lunes, 22 de abril de 2024

EL CÓDICE JUNG.

 De cómo Jung llegó a poseer "El evangelio de la verdad" [E. Apócrifo].

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El gran tema de la gnosis de las primeras épocas del Cristianismo, al que Jung se dedicó intensamente durante algunos años en el decisivo período de su madurez, antes de concentrarse en el examen de la utilidad de la alquimia para la psicoterapia, ingresaría nuevamente, y de manera inesperada, en el campo de su interés, durante el último período de su vida. El motivo fue en principio un hecho externo. A comienzos de 1948 se difunde la noticia de que tres años antes se habían hallado, no lejos de Nag Hammadi, en el norte de Egipto, en las inmediaciones de la antigua Khenoboskion y a unos cien kilómetros al norte de las ruinas del templo de Luxor, varios manuscritos gnósticos originales redactados en copto. Entre los científicos, y especialmente entre los estudiosos del gnosticismo, la noticia causa sensación, lo mismo que el descubrimiento de los manuscritos de Qumrån junto al Mar Muerto, más o menos en la misma época, entre los estudiosos del Antiguo y el Nuevo Testamento. Pero los textos gnósticos hallados tuvieron mayor importancia, y el interés de los especialistas fue mayor debido a que el conocimiento que se tenía de aquella antigua «religión universal» y de aquel movimiento espiritual del Cristianismo temprano sólo había podido apoyarse en las citas de autores eclesiásticos enemigos de los heterodoxos y antagonistas del gnosticismo. Se suscita así la justificada esperanza de verificar la fiabilidad de aquellos textos y, en general, de poder profundizar en el conocimiento de la traducción gnóstica. Los textos fueron hallados dentro de una gran ánfora. Se trata de trece códices que contienen cincuenta y tres escritos de diversos temas y abarcan en total mil ciento cincuenta y tres páginas. Es muy posible que deriven de los textos traducidos del griego al copto en la segunda mitad del siglo IV. Cuarenta y uno de los manuscritos eran hasta entonces enteramente desconocidos.


De la historia -que abarca décadas y ofrece muchas vicisitudes- de la obtención, la utilización científica y la publicación de ese singular hallazgo interesan con respecto a la biografía de Jung, los siguientes hechos.

El primer códice, que contiene cinco textos, llegó a ser propiedad primero del anticuario belga Albert Eid. Este permitió que los eruditos Jean Doresse y Togo Mina verificaran cada uno de los textos, entre los cuales se hallaba el que por sus palabras iniciales es conocido como Evangelium veritatis [Evangelio de la verdad]. No se trata, sin embargo, de un nuevo texto evangélico, sino de un tratado de predicación de las ideas gnósticas. Los demás escritos son: una carta apócrifa de Santiago un tratado acerca de la resurrección, conocido también como Carta a Regino; un tratado en tres partes acerca del cielo, la creación y el hombre; y, finalmente, una supuesta carta del apóstol Pablo.

En el invierno de 1947-1948, esto es, de forma relativamente temprana, la obra, de ciento cuarenta y cuatro páginas, es ofrecida en venta por doce mil dólares a la Bollingen-Foundation de Nueva York. Pero la fundación, que apoya la obra de Jung, rechaza el ofrecimiento. Como se teme que este códice -aparte del destino que tuviesen los otros doce- permanezca durante mucho tiempo fuera del alcance de los científicos, un joven profesor de colegio, historiador de la Iglesia y especialista en gnosis, el holandés Gilles Quispel, que más tarde sería profesor de historia antigua de la Iglesia en la Universidad de Utrecht, interviene como mediador. Jung y él se conocen de las Jornadas Eranos. En 1951, en el recientemente fundado Instituto Jung, de Zurich, habla de la gnosis como religión universal y ofrece una caracterización provisional de los códices de Nag Hammadi, que se daban a conocer con mucha lentitud. Fueron necesarias largas negociaciones con el propietario belga del códice I, con el gobierno egipcio, con el museo copto de El Cairo y con un posible comprador o donante.

Indudablemente, las conferencias pronunciadas en Zurich por Quispel interesaron mucho a quienes formaban el círculo de allegados a Jung. El último propietario fallece entretanto y debe localizarse el nuevo paradero del códice. Quispel hace intensos esfuerzos por asegurar para la ciencia lo más rápidamente posible la valiosa pieza. A pesar del fracaso inicial, tiene sus esperanzas puestas en la Fundación Bollingen de los Estados Unidos, conocida por su generosidad. Quispel informa detalladamente acerca de los progresos posteriores, aunque en aquellos momentos se desconoce aún bastante acerca del contenido y el valor del manuscrito que se procura adquirir.

«En vista de ello me puse en contacto con el profesor C. G. Jung, en Zurich, el cual con la mejor disposición dirigió a la Fundación Bollingen varias cartas en las cuales destacaba la importancia del códice y sugería a la institución que lo adquiriese. Entretanto yo había averiguado que el manuscrito contenía cuatro (!) textos, uno de los cuales se titulaba Evangelio de la verdad. Más allá de ese título era muy poco lo que se sabía. Todos nuestros vivos esfuerzos se basaban en la suposición de que ese Evangelio de la verdad podía ser el mismo Evangelium Veritatis acerca del cual Ireneo, uno de los Padres de la Iglesia (180 d.C.), informa que era utilizado entre los discípulos del gnóstico Valentino. Finalmente, en agosto de 1950, al final de todas esas investigaciones pude averiguar en Paris, por encargo del Instituto Bollinger, que el códice estaba guardado en una caja fuerte de Bruselas. El 19 de julio de 1951 el doctor C. A. Meier, de Zurich, obtuvo la dirección del nuevo propietario y averiguó el precio que éste pedía por el códice. En agosto de 1951 se acordó en Ascona que la Fundación Bollingen proporcionaría la suma necesaria para la compra, y se me pidió que estableciese si el manuscrito era auténtico o falso y si valía lo que se pedía por él. La verificación fue realizada por especialistas en 1952, en St. Idesbald (Coxyde)... De pronto el propietario solicitó una prórroga, apareciendo inquietantes indicios de que se habían presentado otros interesados, los cuales, si no habían ofrecido ya una suma más elevada, en todo caso estaban negociando en ese sentido. Entonces la Fundación Bollingen fijó condiciones distintas, comprensibles en si mismas, para la compra; así, en ese momento ya no había mucha prisa por lograr un entendimiento. Parecía que todos los esfuerzos realizados en los cuatro años precedentes hubiesen sido vanos, y que nuestros empeños hubiesen fracasado. En ese crítico momento el doctor C. A. Meier, actuando con gran energía, prestó a la ciencia un verdadero servicio. Habló acerca de la situación con George D. Page, de Walliselen, que se mostró como un nuevo mecenas, reuniendo la suma para la compra. El resultado de ello fue que el 10 de mayo de 1952 el códice pudo ser adquirido en Bruselas para el Instituto C. G. Jung...». El importe total de la compra ascendió a 35.000 francos suizos. Pasó más o menos un año y medio hasta que el Instituto C. G. Jung dio a conocer públicamente su nueva adquisición. Así lo acordaron con G. Quispel y Henri-Charles Puech, el historiador de las religiones parisino. El 15 de noviembre de 1953, en el marco de una pequeña fiesta celebrada en la sede de la asociación, junto al Rüden, el manuscrito le fue entregado a Jung. «La fiesta, que ni organicé ni aprecié, tenía escasa relación con el hecho. pero me convencieron de que al final dijera algunas palabras acerca de la relación entre la gnosis y la psicología», le cuenta Jung a su amigo inglés Victor White, dado que incluso el Times se había hecho eco de la noticia. Esta referencia al códice, en cierto modo fría, parece sugerir que Jung subestima el verdadero valor del manuscrito. Pero no es así. En esos momentos, Jung sólo sabe de cuatro de los textos, que en realidad son cinco, y de esos cuatro conoce sólo uno, el importantísimo Evangelio de la verdad. Ese mismo año Quispel hallaría en El Cairo algunas de las páginas que faltaban del códice Jung, entre manuscritos procedentes de otros lugares.

En su alocución, en la que da las gracias a todos aquellos que han hecho posible la adquisición y han allanado el camino para concretarla, Jung considera la importancia de los textos gnósticos desde el punto de vista de la psicología de la religión. Ve, en tal sentido, en el Evangelium Veritatis uno de los «muchos fenómenos de recepción en los que se procuró asimilar el contenido, extraño y de difícil comprensión, de la Revelación cristiana en el nivel del mundo espiritual egipcio y helenístico de aquel entonces», El fenómeno de recepción consiste, para Jung, en aquellas reacciones especiales de la psique humana de un tiempo o de una época determinados, suscitadas por la figura y el mensaje de Cristo en el encuentro con el mundo pagano de la Antigüedad grecolatina. Se expresan por ejemplo mediante ciertos símbolos, sea el pez, los leones, la serpiente o el Salvador. Estos símbolos transmiten a los hombres un conocimiento (gnosis) que produce la liberación, y proyecta de esa manera una luz en el inconsciente. Al ponerse éste en movimiento ante la aparición de Jesucristo, responde con imágenes arquetípicas y manifiesta de esa manera cuán profundamente penetró en la psique humana la epifanía cristiana. Se trata de algo más que una teología, la cual sólo satisface las necesidades racionales, sin poder operar la transformación o conversión (metanoia) reclamada en el Antiguo Testamento. Jung señala que la explicación gnóstica de la aparición de Cristo y su intento de profundizar la iluminación por medio de la gnosis no tuvieron demasiado éxito. Por otra parte, de manera relativamente temprana, esto es, más o menos a mediados del siglo II, la Iglesia opuso resistencia a la «gnosis universal» y combatió sin concesiones a los gnósticos, considerándolos como unos peligrosos herejes. Pero a pesar de la represión, aquellos fenómenos de recepción gnóstica se conservaron hasta la época moderna, y gracias a muchas transformaciones (o metamorfosis) de sus propias manifestaciones, la gnosis ha podido sobrevivir. Tal como entre los judíos la cábala hizo resucitar una gnosis originaria, del mismo modo la filosofía natural hermética, la alquimia, representa un fenómeno de recepción histórica análogo al de la gnosis de las primeras épocas del Cristianismo. Concluye Jung:

«Así como para la explicación de los fenómenos modernos es muy importante su comparación con las etapas históricas anteriores, del mismo modo el descubrimiento de antiguos textos gnósticos auténticos tiene para nuestra orientación investigadora el mayor interés, y tanto más cuanto que tal interés no es sólo de naturaleza teórica sino también práctica.»

De este modo, Jung, con su psicología analítico-arquetípica, se inserta en la tradición de la auténtica gnosis. Por equívoca que semejante afirmación pueda resultar separada de su contexto, se ve en ella una vivacidad espiritual en la que las fuerzas fundamentales en el dominio anímico y espiritual se manifiestan operantes; Jung y los que trabajan de acuerdo con sus métodos no tienen, pues, nada que temer de esa caracterización."

Tomado de: Wehr Gerhard. Carl Gustav Jung. Su vida, su obra, su pensamiento. Ed. Paidós. Barcelona 1991. Pgs 349-353

Transcripción de Lisímaco Henao H. Casa Jung 2024.