domingo, 1 de noviembre de 2020

Apuntes para un cineforo: "5 Días sin Nora", de Mariana Chenillo

 La muerte como sombra


A propósito de "5 Días sin Nora" de Mariana Chenillo (México 2008)


Lisímaco Henao H.
29 de septiembre de 2015


"5 días sin Nora" es una película mexicana de 2008 dirigida por Mariana Chenillo. Siendo la opera prima de la directora recibió una gran cantidad de premios en festivales internacionales, repitiendo el "premio del público" en varios de ellos; esto nos da una idea de la cercanía que genera la historia y de la facilidad de un relato que resulta al mismo tiempo simpático y profundo. Nora, de 65 años, se suicida, pero antes deja todo un tinglado de planes que conduce a que cada una de las personas que le son queridas a confrontarse con la muerte y, en algunos casos, con los otros.


La muerte nos lleva al otro lado de la vida, sea cual sea este. La vida la podemos definir como aquello que conocemos o creemos conocer, como la línea de espacio-tiempo que recorremos con nuestros pensamientos, emociones y acciones, teniendo que decidir a cada paso, dejando de lado lo que no podemos elegir, enviando a la sombra todo aquello que no entendemos, nos disgusta o simplemente tememos. La sombra es una reserva de lo desconocido para la vida.

La muerte es una experiencia y al mismo tiempo un símbolo. La muerte simboliza todo lo que no hemos visto o no hemos podido ver, el más allá de este más acá que denominamos vida. Un día los homosapiens comenzamos a hacernos conscientes de que esos otros con los que vivíamos de repente dejaban de existir materialmente, y sin embargo nos dimos cuenta también de que podíamos pensarlos, soñarlos y hasta sentirlos. Entonces surgió en nosotros la idea de que en algún lugar ellos podían estar puesto que nosotros los soñábamos. Como afirma el director de cine Ingmar Bergman, uno puede vivir con la convicción de que el otro lado es la nada o sentir y entregarse a la idea de que hay un todo donde los otros están.

Sea que pensemos como José, el protagonista de “5 días sin Nora”, que Dios no existe y por lo tanto la nada nos espera, o que tengamos como Bergman la sensación de que hay algo en algún lugar de ese otro lado, la muerte sigue siendo sombra, la otra cosa, lo desconocido y aquello de lo que no podemos saber o decidimos que no sabemos nada.

La película que nos ocupa nos muestra cómo esa muerte-símbolo se hace cargo de develar lo no visto ni aceptado.

 El primer elemento rechazado o no aceptado que salta a nuestra vista es el suicidio. La Torah,
nos dice el rabino, sanciona el suicidio. Es interesante que en la mayoría de los pueblos antiguos esto no era así, sabemos del suicidio ritual, por ejemplo, entre los samuráis japoneses y en Grecia ni se diga. Pero en el relato que sustenta los orígenes del pueblo judío se arraiga fuertemente la prohibición de quitarse la vida. Caín, una vez mata a su hermano, es llamado a comparecer ante Dios y castigado eternamente, lo cual quiere decir que no podrá darse muerte, no podrá suicidarse por mal que la esté pasando. Entre otras cosas cabe decir que según el mito judío somos todos descendientes de Caín pues Abel no tuvo descendencia. Es decir, somos todos hijos del más frágil, del más dividido, del celoso, envidioso y castigado Caín. Somos, a mi parecer, los hijos del más humano de los dos hermanos primigenios según esta mitología que heredamos a través del cristianismo.


Así que esta prohibición nos sale al paso en los primeros momentos de la película y es uno de los principales motivadores de toda la trama. El suicidio, el morir por mano propia, es el otro lado, la sombra de las dos grandes religiones que aparecen como posibles sepultureras de Nora. Y aun así, el drama conducirá a que esta sombra sea iluminada por el amor y la difunta pueda ser enterrada en suelo sagrado.


Un segundo elemento se halla al otro lado de la vida consciente del protagonista. La muerte consigue sacar a relucir la amargura que guarda José para con su esposa. No sólo lo vemos en sus pedidos reiterados de que no se le nombre “esposa”, sino “ex – esposa”, sino en la manera como se siente retado por la muerta y su plan, queriendo confundir y ocultar las instrucciones dejadas a la cocinera, la Nana Fabiana. Recordemos que todo esto se desata aún antes de enterarse de que ella tenía un amigo secreto, es decir, descubrimos un deseo de contradecir, un sentirse retado, una herida no cerrada, un duelo de divorcio muy mal elaborado. Y aun así, el drama conducirá a que esta sombra sea iluminada por la comprensión y que pueda ser llorada la tristeza de haber tenido una esposa tan triste y no haber podido acompañarla hasta el final.

La presencia de la muerte logra, en tercer lugar, confrontar a un convertido al judaísmo con su antiguo cristianismo que hace presencia en la cruz, las flores y las velas que José ha contratado para el entierro (además de la sabrosa pizza de carne y otras maravillas que se le ofrecen en esa casa, justo durante las fiestas judías del Peisag). Vemos en Moisés ese personaje simple que ha sido rechazado por su familia originaria debido a su conversión, y que es acogido maternalmente (¿adoptado?) por la Nana Fabiana.

El Dr. Nurko es el medio para que un cuarto elemento se haga presente en esta expresión de la muerte como símbolo de lo no reconocido: nos damos cuenta, junto con José, de que Nora tenía una vida sentimental que iba más allá de la depresión y su lucha por ser aceptada y comprendida por su esposo. El Dr. Nurko, el psiquiatra, el médico de cabecera de la familia, el científico quizás, se enamoró de Nora y creyó poder salvarla mediante el amor. La decepción es el rasgo que aquí parece haberse ocultado, pero también el amor. Se ocultó en Nurko tanto como en José.

Rubén, el hijo, es un personaje un poco gris que, sin embargo, parece haber sobrellevado el conflicto entre los padres. Por lo que nos dice la película, esto se debe a que olvidó gran parte de las escenas grotescas que en el pasado se dieron en la pareja, pero, actualmente, esa calma gris, esa actitud un poco vulnerable, un poco complaciente, le dan también la calma suficiente para tolerar y ayudar a la situación. No carece de carácter y esto quiero señalarlo como un quinto elemento que se devela en la película como sombra, es decir, mientras el padre muestra un carácter altivo, agrio y defensivo que podría querer borrar la suavidad del hijo, es precisamente esa suavidad la que permite al hijo sortear los problemas y decirle con autoridad al padre: “es mejor que te vayas, yo te llamo cuando se solucione todo”. Siempre hemos pensado que el carácter fuerte tiene que ver con la arrogancia y este funeral nos permite observar, y le demuestra al personaje de José, que la fragilidad no es lo mismo que la debilidad. Rubén parece conducir sus propias emociones hacia la palabra y la acción sin necesidad de polarizaciones, lo cual tendrá que admitir en sí mismo José, al final de la película, para poder acceder a la compasión de los demás que sin saberlo necesita.


Las niñas aparecen en escena para mostrarnos ese mundo aún no enredado en máscaras y lugares definidos. Una de ellas representa el miedo natural a la muerte y la otra la necesidad de explicarla de alguna manera, lo cual también es una tendencia naturalmente humana que luego puede transformarse en racionalidad o, en el peor de los casos, en racionalismo.

José ha aprendido algo a través de la muerte, gracias a ella se ha asomado a sus sombras. Un hombre sumamente racional, quien incluso intentó enterrar a su esposa sin la presencia del hijo, la cuñada y las nietas, es decir, sin contar con la necesidad de ritualizar de otros, se ve confrontado por lo desconocido en sí mismo. Los celos, una de nuestras emociones más primitivas, hacen su aparición para quebrar su sistema de control, para moverlo hacia la añoranza; José no parece un hombre que se moviera mucho, quizás vivía en su sillón muy seguro de haber resuelto sus problemas matrimoniales con puño de hierro, quizás acusando a Nora de su propia enfermedad, de un supuesto daño a su hijo, etc. Sin embargo los celos le traen a la consciencia de una conexión profunda con lo femenino, es decir, con las emociones que lo mueven desde dentro, con el amor incluso. Un hombre seguro y determinado que termina abriendo cajones ajenos, esculcando en la vida privada de su esposa igual que hoy en día, a pesar de las ilusiones de autocontrol, cualquiera de nosotros puede verse tratando de revisar el celular o el Facebook de su pareja. Esta muerte desencadena ese otro desconocido, ese de la sombra, ese infantil, bufonesco, inseguro y frágil hasta la humildad. Los celos lo llevan a fingir que va a limpiar a la muerta para poder seguir esculcando secretos, pero en verdad lo llevan a arrodillarse sobre ella, a inclinarse frente a la evidencia de la muerte como lo está haciendo hacia la evidencia de su celosa, insegura y frágil sombra.


En José vemos a un hombre tremendamente racional al que el rabino le dice en un
momento “lo que ocurre en cabeza ajena es un misterio que no se debe juzgar”. ¿Qué significa esto cuando vivimos en un mundo que nos enseña a controlarlo y juzgarlo todo? ¿qué significa para José que juzga duramente al Dr. Nurko y a su esposa por buscar la calidez que él perdió en el camino?

No es que José se convierta a la religión o se transforme en un ángel de bondad y perfección, eso tampoco sería humano y nos llevaría también a la sombra, pero parece haber reconocido la necesidad de otros (la conversación con el rabino que finalmente le permitirá enterrar a su ex - esposa), el ceder un lugar en su vida a la muerte (ceder el terreno para su cuerpo en el cementerio), las emociones profundas de la vida (sus celos y el hecho de amar a su ex, aún sin haber podido amarla en su depresión).

Son muchos los logros que podemos atribuirle a la muerte en esta película, son logros de Nora que en este caso la personifica, planeando encuentros y desencuentros, confrontaciones y todo lo que sea necesario para que la verdad de la vida se haga presente. Ella hizo esto el día preciso para que todos tuvieran que pasar unos días entre ellos y con sus sombras, con su propia muerte, con lo mortífero en ellos mismos, lo oculto, rechazado o desconocido.

Finalmente un apunte sobre el tema de la comida en esta película: la muerte nos alimenta cada día, todos los que mueren parecen dejar en nosotros preguntas y respuestas que pueden nutrir nuestra existencia. Hay un pasaje del Libro Rojo de Jung en el que se dice que tenemos la obligación moral para con nuestros muertos, de resolver sus preguntas, lo cual no quiere decir que no tengamos una vida propia y una generación propia, sino que hemos de vivir para evolucionar un poco lo que ellos hicieron, no para repetir errores incesantemente. La muerte nos nutre y de esa manera cada muerte puede ser pensada y sentida como un regalo, como algo que hemos de recibir, llorar, sentir, pensar e intuir hasta que llegue el día en que nosotros seamos el regalo.

Lisímaco Henao H.
Psicólogo – Analista Junguiano IAAP