jueves, 22 de enero de 2009

Las heridas del puer & la cicatriz de Ulises. James Hillman

Las heridas del puer & la cicatriz de Ulises

Jame Hillman, 1978

Traducción de Enrique Eskenazi (Tomado de su blog http://enrique-eskenazi.blogspot.com/)



La consciencia herida y Dionisos

Hemos dicho que cada síntoma trae la condición arquetipal de estar herido. Aunque la herida pueda experimentarse mediante un síntoma, no son lo mismo. Un síntoma pertenece a la diagnosis, señalando a algo más que está subyacente. Pero la herida, tal como le hamos imaginado, lo lleva a uno a la condición arquetipal de estar herido y da aún a los síntomas más pequeños su importancia trascendente. Cada síntoma nos lleva hacia su fantasía, de modo que las manchas en la piel nos vuelven leprosos, la diarrea nos vuelve bebés, y un esguince nos transforma en ancianos indigentes en un banco. La magnificatio que trae ese estar herido es un modo de ingresar en la consciencia arquetipal, esto es, darse cuenta de que está ocurriendo más de lo que mi razón puede controlar. Uno deviene una herida abierta, que duele por todas partes, en tanto la consciencia se transfigura en la condición de estar herido. Experimentamos la aflicción en general, la aflicción como un modo de ser-en-el-mundo. La herida anuncia imposibilidad e impotencia. Dice: "No puedo". Brutalmente trae la consciencia del hecho de la limitación. La limitación no se impone desde fuera por poderes externos, sino que este fallo anatómico es una parte inherente a mí, concomitante con cada paso que doy, cada extensión que hago.

Puesto que la limitación es tan difícil y dolorosa para la estructura puer, su afirmación "No puedo" se muestra en el dolor de la herida. El puer está ante ti, aún radiante y animado, tan inocente como siempre, y a la vez demostrando brutalmente su incapacidad a través del esparadrapo en su pierna. Un hombre-puer, físicamente, oculta su herida, puesto que revela el secreto que debilita este modo de consciencia. Teme sentir su propia impotencia. Porque cuando la herida se revela al final de la historia, lo destruye en tanto que puer. La herida es la propia mortalidad. Cada complejo tiene sus síntomas, su talón de Aquiles, su apertura hacia la humanidad a través de un punto vulnerable y penosamente doloroso, sea el cabello de Sansón o el corazón de Sigfrido.

La terapia debe tocar este punto; debe hacer el trasvase desde la hermosa condición herida hasta el actual dolor presente. El arquetipo, recordemos, generaliza, porque los arquetipos son universales. De modo que hay que empujar el clavo hasta su sitio! Hay que entrar en el cojeo, en la manquedad, el sangrar: caer en el órgano específico -hígado, hombro, pie o corazón. Cada órgano contiene una chispa potencial de consciencia, y las aflicciones liberan esta consciencia, haciendo reconocible el trasfondo arquetipal del órgano que, antes de estar herido, sólo había funcionado fisiológicamente como parte de una naturaleza inconsciente. Pero ahora la naturaleza está herida. El órgano es ahora inferior. La imposibilidad de un funcionamiento natural da la consciencia de la función. Nos damos cuenta por primera vez de su sentimiento, su valor, su reino de operaciones. La limitación mediante la herida trae el órgano a la consciencia -como si sólo conocemos algo cuando lo perdemos, en su limitación y corrupción; como si el conocimiento que da la muerte es el conocimiento de lo que la cosa psíquica "es" en sí misma, su verdadero significado e importancia para el alma. Una conciencia "de la muerte" ('dying' consciousness) es liberada mediante la herida.

Esta consciencia de muerte, o darse cuenta del morir, puede curar la herida, puesto que la herida ya no es tan necesaria. En este sentido, una herida es la curación de la consciencia puer y, a medida de que la curación ocurre, el curador herido puede comenzar a constelarse. Debemos admitir, después de todo, que efectivamente hay una curiosa conexión entre personas puer y la vocación por la terapia.

El "curador herido" no quiere decir meramente que una persona ha sido herida y puede empatizar, lo cual es demasiado obvio y nunca suficiente para curar. Ni quiere decir tampoco que una persona puede curar porque haya pasado por un proceso idéntico, ya que ésto no serviría a menos que el proceso haya alterado radicalmente la consciencia. Recordemos que el "curador herido" no es ninguna persona humana, sino una personificación que presenta un tipo de consciencia. Este tipo de consciencia se refiere a las mutilaciones y aflicciones de los órganos del cuerpo que liberan las chispas de consciencia en estos órganos, resultando en una "consciencia-del-órgano o del-cuerpo". La curación viene entonces no porque uno esté sano, integrado y de acuerdo, sino mediante una consciencia resquebrajada por el desmembramiento.

Los momentos de consciencia localizada son los sanadores en las heridas. Esto es, una consciencia desmembrada, disociada, una que habla ahora desde el corazón, ahora desde la mano, ahora desde el pie herido que no puede caminar. Es una consciencia herida que siempre es sensitivamente inferior. Y este desmembramiento y disociación permite que transcurra la conversación entre dos personas a través de las heridas. Mis heridas hablan a las tuyas, las tuyas a las mías. La consciencia herida se ve menos amenazada por las fantasías de descomposición de las partes en corrupción (vejez, cáncer, desórdenes circulatorios, psicosis) porque en sí misma está construida sobre heridas específicamente localizadas y ha emergido de esa corrupción en trozos. Cuando la ansiedad por la desintegración ya no es capital, el énfasis compensatoria sobre ideales de curación, orden y unión puede desvanecerse en el ligero aire espiritualizado que es su genio (jinn, demon).

La raíz arquetipal de esta consciencia de muerte provocada por las heridas puede hallarse en el aspecto dionisíaco del puer y su desmembramiento. La tendencia del puer a la fragmentación y la disociación histérica puede referir a la fuerza vital que irrumpe en bits de consciencia, como múltiples revelaciones (insights) ocasionales. El desmembramiento es así no sólo una cuestión de pasión de ser desgarrado por los opuestos. Pues tal sería el sitio de Dionisos sobre la Cruz y sería formular con concepciones de ego movimientos en el plano vital. En cambio, el desmembramiento se refiere a la descomposición o descentralización ( y des-cerebralización) de la consciencia en las regiones primordiales de órganos, complejos y zonas erógenas. Mediante el desmembramiento podemos también contactar la "sensualidad" (sensuousness) de los complejos y no sólo con sus sufrimientos.

A veces, y especialmente para el puer, la sensualidad viene a través del sufrimiento, esto es, el primer descubrimiento de los complejos del cuerpo ocurre a través de una piel urticante, una espalda dolorosamente rígida, respiración agitada, ano ardiente, y arcos descuidados en los pies helados. La estructura puer con frecuencia muestra esta peculiar mezcla de sufrimiento y sensualidad. Hay a la vez un narcisista amor-corporal y un masoquista dolor-corporal, a la vez hipocondría y desdén heroico por los aspectos carnales del complejo. Sin embargo, justamente ésto se constela por la herida que une en uno mismo la psique y el cuerpo libidinal. Una herida puede ser una boca que habla el espíritu, pero el espíritu está en la carne.

Dionisos era zoé, la fuerza de la vida dividida/indivisa, que hoy podríamos llamar la libido (afín a Liber, la contraparte romana de Dionisos) en ese nivel psicóideo o genético donde la conciencia y la materia viviente son difíciles de distinguir. Dionisos es una consciencia que ocurre en los estados de "aflojamiento", "democráticos", "incontrolados y desintegradores. A medida de que decae la integración sistemática y los órganos se liberan en experiencias diferenciadas, nos sentimos heridos. Y somos heridos por la profunda conciencia-del-cuerpo que trae Dionisos, pues "Dionisos y Hades son uno" (Heráclito, frag. 15), de modo que la experiencia del cuerpo dionisíaco es también una muerte de nuestra estructura física habitual. El estar herido es una iniciación para encontrase con Dionisos; nos introduce en el cuerpo sutil.

La cicatriz de Ulises

Aún otra figura griega tiene conexión con nuestro tema -Ulises, Odiseo. Una derivación del nombre de Ulises (en latín, Ulixes) es oulos= herida, y ischea = muslo. Evidentemente su muslo herido es esencial para su naturaleza, si le ha dado su nombre.

Una diferencia singular entre Ulises y loas otras figuras de héroes heridos que hemos mencionado, es que Ulises no muere de la cornada. Su herida se vuelve una cicatriz. "Era una forma usual de muerte regia que el propio muslo fuera desgarrado por un jabalí, sin embargo de alguna manera Odiseo había sobrevivido a la herida" (Robert Graves: Los mitos griegos) ¿De alguna manera? Evidentemente había una cualidad especial en su carácter que le permitió sobrevivir. Por un lado, como los otros, es un puer -siempre partiendo hacia otro sitio, nostálgico y con añoranzas, amado por mujeres a las que rechaza, oportunista e ingenioso, siempre en peligro de ahogarse. Por otro lado, es padre, esposo, capitán, con las cualidades de senex de prudencia y supervivencia.

La historia de la herida de Ulises se revela cerca del final de la Odisea. Cuando su vieja nodriza lava sus pies, advierte la cicatriz y casi le abandona (Odisea 19). Incluso se nos dice en esta escena que el nombre de Ulises deriva del incidente de su herida. Tal como indica Auerbach, este cuento es introducido de improviso, y a través de ello se revela el entero destino de Ulises. No es sólo un sorprendente desarrollo literario, sino la revelación de su esencia psíquica: él es aquél del muslo herido.

El simbolismo sexual de la herida, y por un jabalí, especialmente en el muslo, se ha mencionado en otras ocasiones. En el caso de Ulises, la herida sugiere que había sido violado y abierto cuando aún era un joven. Su muslo herido es una vulva simbólica, como el muslo de Zeus del que procede Dionisos. Además, está herida está ahí antes de que comenzara la historia; aparece en escena ya herido, no en la historia del cuento sino en su naturaleza o esencia, antes de que la narración comience, in illo tempore. Los otros, como Aquiles, comienzan invulnerables y luego deben ser heridos. En otras palabras, Ulises nunca es inocente y esto se muestra en la Odisea mediante su continuo estar en peligro. No es inocente (in-nocere) a causa de su herida inherente que también es la incorporación simbólica de la fecundidad femenina.


En mi obra "Padres y Madres", destaqué a Ulises como el único héroe -si debemos llamarlo así- que tenía relaciones diferenciadas con muchas figuras femeninas y Diosas, relaciones que ayudaron en sus viajes, haciendo posible su supervivencia. Es difícil señalar a cualquiera de estas figuras -Esposa, Madre, Reina, Aya, Amante, Encantadora o Diosa Atenea- como la más significativa. ("Reconoció todas estas mujeres", concluye el Libro 22) Hay empero un sutil cambio marino en Ulises después del encuentro con Nausicaa, que lleva los rasgos tradicionales de lo Jung llama anima. Después de bañarse en su corriente, Ulises se renueva (Odisea 6)

Sugeriría que sus múltiples relaciones con el anima, implicadas por la cicatriz y el sufrimiento que yacen en su nombre, es el secreto de su epiteto polytropos, "de muchas vueltas" o "vuelto de muchas maneras", por el cual se le describe en la primera línea de la épica. Ulises no está atrapado entre opuestos. No sufre de uni-lateralidad. En él no es necesario que haya conflicto entre senex y puer. La suya es una consciencia anima, lo que también da cuenta de su exitoso descenso al submundo.

Vemos un fácil intercambio entre joven y viejo en su relación especial con Néstor (llamado senex en las versiones latinas) y también con el hijo de Aquiles (llamado puer); asimismo, hay un notable amor entre él y su padre, y él y su hijo, Telémaco. Ulises está emocionalmente ligado en ambas direcciones. Sólo Eneas, al comienzo de la Eneada de Virgilio, que lleva a su hijito de la mano y lleva a su padre cojo a la espalda, puede compararse a la integridad senex-puer de Ulises. La última página del libro muestra el alba del nuevo día con Ulises elevándose y, junto con su hijo, yendo al encuentro de su padre.

Por supuesto, es Atenea quien le ayuda a mantener esta integridad. Pero también Penélope. Por ejemplo, Telémaco dice: "Mi madre dice que soy el hijo de Ulises, yo mismo no lo sé: nadie conoce por sí mismo a su propio padre". Penélope podría haber contado otra historia para volver al hijo contra el padre. En cambio, actuó como lo hizo la madre de Horus, animando al hijo a la búsqueda de la redención del padre. "Un rasgo general emerge del estudio de las relaciones más intimas personales de Odiseo. Parece no haber sido susceptible de ninguna de las sospechas y desconfianzas de sus camaradas masculinos por parte de las mujeres que le conocieron bien" (Stanford: Ulysses Theme). No es sorprendente que se haya propuesto la teoría de que la Odisea fue escrita por una mujer.

Se ha dicho que Ulises es el más humanos de los héroes. Ciertamente no encaja dentro del esquema divino del puer, o en el del senex - y sin embargo ambos están presentes en una serie de rasgos. Lo que "humaniza" la configuración arquetipal es la cicatriz.. No puede ser sólo un puer sin defectos o sangrante. Ni puede ser el senex deforme y lisiado, pues la herida se ha curado. Su muslo le ha ahorrado las perfecciones de la identificación arquetipal. Así, dice abiertamente (Od. 7) que no se asemeja a ningún Dios sino que es sólo como los hombres mortales. Rechaza la divinización. Cuando Calipso le ofrece volverlo inmortal y sin edad, él escoge los caminos usuales (Od.5). "No, no soy un Dios. ¿Porqué asemejarme a los inmortales? Pero soy tu padre", le dice a Telémaco (Od. 16)

Una cicatriz es un defecto, una debilidad, y desde el comienzo encontramos débil a Ulises. No es el héroe usual. Las cualidades senex de juicio, sobriedad, prudencia, paciencia, tortuosidad, aislamiento y sufrimiento se ven reforzadas por otro rasgo de carácter que le separa de los héroes. Es un hombre de poco poder. No tiene un ejercito masivo como Aquiles, Agamenón y Menelao; contribuye sólo con un barco. Ni tiene la fuerza de Ayax y Diómedes. Con frecuencia, pareciera que prefiere comer a pelear. Tampoco finge la locura para evitar ir a la guerra Es como si Ulises procediera mediante la depresión. Cuando lo encontramos por primera vez, desconsolado en las costas de la isla de Calipso, encuba la melancolía como Saturno, y sin embargo con el pothos del marino errante. Su disfraz más usual es el del marginado de las islas, el mendigo harapiento, vinculado con los perros. (Sin embargo, como descendiente directo de Autoclitos y Hermes, tiene un astuto tipo de sangre puer en sus venas). Incluso su pálido alter ego o doble, Telefos, que también está herido en el muslo, es un hombre prudente y no pelea debido a su relación con su mujer.

Con todo esto en mente, podemos volver de nuevo a la escena del aya lavando los pies de Ulises, entendiendo ahora este momento de reconocimiento-a-través-del-disfraz como una revelación de esencia. La cicatriz por la cual es reconocido es la marca del alma en la carne. Es el sello del anima, la psique somatizada. Su carne se ha vuelto herida, así como nuestra carne "duele por todo" cuando entramos en la conciencia de la herida. Ahora podemos ver que esta generalización de un síntoma en la condición patologizada de dolor que se queja es un intento de dar pleno cuerpo a la herida dejando que el cuerpo sea plenamente sensibilizado por la herida. Odiseo, el dolorido, es una personificación de la consciencia patologizada -como Cristo a su manera, y Dionisos a la suya. El cuerpo herido se ha vuelto la herida incorporada; y, en tanto que incorporada, construida en su existencia y la pierna que le lleva y que camina con él, su ser herido es también su comprensión oculta y su apoyo fundamental (grounding support)

Una clave a la naturaleza de esta comprensión puede hallarse en Montaigne, quien escribió: "De modo que no quiero olvidar esta cicatriz ulterior, tan inadecuada para mostrar en público: falta de resolución, una dañina incapacidad para negociar en los asuntos mundanos. No sé qué lado tomar en las empresas dudosas. 'Ni si ni no dirá mi corazón más profundo' (Petrarca)". La cicatriz nos recuerda la conciencia de su temblolorosa inseguridad, la oscura vulnerabilidad en el corazón de su luz.

Conclusión: la unión de los semejantes.

Como hemos estado elaborando, la herida abierta corresponde con la estructura puer; la herida cicatrizada, empero, sugiere la persona cuya alma puede cuidarle, la persona cuya sangre vital circula a través de sus complejos, sintiéndolos y lavándolos, un eros auto-contenido. No se espera que la curación venga de otro sitio. Emerge de la profundidad de la herida y deja una cicatriz, una cicatriz que siempre es visible para la propia nodriza.

En Ulises el impulso senex a persistir y soportar se hace cargo del espíritu puer que siempre está dispuesto a arriesgarse y morir. La cura y la herida se alternan, o como herida curada, tierna cicatriz, presentan la compleja imagen de débil-fuerte, blando-duro. La cicatriz que permanece es el regazo (the scar remaining is the remainder), el punto blando que recuerda al cuerpo su ternura. La cicatriz actúa como un memento mori, reuniendo al Abuelo y uno mismo como Muchacho Cazador. Esa cicatriz hace pasar a Ulises a través de veinte años de peligros sin par, como un talismán de conciencia de muerte, preservando el recuerdo de la muerte. "Pocos en la Iliada son tan conscientes como Odiseo de por qué están en Troya, y la muerte es una sorpresa recurrente" (Finley: Four Stages of Greek Thought)

Esta cicatriz podría haberse vuelto una deformidad. Podría haber significado cojera, que caracteriza la unilateralidad del arquetipo del sólo-puer o sólo-senex. Entonces la cicatriz hubiera sido esa deformidad que, como escribe Jung, separa padre e hijo, hombre y niño, grande y pequeño. Ulises, empero, no está deformado por la unilateralidad en tanto él significa el hombre nacido dos veces, el padre-con-hijo, hombre-con-mujer, cuerpo-con-alma. Esta conciencia iniciada ha sido discutida en otra parte respecto a pothos y los misterios de Samotracia donde se dice que se inició Ulises. (Hillman: Pothos: The Nostalgia of the Puer Eternus", Loose Ends)

Iniciación se refiere a la transición de una conciencia-sólo-puer, herida y sangrante, a la consciencia puer-et-senex, abierta y cicatrizada. Se experimenta también en la transición del sentido de uno mismo en una historia al sentido de uno mismo en una imagen, todas las partes inherentes y presentes a la vez. La consciencia heroica del puer actúa su historia, en una carrera hacia adelante con su narrativa hacia su desencadenamiento. Este tipo de consciencia puede permanecer invulnerable porque su modo de historia puede postergar el estar herido hasta el final. Además, la conciencia puer permanece "en el comienzo" porque el final es sólo la imprevisto destrucción del puer y su conversión en su opuesto- errado, lisiado, ceniciento. La historia narra al puer y al senex en comienzos y fines, primera mitad y segunda, mantenerse inmaduro y envejecer. La cicatriz de Ulises, empero, construye la herida a lo largo de todo el camino. Pertenece a la imagen de Ulises, necesaria para su mismo nombre, y por tanto no es un fallo fatal que provoca su caída.

Lo héroes -Ayax, Teseo, Filoctetes- cuidando sus heridas han sido seducidos por sus historias. Incluso en el submundo, donde son puras imágenes, todavía están atrapados en sus historias, como si fuera esencial para el modo heroico nunca darse cuenta de uno mismo como imaginal, incluso al pasar por los más prodigiosos ejercicios de la imaginación. Una separación de puer de héroe ocurre cuando el propio recuento de uno mismo se aleja de la historia y del destino épico hacia la fantasía imaginativa. Nuestra ficción se troca de épica y trágica en cómica o picaresca. Simplemente al salirse de su historia, la consciencia puede salirse del modo heroico.

Podríamos extender aún más esta idea diciendo, junto con Patricia Berry y David Miller, que la conciencia de tramas (story consciousness) nos ajustará como pueri heroicos, destinalmente conduciéndonos a la condición de heridos que es inherente a la historia pero que viene al final. "Nosotros como historias épicas" podría ser un buen modo de definir la neurosis del puer. Entonces tenemos que ir a terapia para "re-vertir" y "re-versionar" la historia, es decir, para integrar los síntomas descubriendo su inherente necesidad. Este descubrimiento nos saca de la historia y nos lleva a la imagen, puesto que nos damos cuenta de que la herida, como la de Ulises, nos era inherente todo el tiempo, una toma de conciencia que cambia la herida en cicatriz. En otras palabras, la conciencia de la imagen (la conciencia imaginativa) cura. El sentimiento de nosotros mismos como imágenes en las que todas las partes se corresponden y son correlativamente necesarias mantiene juntos los finales y los comienzos, como la herida recordada por la cicatriz.

"Gran parte de la Odisea sugiere que es el poema de un anciano. Su análogo es la Tempestad de Shakespeare... un mundo compartido, por así decirlo, entre el viejo Prospero por un lado, y los jóvenes amantes y la belleza de la naturaleza por el otro... El apaleado Odiseo siente simpatía por los viejos que han soportando tanto como él... -pero los jóvenes Telémaco y Nausicaa ofrecen una fresca renovación, y las verdees islas de sus viajes confirman la persistente juventud de la naturaleza... Es lo viejo y lo joven lo que conjuntamente realizan la maravilla de la vida renovada, como si Homero fuera consciente de las transformaciones y en alguna parte se viera a sí mismo ahora en Odiseo"(Finley: Four Stages of Greek Thought). El mar, siempre renovador y refrescante, sin embargo el padre más anciano, Okeanos, es el fondo tanto para la Tempestad y la Odisea, y finalmente de este mar vendrá la muerte de Ulises. El mar, el gran y largo poema, Homero, Ulises, son cada uno de ellos "siempre joven y sin embargo llenos de ancianidad" (Spenser). ¿Es quizás por ello que esa figura, Ulises, el del muslo herido, continúa configurándose una y otra vez en nuestra imaginación Occidental?

Hay muchas razones para el poder imaginal de Ulises, pero seguramente una parte importante de su grandeza está en que Ulises resolvió una división mórbida fundamental para la psique Occidental. El importante mito genealógico de Uranos, Cronos y Zeus, el hijo menor, -dejando de lado los patriarcas bíblicos y sus hijos- está presente en todo el horror de la lucha padre-hijo, puer-senex. Nuestras torturadas batallas con nuestros padres y con nuestros hijos fueron propuestas por Freud como explicación central de nuestra cultura y nuestra alma. Que esta lucha entre senex y puer esté en el corazón de nuestra cultura, también ha sido atestiguado por la doctrina cristiana, que insiste en que el reconocimiento de la unidad de Padre e Hijo es el camino de la redención. Pero esa misma unión de semejantes se ve amenazada por las últimas palabras del Hijo en la cruz, acaso un residuo de consciencia puer no unida con el Padre.

Ulises no está en este dilema, y toda la Odisea conserva juntos senex y puer, como al final, y en el clima más obvio y heroico, Ulises y Telémaco combaten lado a lado contra el enemigo común que les hubiera privado de Penélope. Pero la unión de semejantes también está más sutilmente tejida a través de todo el texto. Nos da la respuesta de Homero - o acaso la de Ulises- a esta insoportable aflicción psíquica.