viernes, 20 de noviembre de 2020

Analistas y Psicoterapeutas: ¿Cuál es el centro de nuestro trabajo? ¿Qué es lo que, en definitiva, hacemos?

Hoy, día de la Psicología en Colombia, compartimos esta reflexión, surgida de la formación Fundamentos y Herramientas en Psicología Profunda, que llevamos a cabo actualmente el Centro de Estudios Junguianos de Bogotá y Casa Jung Medellín.

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"Psique sorprendiendo a Eros dormido"
Hay quienes afirman que lo que hacemos realmente es crear necesidades con el discurso, que el nuestro es un conjunto de teorías que crearon un objeto de estudio y luego nos hicimos esclavos de ese objeto imaginario y de los tratamientos que inventamos para él. Esta perspectiva me parece de lo más interesante pues fue Jung quien afirmó que la psique crea la realidad cada día mediante la imaginación, de tal manera que sí, es cierto, es posible que la psicología, la psicoterapia y la psicopatología, sean creaciones de nuestra imaginación para un objeto altamente imaginario: el alma. El objeto de nuestro especial arte –también fue Jung quien afirmó que la psicoterapia es una rama del arte de curar-, no es otra cosa que el alma. Algunas perspectivas hablarán de sus aspectos cognitivos, de sus componentes neurobiológicos, de los estímulos y respuestas que modulan su conducta, o de sus imágenes internas a veces externalizadas, pero cada una de esas perspectivas ve algo diferente de un mismo objeto.

¿Recuerdan ustedes aquella fábula de los tres ciegos que se encontraron con un elefante y cada quién aseguró haber encontrado algo diferente según la parte del animal que palpaban? ¡es eso exactamente lo que pasa con las corrientes psicológicas: cada una cree haber encontrado un objeto diferente. James Hillman, en “Re-Imaginar la psicología”, habla de como la psicología junguiana se diferencia de una psicología humanista. Se refiere allí a que para el humanismo el centro de todos los procesos es el ser humano, tomado como aquel concepto que definen los llamados derechos humanos: es decir, todo sujeto libre, poseedor de derechos y de autonomía. Hillman llama la atención sobre el hecho de que Jung pone en el centro no al ser humano sino al alma, y que el alma a veces quiere cosas o necesita cosas que pasan por encima de la autonomía, los derechos o los deseos de este ser humano (a veces el alma nos lleva al fracaso, a la depresión, al sufrimiento, en momentos donde nuestro derecho, según creíamos nosotros mismos, era "ser felices").

Esta alma, este objeto que todas las corrientes psicológicas miran desde un lugar diferente, es una entidad constituida mayormente de imágenes, es el principio que Freud, Jung y muchos más han recogido de todas las tradiciones antiguas y de la nueva construcción de la psicología profunda. Estamos en el valle de hacer alma, dijo el poeta Keats (“Llama al mundo, si quieres, el valle de hacer alma. Entonces descubrirás el uso del mundo”), lo que sugiere que, aunque algunas religiones afirmen que llegamos al mundo con un alma eterna, esta es actualizada en su forma imaginal y simbólica cada día gracias a la consciencia, hacemos alma a la velocidad de un día por día y, cuando viene un paciente a nuestra consulta, es un alma que se ha hecho así como la vemos, así como la encontramos, así como la sentimos reir y sufrir en este instante en que tenemos el privilegio de conocerla. ¿Qué hacemos entonces nosotros?, escuchar esas imágenes y acompañar a que el otro las escuche (muchas veces somos inconscientes de esos "ladrillos psíquicos" con los que se ha ido construyendo nuestra casa del alma), e incluso proponer más imágenes hasta lograr que las emociones, la energía dinámica de las almas, encuentre nuevos cauces por dónde fluir, es decir, participamos en ese continuo hacer alma, en esa corriente viva que se dirige hacia el desarrollo de su propia naturaleza hasta llegar a ser "lo más completa posible".

El trabajo con la lectura y supervisión de casos, en el que tenemos la oportunidad de percibir diferentes puntos de vista sobre nuestro objeto, es decir, en que ponemos al alma en el centro de nuestro virtual salón de clases y la observamos bajo la luz de diferentes corrientes psicológicas, nos permite vislumbrar con un buen grado de claridad que vamos haciendo alma al paso que avanzamos en la palabra, en las ideas, sensaciones, sentimientos e intuiciones sobre lo que escuchamos, sobre lo que imaginamos con la lectura de los casos.

Para mí, la primerísima imagen en este ejercicio es la de el par terapeuta-paciente. Es una bella imagen que tiene profundas raíces arquetipales, imagen enraizada en aquellos primeros encuentros en que alguien señaló una estrella, un árbol, una hierba curativa o una lágrima en la mejilla. El par maestro-aprendíz es una poderosa imagen que influyó a las fundadoras y los fundadores de la psicología profunda, al proponer que nadie debía escuchar a otro si él mismo no había pasado por el proceso de ser escuchado. Y ese par arquetípico también nos habla de que el alma se hace siempre con otro, desde la concepción hasta la muerte, momento que, como afirmara Freud, puede ser el momento más solitario de la existencia, pero que también implica la presencia de los otros de nuestra historia, de la reconciliación con la vida, con la forma como la humanidad ha paticipado en mi individuación.

Es nuestro deber ir descubriendo lo que hacemos realmente durante nuestro trabajo, ya que hemos decidido dedicar nuestra vida a él: ¿cómo hago alma yo? ¿cómo sucede en mí? ¿cómo respetar ese proceso individual de hacerla en cada uno? ¿cómo comprender la participación –y hasta la necesidad- del sufrimiento en este proceso?. Grandes preguntas.

 Estas son, por supuesto, mis maneras de imaginar este trabajo, pero, al imaginarlo, lo hago realidad. Por ello pueden tener razón los críticos, en cuanto a que este es un invento del que vivimos, pero el invento crea realidad, y con la realidad no queda más que vivir y seguir imaginándola para no ser sus víctimas, y mucho menos de la propia imaginación.



 

Lisímaco Henao Henao.

Psicólogo U. de A

Analista Junguiano IAAP

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