lunes, 9 de septiembre de 2013

Sobre el Héroe y sus padres. Lisímaco Henao Henao


Todo movimiento hacia la integración implica probablemente un duelo por la comodidad que se pierde. Toda gran conmoción del alma activa al Héroe arquetípico que sabe desligarse en su búsqueda de un nuevo estado. El autor revisa estos movimientos en lo individual y en lo colectivo, indagando por la forma que los arquetipos paterno y materno, y sus correspondientes proyecciones, se ven implicados. Así mismo, plantea el lugar que el motivo de la iniciación tiene en la restitución de la vida tras el devoramiento por parte de la madre arquetípica.

El autor es Analista Junguiano de la IAAP, Psicólogo (U. de A.) y Master en Psicología Analítica (S.E.P.A. Barcelona).


Sobre el Héroe y sus padres.

Copyright Lisímaco Henao Henao



“Las figuras de héroe agotan sus esfuerzos por alcanzar

la meta de sus ambiciones; en resumen, llegan a triunfar

aunque inmediatamente después puedan ser castigados

o matados a causa de su hybris. En contraste con esto,

en la iniciación se pide al novicio que abandone toda

ambición intencionada y todo deseo y se someta a prueba.” [1]



El héroe, ese ser que nos muestra el mito como un tenaz  luchador, un hombre o una mujer de mágico nacimiento que se enfrenta a fuerzas en apariencia mayores que él y que cuenta con protección igualmente mágica, se presenta ante nuestras almas para enriquecernos con imágenes liberadoras, ¿liberadoras de qué?. Al parecer en el principio, en un principio mítico-cósmico, pero también en el inicio de la vida humana existe una unidad indisoluble, una totalidad de lo existente, tanto Erich Neumman como  Patxi Lanceros[2] nos hablan de esta originaria unidad, Neumman la nombra como el Uroboros inicial, en el cual se hallan fundidos criatura y creación, mientras que Lanceros nos señala una unidad primera entre naturaleza, dios y hombre.  En lo individual esto tendría su correspondencia en el hecho de la unión de hijo y madre en los primeros años de vida.

Sin embargo, tanto a nivel colectivo como individual hay una ruptura arquetípica del estado urobórico. Es lo que revelan tanto los mitos como la experiencia individual de todo neurótico (aún se discute si en la psicosis se logra esta separación). Los mitos de Héroe “dibujan” esquemas de esta separación, de la cual emerge la conciencia del ego diferenciada del sí-mismo inconsciente. El mito dramatiza este proceso como la lucha contra la bestia, el dragón por ejemplo, una lucha durante la cual el héroe debe enfrentarse a sus propias fuerzas destructivas, de las cuales, al parecer, extraerá su fuerza.
  
Ahora bien, Jung nos dice que los arquetipos paterno y materno se actualizan o proyectan cada vez en los padres reales, por lo tanto esta lucha, esta separación tiene su evidencia real en el entorno familiar del individuo. La separación se operará con respecto a las figuras paternas, sus ideales y los deseos e ilusiones que ellos han puesto sobre su hijo. Esta operación le lanzará al ámbito exterior, al mundo social de hombres y mujeres, gracias a que los atrayentes poderes del mundo protector, dador y limitante de los aspectos inconscientes del hogar han sido, por ahora, vencidos.


Hay que aclarar que estamos hablando de aspectos inconscientes de las imágenes arquetípicas, los cuales sólo en apariencia pertenecen a los padres. Aunque existan casos en los que los padres realmente se identifiquen con estos aspectos terribles y castradores, es importante recalcar que el componente es generalmente arquetípico y que no se trata aquí de defender una negación de las figuras paterna y materna, sino de una liberación de aquellas fuerzas negativas que también representan.

La imagen de la bestia (dragón, serpiente, ballena), que representa estos aspectos negativos del inconsciente, será revisitada siempre que sea necesario para el ego consciente fortalecerse en diferentes momentos de la vida. Cada lucha y cada liberación darán al individuo la autonomía e independencia necesaria para enfrentarse a sus vicisitudes, en este sentido ¿podríamos afirmar que cada vez que se intentan integrar contenidos inconscientes se reactualiza esta lucha?, cuando integramos nuevos valores de “lo masculino” o “lo femenino” ¿no estamos entrando nuevamente en diálogo con lo desconocido, con nuevas imágenes por lo cual sentimos desafiar los cánones colectivos sobre lo que es ser hombre, ser mujer, ser padre o ser madre?. Quizás por ello existe junto al mito del héroe el motivo arquetípico de la iniciación, el cual parece señalar que en ciertos momentos de la vida es necesario renunciar a aquella “sagrada independencia”, “prescindir de la autonomía absoluta”[3], acaso también renunciar a la acomodación al exterior lograda hasta el momento. En la primera juventud este proceso de iniciación lleva al individuo hacia el grupo o grupos existentes en el entorno social,[4] en el hombre adulto puede permitirle, además, aceptar la vida compartida más allá de la simple secularización o masificación de intereses.

Ya se trate del mito del Héroe o de los rituales de iniciación, en ambos motivos hay un reconocimiento de los padres, sólo que en el primer caso se trata de una confrontación con sus fuerzas negativas inconscientes, en la cual se puede ser incluso devorado o castigado por el orgullo excesivo (hybris), mientras que en el segundo cobra más importancia un cierto despertar de la muerte vivida como el “mas profundo nivel de la originaria identidad madre-hijo o identidad ego-si mismo”[5], lo que podemos leer también como sacrificio de la actitud del ego consciente para renacer o despertar revivificado.  En mitos y rituales esto se muestra como una muerte y posterior resurrección del héroe. Es, por ejemplo, Cristo resucitando de entre los muertos luego de su descenso al mundo  subterráneo de la madre. Es, en definitiva, sumisión y renuncia del “ego autónomo” ante el deseo de la vida de unirse con él. Hemos de recordar además que en el proceso de lucha y liberación el héroe rescatará a la doncella de las garras del dragón, lo cual viene a representar la liberación del ánima y sus aspectos positivos, del aspecto devorador de la madre, tal como Perseo y Teseo liberaron a Andrómeda y Ariadna tras luchar con el monstruo.

En este sentido podemos comprender el postulado de que “El ego como héroe siempre es, esencialmente, un portador de  cultura más que un puro exhibicionista egocéntrico.” Cultura en el sentido de trascendencia desde lo puramente animal hasta la espiritualización y animación del mundo.

Separarse sí, mas no mediante la negación absoluta de los padres reales, más bien mediante su reconocimiento y la posterior aceptación de la necesidad de tomar distancia para hacerse a un destino propio que podrá o no concordar con los ideales paternos. Ahora bien, la oposición más fuerte a este proceso tal vez no provenga precisamente de los padres reales sino de las tendencias arquetípicas regresivas, de la añoranza de un mundo protector donde “dormitan sentimientos de hogar y esperanzas de todo lo venidero”[6] . Entiendo, entonces, que el héroe (el ego que busca hacer conciencia) deba separarse simbólicamente de sus padres para hallar las analogías de lo paterno y lo materno en sí mismo y en el mundo. El sentimiento de orfandad surge, entonces, a partir de dicha separación: “ahora estoy solo, reconozco que mi madre y mi padre no pueden hacer de mí lo que quiero ser. Ni mi gobierno, ni las leyes de mi país, ni mi patria harán de mí lo que yo debo ser.”. A partir de esa orfandad se construye el camino heroico que en un primer momento llevará al individuo a construir una conciencia de sí mediante el descenso y lucha con el “mundo de las madres” (mito del Héroe) y la renuncia frente a la necesidad de ser como el mundo (Motivo de la iniciación).

La negación de los padres reales es un proceso artificial de separación, aunque probablemente, en algunos casos, sea el único medio para acceder a la transformación individual. Opino que para algunos esta negación puede ser el símbolo iniciático de su camino a la madurez, pero que no tendría que ser la regla ya que una buena relación con las figuras paternas (estén ellas o no representadas por los padres biológicos), puede potenciar ese proceso mediante el acompañamiento y la confrontación en lo real (el alma necesita algo que se le oponga).

En medio, por supuesto, están los conflictos con los cuidadores representantes de los arquetipos paternos, con lo cual queda planteada la pregunta por la forma en que tales cuidadores actúan, cómo son percibidos y si hay actualmente una cultura lo suficientemente capaz de dar vías al necesario proceso de separación, si los individuos de hoy tienen imágenes que les permitan soportar esa lucha sin destruirse unos a otros. Pregunta que gira en torno a la convivencia, a si desarrollamos realmente la capacidad de sacrificar las excelencias de los logros individuales en bien de la vida compartida, es decir, si vivimos junto al mito del héroe el motivo de la iniciación. Tal vez el problema resida en la manera en que la cultura occidental ha sobre valorado los aspectos agresivos del héroe, recalcando en su actitud guerrera y ambiciosa, mientras que sus aspectos más relacionales son pasados a un segundo plano. Existen grandes diferencias entre quien desciende al Hades matando y destruyendo (Hércules) o quien lo hace conociendo y comunicando (Orfeo o Hermes). Tal vez el secreto esté en matizar el énfasis puesto en un LUCHAR CONTRA Y MATAR A LA BESTIA  y dar más importancia al acto de NEGOCIAR con ella. La lucha violenta con el dragón ha pasado a nuestras modalidades de relación con la naturaleza como destrucción, con los otros como guerra y asesinato y, ya en un sentido más íntimo, a conducido a la toma de distancia de las figuras paternas como un alejamiento del profundo sentido de hogar y del alto valor del anciano, así como a la dificultad para ver en la figura del padre algo más que un ente normativo e impositivo, ese algo paterno que toca la ternura y la compasión frente al desvalimiento del hijo. Es así como un enfoque diferente de la figura del héroe podría conducir, paradójicamente, a una toma de distancia del mundo paternal (representante del inconsciente), menos traumático y disociador tanto en sentido individual como colectivo.




[1] Joseph L. Henderson. En: Varios autores. El hombre y sus Símbolos.  Ed. Aguilar, Barcelona 1998. pg. 131
[2] En: Varios Autores. Arquetipos y Símbolos Colectivos. Ed. Anthropos. Barcelona. 1994. En su artículo “Al filo de un aforismo”, el Doctor Lanceros invoca al símbolo como agente de sutura del desgarramiento arquetípico. En el contexto del mito del Héroe, la actitud simbólica sería aquella que permite al ego regresar a la madre para encontrar allí su fundamento y renacer revitalizado con las asociaciones que le permitan dar sentido al conflicto que motivó tal regresión.

[3] Id. Pg. 134

[4]Así, el grupo satisface las demandas del perjudicado arquetipo y se convierte en una especie de segundos padres, a los cuales se sacrifican primero simbólicamente los jóvenes solo para resurgir a una nueva vida.” Id. Pg. 129
[5] id. 132
[6] C.G. Jung. Símbolos de Transformación. Ed. Paidós. Barcelona 1998. pg. 302