viernes, 10 de junio de 2022

EL PADRE DEVORADOR. Por Murray Stein

El padre primitivo suele ser violento y dictactorial, y se presenta cuando el estado de la consciencia es igualmente violento (en los momentos inmediatamente posteriores a un Caos primordial). La genealogía de los dioses griegos, en una de sus versiones, nos dice que la violencia es mayúscula en Urano y pasa luego a Cronos para finalmente culminar en Zeus, como si se decantara o drenara poco a poco una cierta animalidad primitiva para dar paso a un orden mayor. Pero podríamos pensar que este orden también está lejos de ser el estadio final pues, como afirma Stein, también comporta un peligro. Este texto junto a otras reflexiones nos invita a preguntarnos, según los signos de estos tiempos ¿Cuál es el próximo paso?, y también a observar que, en muchas de nuestras sociedades pareciéramos encontrarnos, todavía, en la fase Cronos de la consciencia, incluso en la fase Urano.

Extraído de “Espejos del Self” (Traducido erróneamente como "Espejos del Yo").  Comp. Christin Downing. Editorial Kairós. Buenos Aires.


-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


La mitología griega, a través de las figuras de Urano, Cronos y Zeus ofrece una imagen definida del trasfondo arquetípico de la conciencia devorada por el padre. Los tres son dioses, pero no son dioses corrientes: son dioses dominantes, reyes, gobiernan a sus anchas. Los tres, además, no son sólo padres, sino padres devoradores.

Cada uno de estos tres ejemplos de padre devorador presenta un matiz diferente en el modelo arquetípico. Urano es quizá el más malicioso de los tres, sin duda el más arcaico y feroz. Sin embargo no devora a sus hijos directamente, sino que los pre-siona contra su madre, Gea, la materia, impidiéndoles nacer. Urano, el cielo, defiende su posición manteniendo a sus hijos inconscientes, encerrados en la madre, ocultos día tras día en la materia.



La conciencia dominada por Urano da lugar a un convencionalismo burdamente inconsciente: «así es como siempre se ha hecho», «esto es lo que me enseñaron cuando era niño». El sujeto es inconsciente de sus actitudes y suposiciones y muestra una falta de autoconciencia prácticamente total y una pobrísima intuición acerca de su trasfondo psíquico. Lo convencional, la tradición y los valores colectivos son asimilados inconscientemente, y lo nuevo, el niño, el futuro desarrollo creativo, permanece encerrado en la madre.

En la sangrienta victoria de Cronos sobre su padre celeste, y en la consiguiente emergencia de un nuevo orden, debemos ver un motivo central del mitologema del padre devorador: el cambio llega a través del acto revolucionario del hijo. El puer asciende y destruye al senex. Uno de los hijos de Urano logra liberarse y castra brutalmente al padre.

Freud situó el miedo a la castración en el hijo. En cambio, este mito lo situaría en el lado del padre: no el hijo, sino el padre es la víctima de la castración. Si la amenaza para el hijo (Cronos) es la represión y el aprisionamiento, la amenaza para el padre es la castración.

La castración es el acto supremo de emasculación y humillación. También es una privación de la capacidad masculina de fertilizar y fecundar; es una esterilización del espíritu.

Si Cronos es al principio puer y portador del nuevo espíritu, pronto se convierte en padre devorador. A través de sus padres sabe que uno de sus hijos está destinado a superarle. A partir de ahí se atrinchera y con la estrategia de comerse a sus hijos intenta resistir la ley vital de que los hijos entierren a sus padres. El mitologema del padre devorador descansa sobre un principio de revolución eterna: el hijo sustituye al padre, el joven desplaza al anciano, lo nuevo destruye lo viejo. Es un mito de cambios. Cronos, el puer que llega al poder, conoce la astucia y la energía de la juventud y está decidido a detener su dinámico avance. Mientras que la estrategia de Urano es mantener a sus rivales potenciales, sus hijos, inconscientes a través de la represión en la materia, la estrategia de Cronos es incorporarlos, espiritualizándolos o psicologizándolos, escindiéndolos de sus orígenes instintivos. A través de este proceso de espiritualización los hijos se ven privados del poder transformador de sus raíces.

Bajo Cronos, la conciencia se halla bien sintonizada con las actitudes y valores predominantes de un colectivo exterior, ya sea la sociedad secular en conjunto, un grupo eclesial, un partido político o cualquier otra cosa. Se halla amenazada por el bullicio inconsciente, por impulsos «infantiles», pensamientos «insensatos» y «chiquilladas». O bien rechaza de antemano a estos niños no queridos o, más a menudo, intenta encontrar en ellos un contenido espiritual positivo, reacciones «juveniles», ideas «interesantes», movimientos del alma «creativos». Este acto de escindir lo positivo y lo negativo, lo espiritual y lo instintivo, lo creativo y lo destructivo, es Cronos tragándose a sus hijos. El futuro generalmente se halla en los niños oscuros, que por naturaleza plantean una amenaza al orden establecido: «el destino de un hombre siempre se configura allí donde se halla su miedo».

Pero Cronos puede ser burlado. Sin embargo, no será engañado por uno de sus listos hijos, sino por Rea, que en este ejemplo desempeña el papel de Gran Madre en su aspecto de protectora de los niños. Rea engaña a Cronos con una piedra envuelta en una manta y hace llegar al verdadero niño, Zeus, a una cueva protegida en Creta, donde será criado por tres ninfas de los fresnos de la montaña Dictea.2 Gracias a la acción de Rea, el movimiento dinámico hacia el cambio a través del hijo revolucionario obtiene un nuevo salto hacia adelante. El ciclo se pone de nuevo en movimiento, pero Zeus es tan diferente de Cronos como Cronos lo era de Urano. El desarrollo dentro de este arquetipo no es así puramente cíclico, sino que tiene más bien una forma espiral en la que a cada vuelta se adquieren nuevas características.

Zeus hace llegar al poder a los dioses olímpicos y el viejo panteón de los titanes queda encerrado en el Tártaro. Pero Zeus, también, tiene rasgos del padre devorador. Su primera consorte es Metis, hija de los titanes Océano y Tetis. Avisado por Gea y Urano del peligro que para él representa un hijo futuro de esta unión, Zeus hace entrar a la embarazada Metis en su estómago y la mantiene allí. De este modo devora a sus hijos potenciales. Esta estrategia parece efectiva, ya que Zeus mantiene su poder hasta el final de la edad mitológica. De él mismo nacerá la hija de Metis, Atenea; en algunas versiones ella emerge, bien pertrechada, de la cabeza de Zeus. Más tarde ella se convierte en su consejera más sabia y digna de confianza.

A diferencia de Urano y Cronos, Zeus tiene muchos hijos a los que no devora. Generalmente es cariñoso y se cuida de ellos. Pero el mito de Zeus ingiriendo a Metis muestra que también él, como anteriormente sus padres, pretende estabilizar el ciclo revolucionario quedándose para él la posición dominante.

Bajo Zeus, la conciencia alcanza un grado de flexibilidad mucho mayor que bajo Cronos. Si contemplamos a los hijos de Zeus a los que se permite vivir, podemos ver la notable tolerancia de opuestos que tiene el mundo olímpico: Apolo y Dionisos, Atenea y Ares, Artemisa y Helena. La Nada relata las hondas tensiones que se viven en el Olimpo; Zeus gobierna, pero sin mano dura. Bajo Zeus, la conciencia es suficientemente flexible para integrar todas las ideas y fuerzas, excepto las verdaderamente revolucionarias. Aquí se ve surgir el ideal griego de la creatividad dentro de un marco de armonía y orden equilibrado. Como no pueden ser integrados, los hijos verdaderamente revolucionarios, con sus impulsos y afanes, son mantenidos en estado latente y potencial en su encerrada madre; se hallan encerrados en el vientre de Zeus.

Bajo Zeus, la conciencia es capaz de contener, tolerar y dejar vivir en un grado mucho mayor que bajo Cronos, cuando todos los hijos eran asimilados en el padre. Pero si el gobierno de Zeus produce estabilidad, tiene su precio: al cancelar la posibilidad de cambios revolucionarios, por muy destructivos que puedan parecer de momento, se pierde a la vez un futuro creativo. Así, en el desarrollo interno de este arquetipo vence el senex más o menos tolerante, flexible y reflexivo. Eso es una ganancia, y una pérdida.