miércoles, 30 de marzo de 2011

No se nada del sueño. Andrés Ocazionez Trujillo

Acerca del autor.

Andrés Ocaziones es psicólogo de la Universidad San Buenaventura (Medellín) y actualmente se forma como analista junguiano en el Instituto C.G. Jung de Zurich (Suiza). Amablemente ha cedido a jungcolombia este artículo, fruto de sus reflexiones dentro de su proceso de formación.

Todos los derechos y la responsabilidad por las ideas expresadas en este artículo pertenecen al autor. Debe citarse la fuente.
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No Sé Nada del Sueño

Por Andrés Ocazionez Trujillo.


Durante la revisión del material para la composición de este artículo me cruce con la siguiente declaración de Jung (1984) acerca de su experiencia en interpretación de sueños, “(p)or alrededor de veinticinco años he analizado veinte mil sueños o más cada año…” (p.19). Esto, seguido por una manifestación de la erudición, pericia y arraigamiento laboral del autor me dejó con un repentino sentimiento de inferioridad, mis objetivos para la escritura del manuscrito quedaron humillados y mis altas expectativitas aterrizadas, devueltas, al nivel de aprendiz. Sentí la necesidad de girar y regresar, regresar a lo básico [1] , de aceptar abiertamente mis lagunas prácticas y teoréticas y revisar aquellos postulados fundamentales cuya ausencia se hacía sentir en mi trabajo. Es por este motivo que el lector encontrará mi artículo algo concreto y con un tono introductorio. Por razones formativas preservaré voluntariamente estos rasgos. No obstante, debería quedar claro que no pretendo ofrecer un manual para interpretar sueños [2] y que los aspectos prácticos que puedan ser inferidos de mi artículo funcionan solo como preposiciones preliminares que podrían guiar la construcción de mi propio estilo interpretativo, mi propia forma de encontrar orientación en el trabajo onírico. De hecho, el aspecto central que quiero discutir abiertamente es introductorio por naturaleza en el sentido que describe la postura inicial que puede ser asumida ante el sueño y que podría moldear la forma en que la interpretación se lleva a cabo.

Dicha postura puede ser descrita como aquella de desconocer y su escogencia estuvo determinada no sólo por su frecuencia de aparición en la revisión bibliográfica sino porque tuvo sentido para mi, tanto practica como teóricamente. Así, pude relacionarme con ella desde mi posición de aprendiz, pude articularla teóricamente mientras la veía sucediendo en mi práctica. Una corta elaboración de esta postura frente a la interpretación de sueños es el tema y propósito de este articulo, concebido inicialmente como respaldo teórico para mi Pychologie des Traumes Propädeutikum Prüfung en el C.G. Jung Institute de Zurich. Sin más preámbulo y habiendo establecido estas clarificaciones dejo No sé nada del sueño en manos del lector.

He indicado anteriormente el repentino sentimiento de inferioridad que me invadió al dar un asomo a la vastedad de la destreza y conocimiento de Jung. Recuerdo como mi escaso conocimiento y corta experiencia se vieron desacreditadas y humilladas. Mis reacciones iniciales de tratar de imponer mi propia manera de interpretación onírica o de imitar la de Jung paso a paso demostraron su insuficiencia, una mera caricaturización de mi incompetencia. Fui forzado a caer en la cuenta de que cada movimiento que yo realizara, sin importar su ingenio, humor o buenas intenciones me llevaba, en última instancia, de regreso a este sentimiento de inferioridad. Siempre y cuando tomara el asunto desde una postura personal o que asumiera que era yo quien tenía que ofrecer una interpretación o explicación del sueño, era conducido a este sentido de inadecuación, de haber fallado en mi oficio.

Voy a procurar retener esta noción de inferioridad puesto que será el punto de inicio de la siguiente discusión. Sin embargo, para hacerlo funcional en su propósito, dicho sentimiento de inferioridad debe ser concebido como un sentimiento de inferioridad ante el sueño y no como un sentimiento de inferioridad ante Jung, la persona, el psicólogo, el teórico. De acuerdo con Bosnak (1988), el trabajo con los sueños viene siempre acompañado por un sentimiento de inferioridad; años de estudio, de elaboraciones teóricas y de experiencia clínica parecen encogerse frente a la naturaleza enigmática inherente al sueño. Si se sigue honestamente la sugerencia de Jung de acercarse al sueño sin preconcepciones [3] , el resultado es de una inevitable desnudez, de un regreso a la nulidad, de un despiste absoluto frente a lo que aparece como extraño, sin precedentes, sin sentido. Lo anterior conlleva una noción de pérdida ¿Dónde queda mi estudio, mis debates y discusiones alrededor de la naturaleza de los sueños? ¿Y la postura que he procurado constituir por tantos años, rescatada de un océano de posibilidades practicas y teóricas? ¿Dónde acaban las horas que he dedicado a amplificar motivos oníricos por medio del cine, el arte, la poesía, la mitología y los cuentos de hadas? ¿Queda todo inmediatamente anulado cuando se está vis-à-vis frente al sueño?

En efecto, mi escaso conocimiento y experiencia parecen querer proyectarse hacia el sueño durante la interpretación. Esto se hace especial y dolorosamente cierto cuando mis inseguridades como aprendiz reclaman compensación y cuando mis técnicas, recién recibidas, urgen su aplicación. La presión se incrementa por la disparidad entre el sueño y lógica cotidiana, ante la cual una acomodación de los contenidos oníricos a la cadena continua de pensamiento o esquivarlos proponiendo explicaciones de bolsillo se presentan de entrada como intentos insuficientes de soluciones forzadas [4]. Sin embargo, si se logra mantener una cierta firmeza ante lo inquietante e inaudito, un estado particular de tensión puede generarse. Me gustaría dilatar este punto de tensión puesto que es crucial para establecer la postura estratégica desde la cual es posible aprender del sueño, desde donde la postura de aprendiz no es solo justificable sino evocada, necesitada.

Según Jung (1974), “(t)an difícil es entender el sueño que por mucho tiempo lo he hecho una regla, cuando alguien me trae un sueño y pide mi opinión, me digo siempre a mi mismo: No tengo idea de lo que significa este sueño. Después de esto puedo comenzar a examinar el sueño.” (p. 69). [5]

La declaración de Jung conlleva un cambio sutil pero crucial. Al aceptar abiertamente su desconocimiento ante el sueño y su significado, la atención y expectativas son llevadas a los contenidos oníricos. Las implicaciones psicológicas de este movimiento son significativas en tanto que la postura interpretativa pasa de ser personal a constituirse como psicológica. Así, el sujeto de escrutinio deja de ser la persona del paciente o el analista y pasa a ser la psique objetiva y sus productos, los contenidos oníricos. Esto lleva a que el sueño miso tenga la primera palabra en la audiencia, el conocimiento y las capacidades discursivas del soñante y del intérprete quedan momentáneamente suspendidas y los contenidos del sueño, en tanto hechos psíquicos objetivos, son plenamente atendidos . [6]

Ahora bien, un beneficio inmediato de aceptar desconocimiento ante el sueño implica que la autoridad del intérprete, en el sentido usual de sujet supposé savoir, queda significativamente cuestionada puesto que soñante y analista comparten la posición de no-saber. Adicionalmente, se espera que el soñante ofrezca clarificaciones y contextualizaciones de los contenidos oníricos, una tarea que se considera indispensable para la interpretación. Como indica Jung (1974), “no es posible, excepto bajo condiciones muy especiales, buscar el significado de un sueño sin la colaboración del soñante.” (p.69) o “las palabras que componen la narrativa onírica no tienen sólo un significado, sino muchos significados. (…) Por consiguiente, necesitamos la ayuda del soñante para limitar los sentidos múltiples de las palabras a aquellas que son esenciales y convincentes” (p. 70 – 71). La participación del soñante en la interpretación es tomada como conditio sine qua non cuyo manejo adecuado podría conducir a empoderar al paciente para trabajar con su material, para desarrollar un sentido de responsabilidad frente a su vida psicológica y evitar (o por lo menos reducir) su dependencia al analista . [7]

Dicha función formativa se da igualmente en el analista puesto que en este contexto especifico y desde esta (pre)etapa de interpretación de sueños se podría decir que el intérprete mismo, sin importar su conocimiento y experiencia, es arrojado a una postura de aprendiz. Se podría así llegar a la paradoja de que aprender a desaprender o conocer como desconocer son elementos implícitos en el entrenamiento para interpretar sueños.

En lo relativo a la naturaleza del inconsciente Jung (1974) declara que, “(l)o inconsciente es lo desconocido en cualquier momento…” (p.31). Este postulado básico que según algunos autores [8] es tan frecuentemente olvidado en nuestra disciplina, conlleva el difícil deber de volverse (o adelantarse) hacia una postura de desconocimiento cuando se esté trabajando con los productos mas inmediatos del inconsciente. Al ser lo desconocido, lo inconsciente nos posiciona en una postura de desconocimiento en “cualquier momento”. No es pues una acción que puede darse de una vez por todas durante los años de entrenamiento, sino un punto de vista que pide ser reconstituido cada vez que se trabaje con contenidos oníricos.

No obstante lo anterior, es importante aclarar que lo que propongo no es una glorificación de la ignorancia o una invitación a la idiotez. Aprender, discutir y debatir acerca de la naturaleza onírica, evaluar diferentes técnicas interpretativas y su arraigamiento teórico, y amplificar las imágenes sirviéndose de la vastedad de nuestro imaginario cultural, son algunos de los elementos más indispensables en el entrenamiento.

La postura de desconocimiento describe una actitud momentánea hacia el sueño, donde todas las preconcepciones son mantenidas en el trasfondo para generar la apertura desde la cual las imágenes oníricas pueden ser contempladas en su modo particular de expresión.


NOTAS


[1] Irónicamente, he descubierto que volver a lo básico se ha convertido recientemente en algo complicado. Arraigarme en los postulados básicos de la interpretación de sueños ha requerido más tiempo y esfuerzo que dejarme llevar por reflexiones sofisticadas, polémicas o provocadoras. Siento que en la literatura Jungiana contemporánea abunda lo nuevo, impresionante y exótico. Se puede encontrar una reformación, una re-visión o un escrutinio critico en cualquier esquina. Permanecer en lo básico implica un acto de silencio y soledad.

[2] Como candidato en entrenamiento esperando claras instrucciones para la realización de procedimientos interpretativos, ha resultado muy dificil abstenerme de utilizar o construir dicho manual. Sin embargo, una revisión de los textos de Jung muestran inmediatamente como estos instructivos o manuales de uso no fueron ofrecidos por el autor. Un motivo para esta abstinencia puede leerse en la siguiente anotación del autor, “Ningún sexto sentido es necesario para entender los sueños. Pero algo mas que los recetarios rutinarios que se encuentran en los vulgares libritos de sueños (…) La interpretación estereotipada de los motivos oníricos debe ser evitada” (p.73)

[3] Jung (1974) lo deja claramente manifiesto en la siguiente declaración, “(e)n mis escritos y lecturas he insistido que tenemos que abandonar toda opinión preconcebida cuando se hace un análisis e interpretación de la psique objetiva (…) No poseemos aun una teoría general de sueños que nos permitiese utilizar un método deductivo con impunidad” (p.117).

[4] De acuerdo con Bosnack (1988) “la conciencia de la vigilia es esencialmente extraña a la lógica del sueño.” (p. 27) y por este motive una traducción inmediata de los contenidos del sueño seria “fundamentalmente inadecuada.” (Ibid.) Esto involucra una suerte de traición lógica descrita tan adecuadamente por Bachelard en el juego de palabras “traduttore, traditore” (p. 16)

[5] Mis italicas.

[6] Es interesante en este punto ver como Jung (1968) valora los hechos imparciales de los sueños por encima de las sugerencias o las opiniones profesionales, “(e)s importante que el médico admita que no sabe, así están ambos preparados a aceptar los hechos de la naturaleza, realidades científicas. Las opiniones personales en mayor o menor medida juicios arbitrarios y podrían ser todos erróneos; nunca estamos seguros de tener la razón. Por consiguiente, deberíamos buscar los hechos que nos proveen los sueños. Los sueños son hechos objetivos.” (p.3)

[7] Dicha problemática de la dependencia hacia el analista es tratada por Jung (1984) cuando indica, “(e)n análisis debemos tener mucho cuidado y no asumir que sabemos todo acerca del paciente o que conocemos la solución a sus dificultades. Si el doctor le señala lo que puede estar sucediendo, sigue las sugerencias del doctor y no experimenta por sí mismo. Las sugerencias podrían funcionar momentáneamente pero cuando este alejado el paciente colapsa porque no tiene ningún contacto con sí mismo y no esta viviendo a su manera, sino a la manera del médico. Asi, tiene que volver al médico para encontrar nuevas sugerencias, después de un tiempo se vuelve repugnante para ambos.” (p.3)

[8] Aquí hare referencia específica a Giegerich (1998 cuando nos recuerda, “la forma descuidada en que generalmente usamos y escuchamos la palabra ‘inconsciente’, sentimos que es una realidad conocida y positiva, un hecho empírico. Inevitablemente, la noción de inconsciente es entendida como si fuese un factor, una “tópica”, una “región” en nosotros, una “parte” o un “lado” de la personalidad humana.” (p.112)


REFERENCIAS

Bachelard, Gastón. (1990) La Poética del Espacio. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Bosnak, Robert. (1988). A Little Course in Dreams. Boston: Shambala.

Giegerich, Wolfgang. (1998). The Souls Logical Life. Towards a rigorous notion of Psychology. Frankfurt: Peter Lang.

Jung, C.G. (1984). Dream Analysis. Notes of the seminar given in 1928-30. London: Routledge & Kegan Paul.

Jung, C.G. (1974). Dreams. New Jersey: Princeton University Press.