculinidad y las emociones que pueden acompañarlas. El término “arquetipo” acuñado en la psicología por C. G. Jung (2003) aparece hoy tanto en el lenguaje corriente como en el especializado, hasta el punto de que alguno podría afirmar que mi paciente se ha convertido en el arquetipo del Héroe: fuerte, disciplinado, frío y luchador, características que han sido coronadas con el éxito profesional. Y es cierto que esta es la imagen heroica que tenemos actualmente: “el hombre que se hace a sí mismo”. Continuamente somos bombardeados con ofertas de seminarios y cursos que ofrecen las claves del éxito. Se publican libros con las leyes, los secretos o los modelos para alcanzar dicho éxito que consiste, básicamente y me disculpo por lo resumido del concepto, en estar en lo más alto de la pirámide o, por lo menos, más alto que otros (esto incluye, por supuesto, los complejos económicos tan importantes en occidente).

Este modelo, aclarémoslo de una vez, se ofrece a hombres y mujeres y seduce a hombres y mujeres por igual, por lo que tal vez estamos hablando realmente de algo arquetípico. Un arquetipo es un órgano psíquico universal que permite a cualquier ser humano percibir el mundo, es decir, es igual en para todas las personas y en todas las épocas y ubicaciones geográficas. Lo que hace este órgano es ordenar nuestras percepciones con base en imágenes. Para explicarlo mejor tomemos como ejemplo el arquetipo del que me ocupo hoy: El Héroe. El mundo que percibimos se nos presenta, en principio, caótico, lo es para cualquier niño o niña, de tal manera que la sobrevivencia depende en grado sumo de la atención de los otros y las otras que están allí cerca. Pero poco a poco va emergiendo un ego que paulatinamente separa y ordena la experiencia, evitando los estímulos desagradables y acogiendo aquellos que sirven al proceso consciente. Poco a poco este ego va sintiéndose libre y autónomo y busca imágenes en su exterior que le ratifiquen la posibilidad de ser cada vez más libre y más autónomo, de hecho para Jung el ego no es más que otro complejo entre muchos, cuyas imágenes básicas se refieren siempre a ideales de autonomías, libertad y racionalidad (Jung, 1994).

Lo que hizo que en ti y en mi, se activara esta búsqueda de imágenes de autonomía y eficacia, fue el arquetipo del héroe; lo que hace que tu ego y el mío sigan buscando cada día alguien a quién seguir o convertirnos nosotros mismos en seres a quienes otros sigan, es el arquetipo del héroe. Ahora bien, volvamos a mi paciente. Su ego naciente encontró en el padre una primera imagen heroica, una imagen acompañada de dos grandes emociones: el amor y el deseo de honrar a ese padre. Porque toda imagen que nosotros acogemos, debo aclararlo desde ya, cobra fuerza y poder en nosotros debido a que viene cargada o la cargamos emocionalmente. Así funcionan el amor, el odio, el desprecio y la admiración, por medio de emociones unidas a imágenes que nos resultan relevantes debido a que un arquetipo les subyace organizando esa experiencia.

Continuando, mi paciente acoge en su ser esta imagen heroica, le duele por momentos porque siente que algo suyo es castigado y reprimido en el proceso, pero la imagen es tan poderosa que se transforma en “la imagen” del héroe en su psique. Luego va a comenzar a ver que en su entorno esta imagen se repite innumerables veces, la ve en las películas de vaqueros, luego en las de romanos, después en los compañeros del colegio y más tarde, cuando comienza a verse atraído por las chicas, descubre que estas buscan más o menos una imagen parecida para emparejarse. Es evidente para él que esta es la forma típica y más adaptativa de comportarse.

¿Pero es esta la única imagen de héroe posible? ¿Acaso el ser la más publicitada por la economía, los medios y la política contemporáneos la hace la más acertada? No es así. Si estamos diciendo que las imágenes heroicas son las que inspiran al ego en su necesaria búsqueda de autonomía, debemos reconocer que muchos egos han realizado un camino válido en la historia sin necesidad de recalcar en la frialdad o el distanciamiento afectivo. Poetas, literatos, filósofos y artistas, gentes del común que conocemos mansos y tranquilos y al mismo tiempo construidos como adultos responsables y con sus buenos momentos de felicidad. Entonces ¿dónde está el equívoco de una sociedad que masifica en torno a valores tan limitados de heroísmo y masculinidad?

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Atlas, Rockefeller Center, New York
Aquí ya nos es necesario recurrir al otro concepto que acompaña el título de esta conferencia: “El estereotipo”. Si dijimos que el arquetipo es universal en tiempo y espacio, ahora tenemos que precisar que su opuesto radical es el estereotipo. Este no es un órgano psíquico como el arquetipo ni mucho menos algo colectivo como él, es apenas una imagen localizada en un tiempo y un entorno geográfico muy definidos. Al tratarse de una imagen acogida por la consciencia colectiva, ella está, como dijimos de la imagen del padre para nuestro paciente, cargada afectivamente. Una emoción la acompaña, una emoción que todos sentimos cuando estamos frente a ella, cerca de ella.

El caso individual nos ayuda a comprender el caso colectivo y viceversa. Por razones amorosas hacia el padre mi paciente comienza a aceptar todas las imágenes análogas de su entorno y su ego se convence de que estas son las mejores y las únicas válidas. En términos colectivos es así también, los alemanes no sólo entendían "cognitivamente" lo que decía Hitler, también le amaban como a un padre y proyectaban en él una gran cantidad de emociones, sobre todo una: la necesidad de protección (necesidad que se proyecta en todo héroe). En mi paciente como en todos nosotros, el arquetipo del héroe necesitaba una imagen y él la encontró en este padre y en todos los del entorno que se le parecían. Así mismo el pueblo alemán, tenía activado el arquetipo del héroe protector y salvador, encontrando efectivamente una imagen afuera.

Estas imágenes no emergen, empero, de la noche a la mañana. Así como en mi paciente la imagen heroica se fue construyendo con los gestos, las palabras, el tono de voz y la forma de relacionarse del padre con otros y con la naturaleza, así mismo en el colectivo la imagen va emergiendo paulatinamente y es aquí donde podemos encontrar a los profesionales de la imagen, los cuales se especializan en transformar la posibilidad simbólica y plurisignificativa del arquetipo en un signo, en una única vía, en un estereotipo. Se trata de asesores de imagen, publicistas e incluso psiquiatras y psicólogos, que suelen acompañar a estas personas que al cabo de un tiempo terminan encarnando dicho estereotipo. En cuanto a esto es útil recordar que Hitler, por ejemplo, tenía un equipo encargado de asesorarlo incluso en la forma que debían tener los desfiles y los sonidos que los debían acompañar, todo ello para conectar a Hitler con los miedos y las necesidades más profundas del pueblo alemán, pero aún más, para conectar a ese colectivo con el trueno, el fuego y la ira del antiguo dios nórdico Wotan, con lo cual se cierra el círculo sobre la psique, invocando incluso una imagen mítica colectiva (Jung, 2001).

Es muy interesante observar que en mi paciente mucha afectividad fue desalojada de la psique para poder imitar el modelo, hasta el punto en que la única manera como su alma puede hacer que se detenga, que consulte a un terapeuta y se pregunte si de verdad la vida es sólo lo que ha construido hasta ahora, el único obstáculo al que él se ve obligado a atender, sea la presencia en su vida de lo femenino, del amor. Esto es así en muchos mitos y en la literatura. El héroe avanza sin ningún tropiezo hasta que aparece la princesa, el fenómeno natural o la serpiente, imágenes todas ellas de lo femenino, frenando así su aceleración titánica por medio de pruebas y acertijos. Hasta ahora el mecanismo que ha utilizado mi paciente es el de evitar las relaciones realmente profundas pero esta vez parece haberse enamorado, es la fatalidad del amor, aunque yo prefiero decirlo así: es el amor como la única fuerza capaz de movilizar el pétreo cascarón que el ego construye, con base en los repetitivos y empecinados estereotipos.

En lo colectivo puede uno observar cómo, con gran inteligencia, los líderes estereotipados del mundo, estos héroes colectivos, logran, con base en los consejos de sus asesores o en su propia inteligencia, incluir algunas frases y gestos amorosos en su vida pública, salvando de esta manera un sentimiento tan básico y del cual sus seguidores también necesitan. Es decir, captan no sólo el miedo y la inseguridad de su pueblo ofreciéndoles la imagen de un hombre fuerte, un héroe protector contra las amenazas externas e internas (amenazas a las que, dicho sea de paso, también se les hace mucha publicidad para poder tener al peligro presente y por lo tanto al miedo), sino también la de un hombre amoroso que carga a los niños, que llora, que ora frente a imágenes religiosas, es decir, un ser tierno y bondadoso; con ello parecen calmarse las necesidades de conexión afectiva reprimidas por el pueblo y por el líder, en aras de conseguir la protección y seguridad anheladas.

Cuando el pueblo alemán despertó del encantamiento de esta imagen estereotipada, descubrió con terror todo lo que había apoyado. Alemania está llena de monumentos y museos que muestran el horror del holocausto nazi, como queriendo mantener presente el recuerdo de todo ello para evitar volver a caer en él. Según afirma Jung, cuando un alemán por amor al líder señaló a su vecino judío, estaba respondiendo a la activación en él de un componente psicopático que todos llevamos dentro, algo también arquetípico que está dispuesto en nosotros a lo peor y frente a lo cual debiéramos andarnos con cuidado. Todos podríamos afirmar que jamás haríamos algo tan terrible como enviar a nuestro vecino a un campo de concentración, pero cuando tenemos nuestros afectos involucrados en un estereotipo todo es posible. Para poner un ejemplo de otro tópico, hace unos años en Bogotá una adolescente se suicidó porque sus padres no le compraron la boleta para ver a su ídolo Justin Bieber. Así que vale la pena preguntarnos por la cantidad de energía psíquica, de afecto, que nosotros invertimos en algunas figuras colectivas, vale la pena cuestionar, reflexionar para no caer presas de la fuerza inconsciente de las emociones. Ya sabemos que la guerra funciona no tanto por los soldados involucrados en ellas, sino aún más, por los civiles señalando con el dedo a quienes unos días antes, eran simplemente conocidos.

Pero no soy ingenuo y no pretendo que ustedes lo sean. No es fácil liberarse de un estereotipo. A la mayoría de los alemanes les costó más de quince años hacerlo y algunos nunca lo lograron, el neonazismo existe no solo en países germánicos y algunos siguen adorando a Adolfo Hitler. Y no es fácil porque, repito, nuestros más profundos afectos se ven involucrados y porque la imagen que se ofrece, tiene su propio poder debido al arquetipo que le subyace. En otras palabras: todos y todas, sin excepción, necesitamos héroes, los necesitamos desde dentro, desde lo más auténtico que somos, incluso desde nuestra biología, desde nuestros instintos, pues todos aprendemos por imitación. Coherentemente con esto, si la cultura, si la consciencia colectiva nos ofrece sólo una imagen que se repite innumerables veces, un estereotipo, será esta la que sigamos irracionalmente, disfrazándola, eso sí, de racionalidad, pareciera que somos capaces de explicar racionalmente porqué nos gusta tal o cual personaje, pero jamás podremos explicar porqué llegamos a tales emociones por él, o a actos de los cuales podríamos incluso arrepentirnos un día.

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Monumento al poeta Pepe Ledezma, Salamanca
España
Quizás romper con un estereotipo necesite mucho tiempo. Así como mi paciente tendrá que pasarse unas cuantas horas moviendo su alma por muchas imágenes y emociones, para encontrar aquellas que le permitan amar sin miedo y con fe a esa mujer que ha elegido, volviéndose amorosamente hacia lo femenino que también pide un espacio en su psique, quizás también la cultura occidental o cada país latinoamericano o cada familia, tendrá que aceptar paulatinamente otras formas de heroísmo, menos destructivas con la naturaleza del planeta y con la naturaleza del alma que es múltiple, variada y diversa. Quizás algún día podamos tener en las grandes plazas de nuestras ciudades, la estatua de un poeta o de un literato y no necesariamente la de un militar (o quizás podamos tener otro tipo de militares más enfocados en la paz que en la guerra). Para ello tendremos que mover nuestras almas por las imágenes del miedo y la inseguridad, poniendo imágenes de confianza y fe en que lo distinto no es negativo por si mismo, aceptando la diversidad de imágenes dentro y fuera de nosotros, de nosotras.

Quisiera terminar aludiendo a una imagen en particular, una que en mi opinión condensa lo que hemos construido en términos heroicos y, en general, de la masculinidad hegemónica en Colombia y quizás en todo Latinoamérica. Estas reflexiones se encuentran desarrolladas en un libro de mi autoría que, como resultado de un proceso de investigación, fuera publicado por la editorial de la Institución Universitaria de Envigado (2009). El personaje al que me refiero no es otro que el Coronel Aureliano Buendía, pues me parece que Gabriel García Márquez ha captado, como todo verdadero artista, una imagen realmente colectiva. El Coronel no sólo responde a las características básicas del arquetipo del héroe, sino que condensa todo lo que se ha convertido en conducta estereotipada, para aquellos que aspiran a ser reconocidos como hombres o como héroes dentro de la masa latinoamericana. Simplemente voy a enunciar la descripción que hace Gabo del personaje y a desglosar a continuación las características fundamentales en él vertidas, para dejar a ustedes la tarea de aplicar la reflexión que propongo sobre el estereotipo y dejar abiertas las preguntas sobre cómo abrirnos a otras imágenes aprovechando los medios individuales y colectivos de los que disponemos.

"El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estrecticina que habría bastado para matar a un caballo. Rechazó la Orden del Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía. Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller en Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso fin a casi veinte años de guerras civiles. Se disparó un tiro de pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar ningún centro vital. Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre en Macondo." (García Márquez G. 1975 p. 92)



Características básicas del estereotipo:

1.    La imposibilidad de aceptar el fracaso, es decir, la insistencia titánica y destructiva en la conducta aprendida, también la imposibilidad de contener el instinto (en este caso un instinto territorial) o el deseo de poder.

“El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos”

2.    La reproducción ciega que suplanta a la creatividad en este tipo de modelos simbolizada en el número de hijos, y en el hecho de que todos llevaban el mismo nombre. Aquí también podríamos observar la la imposibilidad de contener el instinto y una gran dificultad para tomar en cuenta a lo femenino y sus límites, una imagen que se convierte en dolorosa literalidad cuando las mujeres se convierten en botín de guerra o en simple objeto para demostrar poder y triunfo sobre el enemigo.

“Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años.”

3.    La búsqueda de experiencias de riesgo que confirmen la propia imagen de poder y el descuido del cuerpo, ambos símbolos de un gran desprecio por lo femenino, es decir, por la vida y la naturaleza de las cosas en general.

“Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estrecticina que habría bastado para matar a un caballo.”

4.    El poder como hegemonía, como autosatisfacción y como forma de imponerse sobre los otros y las otras del medio.

“Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno.”

5.    El rechazo a cualquier imagen que le recuerde el fracaso, el cual es subyacente a la experiencia normal de vivir, pero que para este estereotipo es una afrenta a la identidad así construida.

“Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller en Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso fin a casi veinte años de guerras civiles.”

6.    El deseo de inmortalidad que nos llega desde los héroes griegos y que, en cierta medida es positivo pues necesitamos modelos, pero que como he sostenido en esta conferencia, se vuelve destructivo cuando se construye dicha inmortalidad en detrimento de la vida de otros y no en el servicio a la vida en general.

“Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre en Macondo.”



* Psicólogo (U. de A. - Medellìn), Mt. Psicología Analítica (SEPA - Barcelona), Analista Junguiano (SCAJ-IAAP)

OBRAS MENCIONADAS:

García Márquez G. (1975). Cien años de soledad. Barcelona: Círculo de lectores.
Henao L. (2007). Ser Hombre: Imágenes arquetípicas de masculinidad en Cien años de soledad. Envigado: Institución Universitaria de Envigado.
Jung C. G. (1994). Los complejos y el inconsciente. Barcelona: Altaya
Jung C. G. (2001). Civilización en transición (O.C. Vol 10) Madrid: Trotta
Jung C. G. (2003). Los arquetipos y lo inconsciente colectivo (O.C. Vol 9/I) Madrid: Trotta