viernes, 21 de marzo de 2014

Autorreferenciada. Una tarde con Leonor Marina Restrepo

Autorreferenciada
Una tarde con Leonor Marina Restrepo*

Por Cristina Hincapié


PRÓLOGO

Hace algo más de dos años, por las cosas que la vida tiene designadas de algún modo y que “uno” no hace más que cumplir de una forma casi automática, o más bien sistemática y carente de consciencia - cuya aparición sólo llega después del acontecimiento experimentado - conocí a Leonor.  En el Centro C. G. Jung Medellín, donde los sueños y las ideas caminan por la sala y nos asaltan en cada almuerzo, se nos ocurrió un día hacer una revista y,  con el empeño característico que nos motiva, no hicimos más que dar rienda suelta a aquel proyecto que sonaba tremendamente fácil en pleno siglo XXI pero que escondía una realidad distinta a la de nuestro imaginario.  Una de mis tareas, para una sección que habría de estar dedicada a “personajes” del mundo de la psicología, era entrevistar a la psicóloga Leonor Marina Restrepo;  sin saber mucho sobre ella, más que unos muy buenos referentes que la convertían en la indicada como personaje de nuestra primera publicación, hice la llamada correspondiente y concreté una cita en un pequeño café de la ciudad, en medio de árboles, aire fresco  y  de diversidad de personajes que se paseaban cerca de nosotras.

Como  imaginarán la publicación de la revista se complicó; la ejecución real en un mundo donde los papeleos, los formularios y los registros técnicos son más importantes que las ideas, los sueños se ven cuestionados; sus ejecutores reflexivos se preguntan si de alguna forma  vale la pena hacer tanto esfuerzo cuando la única pretensión es hablar de este mundo que resulta tan apasionante para nosotros, donde las imágenes del alma se encuentran en torno a una disciplina conocida como “psicología”.

Pero, aunque la revista no vio la luz, el encuentro con "Leo" sí dejó un hermoso texto y una cálida relación que permanece y se mantiene sostenida por los hilos del alma. Este encuentro no sólo propició la larga “conversa” que aquí se transcribe en torno al tema de la psicoterapia y el alma humana; a mí, afortunada, me dejó una amiga, una terapeuta, una mujer a quien querer. Por ahora, sólo les comparto lo que se habló hace años, pero que sigue teniendo la misma vigencia.

Cristina Hincapié
Psicóloga – Psicoterapeuta Centro C.G.Jung Medellín – Candidata a Magister en Teología UPB 





-          Para empezar, hablemos de vos, como terapeuta…  y de la psicología


No quiero hablar como terapeuta,  prefiero desde otro lugar porque yo le tengo un poquito de, ¿cómo lo dijera?… A ver, creo que yo he sido  una mujer que ha querido construir un estilo de vida, un proyecto, que se caracteriza sobre todo por una heterodoxia… soy muy heterodoxa, digámoslo así. Yo las ortodoxias no las sé vivir, eso me aprieta como una camisa de fuerza.  Esa es una característica propia.

Otra característica mía, en  mi desempeño, digamos como persona, como mujer, como psicóloga, que ha marcado mi vida en todos sus ámbitos, mis búsquedas, mis preguntas, mis trabajos, es darle lugar a mi intuición.  Digamos que tengo de manera dominante un pensamiento intuitivo y de sensaciones.  Yo, un poco, me divierto, pensando que mi cerebro y mis neuronas están en los ovarios y en las tripas: en el estómago. Y eso hace que yo tenga una manera de estar en el mundo; y  lo que  he hecho toda la vida, desde niña, ha sido reconocerme así… fortalecer la racionalidad, los sentimientos, los otros aspectos del radar de la consciencia, ¡claro! pero básicamente soportando que yo soy intuición y sensación[1].  Eso hace que  sea entonces muy “inconsciente”, que sea más inconsciencia  que consciencia, si se puede hablar así,  decir eso es muy  problemático, pero vamos a nombrarlo así. 

Entonces,  me autorizo a hablar más desde mí misma, desde lo que he construido en la vida como mujer, como trabajadora del área social y humana, como esposa, como mamá, como amante, como amiga, una enamorada de la vida…desde ese lugar.

Cuando tengo que hablar en “el nombre del padre”, o en el nombre de una institución, o en el nombre de una teoría o una escuela, o de una iglesia – porque también puede ser como una capilla- , ahí me parece “que no”…   en ese sentido, yo creo que un poco mi rebeldía está allí, sin que esto signifique que no he actuado también y movida por el nombre del padre, justamente esta ha sido y será mi búsqueda siempre.

En términos entonces de la pregunta acerca de la Psicología Analítica, qué ha sido para mí, yo diría que ha sido una búsqueda,  un sendero, también ha sido una herramienta, una lamparita que una se pone en la frente y se sumerge, creciendo hacia abajo, una guía que  me acompaña porque me dio , y me ha dado en algunos momentos, todavía sigue pasando, elementos para vivir,  vivir en consecuencia con lo que yo quiero, con esas intuiciones, con esas sospechas que  tengo… creo que eso ha sido vital, porque es una carta de navegación, una brújula.  Y claro, hay asuntos de esas teorías, digamos, de los Junguianos y los Post – Junguianos, que a mí ni me gustan, ni me interesan, ni las entiendo.  A mí me empiezan a hablar, por ejemplo, de lo masculino y lo femenino y eso llega a un punto en el que  a mí  se me vuelve un nudo y un lío, porque son unas categorías que esquematizan, que empiezan a poner las cosas en un lugar del mundo  que a mí ya no me gusta,  entonces me  incomodan… pero yo suelo pasarlos  de largo y  sigo para adelante en lo que voy. 

En una de las ramas, o en el rizoma, en uno de los pelitos que le salen a la raíz como la de la yuca, están esas reflexiones, esas lecturas de la psicología Analítica que a mí me dan todas las pistas, primero para vivir, para construir esto que vamos siendo en los roles, en las pasiones, en esas identidades que se construyen y se deconstruyen todo el tiempo, en esas pasiones diarias con respecto a todo:  a los fenómenos sociales, a los asuntos políticos, a los amores, a los vínculos familiares, al lazo con la gente “de a pie” – es decir con el transeúnte que me encuentro en el camino – ahí hay una riqueza muy grande.

Creo que esas pistas y otras, que me han dado otros referentes de personas que me he encontrado en la vida, en el camino, han hecho parte de la “maleta de viaje” que una lleva.  Dentro de esas pistas conceptuales también, por ejemplo, la teoría feminista, ciertos desarrollos de los feminismos también me han permitido  herramientas para el viaje. También he tenido la fortuna de encontrarme, sobre todo con amigas y compañeras de trabajo, que son filósofas, y esos elementos me han dado muchas pistas… y se van juntando todas esas semillas, alimento que  nutren mi sensibilidad, mi intuición y me permiten construir a partir de  una  sensibilidad que me es propia, con mucho entusiasmo, con cierta creatividad… construyendo sentidos! Es la construcción de sentidos nuevos la que hace que  pueda decir que he vivido unos momentos muy felices. ¡Eso vale la dicha!… la vida vale la dicha vivirla para esas sospechas a las que les das crédito!

Y creo que ha sido muy importante esa pregunta por la Psicología Analítica ahí… acompañando todos esos otros asuntos...


-          Cómo ha sido el proceso de encuentro  con esas teorías, esas herramientas?


Desde muy niña, en el colegio, yo quería ser psicóloga… y no tengo ni idea por qué.  Debe ser porque no quería ser ni enfermera, ni maestra, ni mamá, entonces eso era lo más parecido… ¡yo creo!...porque ahí hay una cosa que tiene relación. Estudié en la Universidad de San Buenaventura entre el 72 y el 78, año en el  que me gradué; participé de la tercera promoción de psicólogos de la Universidad de San Buenaventura seccional Medellín.  Terminados los estudios  salí de la Universidad y empecé a trabajar en el consultorio, en terapia individual, con unas asesorías que venían desde la universidad con lo que era la formación en esa época y que todavía se mantiene: unos psicoanalistas que tenían pacientes y que a la vez eran supervisados con sus casos y hacíamos grupos de estudio con ellos.  Bien, eran unos pares con los que se podía hablar, en una cosa muy psicoanalítica, freudiana y  kleiniana,  eso a mí me incomodaba demasiado pero era lo que había… y estuve ahí un rato largo, trabajé en algunas instituciones educativas, y como a los dos años, empecé a trabajar como profesora de cátedra de la Universidad de Antioquia, posteriormente me vinculé como  profesora de tiempo completo durante doce años. Entré a trabajar en un momento en el que los estudiantes de psicología, llegaron a hacer la práctica pero ellos no estaban formados ni como psicólogos, ni como psicoanalistas, y la Universidad contrató un equipo de psicólogas  para que los acompañáramos en las prácticas profesionales. Allí trabajé  doce años, fui profesora de algunas materias, fui jefe del departamento, fui directora de prácticas… es muy significativo para mí el trabajo de directora de prácticas porque me recorrí a Medellín de cabo a rabo, fui, subí, bajé, me metí a los centros hospitalarios, acompañaba muchísimo a los estudiantes… tenía el mapa en la cabeza de todo lo que hacíamos, e hicimos un trabajo muy rico y muy bonito.

Yo resaltaría de esa experiencia que estábamos abocados a enfrentar a esos chicos en prácticas.  Y mi incomodidad, creo que se acrecentó, porque yo empecé a dictar la clase de psicoterapia, una materia “puente” en ese entonces entre los semestres teóricos y los prácticos, y yo  planteaba a  los estudiantes en la clase que el primer elemento diagnóstico que el terapeuta  tenía para asumir lo que el paciente le estaba mostrando, era “lo que le decía la tripa”; que  lo primero que tenia que hacer el terapeuta era conectarse con lo que le  decía el estómago para  saber el paciente qué necesitaba… y esta manera de asumir la clínica y la terapéutica era muy difícil de soportar y de tolerar por parte de los estudiantes en ese ámbito académico-freudiano.


-           Y esa tendencia continúa...  (Intuyo... o afirmo)


No lo sé. Yo me retiré de la Universidad en el año 92, fui a algunos cursos de extensión posteriormente, a los cursos que dictaba la profesora Marta Vélez sobre las teorías de Jung, pero hasta ahí… yo no volví a saber mayor cosa de la facultad, ni del departamento…  Fue una experiencia difícil, de mucha soledad, de mucho dolor… porque claro, sentir  que mis neuronas están en los ovarios,  en las tripas, si yo soy tan intuitiva, si soy pura sensación, estar en ese marco de la academia no fue  fácil.  Era una cierta situación de marginalidad, y la resolví renunciando  a la universidad; si fue mejor o peor, no lo sé…Cuando me retiré de la universidad fue un momento muy importante. Por ese entonces aconteció el desastre de Armero, y con ese desastre  la Universidad de Antioquia autorizó que trabajáramos algunos docentes del área de la facultad de ciencias sociales  y  psicólogos,  en  ese tema.  Debíamos viajar… yo fui durante mucho tiempo el enlace entre los profesionales que viajaban a Armero y hacían apoyo, la Cruz Roja y la Universidad.  Nunca viajé…. Escuchaba  lo que la gente contaba cuando llegaba y cuando venía, y había cosas que se reventaban porque los psicólogos en esa época iban, llegaban, y leían la situación desde una perspectiva teórica, y eso a mí no me casaba,  a mí ese rompecabezas no me armaba.  Después de esta experiencia  me fui metiendo por la vía de la psicología clínica en el tema de los desastres naturales,  posteriormente  hubo un desastre  en Medellín, en el barrio  Santo Domingo, se vino un alud de tierra, tapó muchas casas,  mucha gente que se tuvo que ir a los albergues, y la Universidad nos volvió a proponer que participáramos de esta intervención  para realizar  un trabajo práctico, y  con un grupo de estudiantes que yo acompañaba en  las prácticas  y que le apostábamos  a una psicología social, trabajamos arduamente. 

Pero sólo había una posibilidad de hacer el trabajo. Allá no necesitaban psicólogos, allá requerían  empadronadores, es decir quién realizara un censo con los damnificados, y  un grupo de estudiantes se animó y nos fuimos a empadronar a las personas que habían vivido el desastre.  Recuerdo que algunas compañeras fueron el primer día y volvieron a la Universidad y dijeron “allá no tenemos nada qué hacer”, pero un grupo de estudiantes y yo  nos quedamos esperando a que la Defensa Civil y la Cruz Roja nos  dijeran cómo empadronar a la población y por allí empezó un trabajo de psicología clínica y desastres.

Eso empezó a parecerme un trabajo que tenía más sentido para mí.  Yo puse en relación este trabajo  con la práctica de tiza y tablero, y el rigor lacaniano, la lectura freudiana,  y me dije: “esto para mi, no es por aquí”. Tengo que reconocer que fue  muy  divertido y de muchos aprendizajes  leer a Freud, pero, insisto, desde cierta perspectiva: por un lado la existencia del inconsciente, pero por otro, las discusiones críticas que pude hacer con Marta Vélez, a raíz de la realidad de las mujeres en la época victoriana.   Leer “El Caso Dora”, “La Interpretación de los Sueños”, “El Hombre de los Lobos”…. Fue una experiencia  riquísima para mí,  Su teoría del origen del deseo,  algunos apartes como  “El Sueño de Irma”…. ¡Era  maravilloso¡; posteriormente recuerdo ahora,   las historias de los viajes de Freud y Jung a Estados Unidos y las tramoyas que se armaban y los compromisos que se hacían, y un poco ver cómo eso que yo sentía, como esa cosa que yo no sabía nombrar, Jung la planteaba en sus escritos, y tomó decisiones con relación a eso… se apartó de “el padre”, ¡fue muy bonito!

Ese recorrido fue muy lindo. Y pasó otra  cosa: a raíz de todos esos desastres, entre comillas “naturales”, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), en convenio con la alcaldía de Medellín y la universidad de Antioquia,  conformó  un equipo interdisciplinario  para plantear una propuesta educativa en prevención y atención de desastres. Hicimos  una propuesta muy bonita llamada “NUESTRO COMPROMISO CON LA TIERRA”, con una perspectiva  digámoslo, psicológica que lograba poner en relación la educación desde el ser humano en relación con la naturaleza. Y cuando ese trabajo se terminó yo ya estaba más afuera que adentro de la academia.

En todo este proceso que he contado, es muy importante mi  encuentro  con Marta Cecilia Vélez Saldarriaga[2].  Nos  encontramos  en la Universidad y fue un encuentro muy bello, muy amoroso, de muchos aprendizajes. Ella era filósofa, y le contaba,   que yo chiquita había pensado en estudiar filosofía, pero que no lo  había hecho porque yo no hubiera sido capaz, yo hubiera perdido el primer semestre, porque no lograba pensar claramente qué era lo que decían los filósofos.  Esos señores hablan y dicen cosas que yo como que no entiendo y yo necesitaba traducción… y tuvimos largas conversaciones, algunas de cafetería, “en la cafetería de Hugo” en la universidad, y yo le decía: “Marta, explícame a Hegel como si yo fuera una señora que vende plátanos en la plaza de mercado”.  Y ella me lo explicaba.  Ella me explicó así a Hegel.

Marta había hecho una opción política por el  feminismo, estaba trabajando para esa época la  anti-psiquiatría,  y tenía todas las preguntas del mundo, todas las críticas, y yo todas las ganas de saber!. Hicimos una amistad de veinte años, un encuentro  maravilloso y muy bonito y yo aprendí mucho, porque le pude dar forma y cuerpo a mis intuiciones, a mis sensaciones;  fue muy amoroso y divertidísimo.

Interpelábamos todo el tiempo la teoría falo céntrica, hablar “en el nombre del padre”… y había un factor muy importante y vital y es que ese encuentro con Marta  lograba una cosa que es de lo que hemos venido hablando en esta entrevista, que tiene que ver con la vida.  Las conversaciones filosóficas no eran letra muerta, era un asunto completamente  vital, algo que  potenció todo: el cuerpo, la posibilidad de hacer la tarea de ser profesora. Recuerdo que una vez le hice una propuesta: “negociemos una cosa… usted escoge su horario de dar clases y luego yo escojo  el mío, de tal manera que yo pueda ir a verla dar  clase para aprender a hacerlo… y  así fue.  Después en otro  momento compartimos y dimos una clase juntas,  era una cátedra de ocho horas a la semana y la preparábamos juntas, y la desarrollábamos  juntas, y fue una experiencia de muchos aprendizajes y yo boté los miedos, aprendí demasiado, ¡era otra cosa!

Dentro de las cosas posibles imaginamos alguna vez una propuesta y la propusimos a la Universidad: queríamos que nos entregaran un grupo de estudiantes en primer semestre y nosotras lo llevábamos hasta  décimo,  ellos verían unas materias por fuera de la Universidad incluso, pero había unas líneas de trabajo del proyecto vital y profesional hasta el décimo semestre; llegamos a pensar que ese currículo se podía abrir y que los estudiantes  podían  tener unas materias electivas en otra facultad de la Universidad o en otras Universidades,  nos soñamos una cosa muy  visionaria…. Pero eso fue una idea, un sueño, un proyecto que nunca se llevó a cabo.

Una anécdota importante de ese tiempo en la Universidad que  me gusta mucho: cuando los estudiantes llegaban a primer semestre me reunía con algunos profesores y les dábamos la bienvenida, yo les llevaba el primer día, - eso en la Universidad de Antioquia no se estilaba, porque era un ámbito demasiado impersonal,  era  un mundo como de nadie, había mucha soledad - en fin, les llevaba a los estudiantes un poema de Kavafis[3] que se llama “Ítaca”, el primer día de clase. Y  cuando se graduaban, les regalaba  un separador de libros que tenía un texto de Borges, donde a él  le preguntan: “¿cómo se enseña la literatura?” y él contesta que él no enseña literatura sino “el amor por la literatura”.  Eso era un poco como las señales  de una cosa que yo era… ese recuerdo me gusta mucho.


-          ¿Y qué pasa cuando sales de la universidad?


Yo viví lo que tenía que vivir allá, fue un tiempo muy bonito, de mucho dolor, pero el dolor también tiene su rostro muy bello. Surgió el proyecto “NUESTRO COMPROMISO CON LA TIERRA”, en el que  Marta Vélez nos  asesoró y apoyó con la elaboración de un  video  llamado “Todo es Uno”, con los  cuatro principios de Hermes Trismegistro: “lo único constante es el cambio”, “todo está en movimiento”,  “como es arriba es abajo” y “todo es uno”. Marta le dio horizonte  al trabajo…

Posteriormente  me fui a trabajar con la Gobernación de Antioquia  en la Secretaria de Salud  y con el material de “Nuestro compromiso con la Tierra” me fui a “brinconiar” de pueblo en pueblo, de hospital en hospital, de grupo en grupo; me monté en esa locura y me fui a hacer esa tarea.  Fue muy satisfactorio y liberador,  un trabajo muy creativo, muy artístico. A esta propuesta le incluimos un aspecto lúdico con música, teatro y otros elementos que la enriquecieron y la constituyeron en algo  muy vital.

Y me recorro otros mundos: a Medellín y los pueblos, porque lo hacíamos desde las Secretarías de educación y salud, con grupos de trabajo ambiental; y ahí pasaron  muchas cosas, pero quiero resaltar una: estaba con este tema de los desastres, de lo ambiental y conozco a  Gustavo Wilches Chaux[4], un hombre que trabaja el tema de la educación ambiental y que me enseñó mucho, y me llevó por otros horizontes. En el año 1999, participé en un concurso y gané la convocatoria para  realizar  13 jornadas de salud mental en 13 municipios de Antioquia, propuesta que hicimos con un grupo  de 35 personas que rotaban y en la que continuamos aplicando una metodología lúdica y participativa.

Pero se recrudeció el fenómeno de la guerra en este  país y se acrecentó el desplazamiento de una manera muy cruda, empezamos entonces a atender los desplazamientos masivos en los municipios de Antioquia. En este camino conozco a otra mujer que se llama Carmenza Posada, que es Filósofa también y estudió Psicología en la Universidad de Antioquia, quien con  una perspectiva muy política de su trabajo como psicóloga me permite  reconocer otros enfoques; como caída del cielo o yo no sé de dónde, a mí me llega  esta otra mujer con un saber, con una práctica, política, que me ofrece  mucho y que me permite recrearme, aprender y echar mano de  ciertas herramientas para “la maletica”. Y ahí estuvimos  trabajando desde distintos lugares el tema del desplazamiento. 

En este momento estoy haciendo un trabajo en la Seccional de Salud, con salud mental y desplazamiento, ese es el punto en el que voy. Y… bueno, es la perspectiva política desde la  institucionalidad, con entidades del estado  en una búsqueda incesante de cómo atender una población que es “víctima”, que sufre desplazamiento armado en el marco de un delito de  lesa humanidad.  Ese es un problema que revela asuntos estructurales muy fuertes en este país y ahí estoy, aprendiendo a intervenir y a visibilizar los problemas más estructurales.

¿Por qué está cruzada? ¿la experiencia de todos estos años?... por algunos escritores como James Hillman[5], que yo lo leo y vuelvo a leer y me da unas herramientas fantásticas.  Por ejemplo, esa teoría de “la imagen”… si yo tomara prestado un término de una amiga (“ojitos azules”), ella dice “yo soy tan auto -referenciada”… y yo digo “eso es también lo que yo soy: auto - referenciada”,  entonces logro como darle cuerpo a una cosa que una niña mía siempre quería y es saber yo qué siento, y qué sentido le doy a esto que siento, y hacia dónde voy. Entonces a mí  casi todo me habla, como “imagen”, y eso me divierte mucho, a veces me da mucha alegría, a veces me da mucho dolor, a veces todos los estados; pero yo tengo cuerda para seguir en esa pista.

En una época de la Universidad de Antioquia, participé  de una clase que dictaba una profesora, Filósofa, Clara Posada, y ella daba unas clases de “Nueva Cultura”, exquisitas, y hablaba de cibernética, esa mujer nos contaba que cuando ella salía por la mañana para la universidad,  a las 5:30 a.m., abría la puerta de su casa y miraba para arriba y se decía a sí misma: “Dios mío, qué quisiste decir conmigo” y se iba para clase. Este recuerdo me estremece, porque en mí permanece la pregunta, la necesidad de construir esa ruta,   confiando en que soy única e irrepetible y eso que  soy, eso que  nombro y que me anuncia el cielo por las mañanas,  lo logro armar con mucha dificultad, con mucho trabajo y con mucha “briega”[6] como dicen los campesinos. Bueno, me cuesta los hígados pero me gusta… y lo tengo que hacer.

Todas esas posibilidades, toda esa teoría de la imagen, digamos, que me da tantas pistas, sin ningún rigor, me ha permitido tres cosas,  para ponerle un número: Primero, me ha permitido tener una vida emocional, afectiva, muy bonita.  Una vida amorosa de mucha libertad, porque creo que mis amores se extienden más allá de la familia; he podido dar rienda suelta a todas las que  habitan en mí y hacerme cargo de cada una en la medida de lo posible, y que la una no asuste a la otra, ni le ponga la pata, ni le diga “no salga”… en fin todo ese juego.  Y eso en la vida familiar tiene un peso fuerte y grande que lo he podido compartir con los míos.

Lo otro es en el trabajo clínico, psicológico, terapéutico.  Yo he hecho trabajo clínico desde que salí de la universidad, hace 32 años… siempre he hecho terapia, pero la más heterodoxa.  Yo puedo hacer una cosa muy bonita y es siempre revisar ese ejercicio terapéutico, yo no me caso ni con la primera consulta, ni con la última, ni con el pago, ni con el no pago, ni con el diván, ni con la silla, ni con el consultorio, ni con el encuadre. Ese ejercicio terapéutico ha pasado por todos los estilos.  Ya lo que era el diván no es un diván sino un nido… en fin.  Creo que puedo evaluar ese trabajo con algo y es que hay una capacidad de conectarme con esa otra o con ese otro que está ahí, increíble.  Es un conecte que no sólo es a nivel de lo terapéutico individual sino también cuando hay trabajos educativos, de formación, a mí se me sale una arrebatada, un poco histriónica… y eso me produce yo no sé qué sensación tan maravillosa.  Algún tiempo, no muy largo,  sólo trabajé en consulta, no fue un tiempo fácil porque es muy tremendo que tú vivas de la clínica…


-          ¿Y ya no haces psicoterapia?


Sí…  yo conservo ese ejercicio y creo que siempre lo voy a hacer, hasta que ya no se posesione de mí esa que puede conectarse con el otro y acompañarlo en unas preguntas que se está haciendo y que se conjugan también con las mías, seguramente.  Creyendo en todo el peso que puede tener ahí la subjetividad. Ese es un proceso completamente subjetivo, pero es un encuentro amoroso y transferencial muy bello, ese trabajo es de crecimiento permanente. Y cada vez soy más atrevida, si eso es atrevimiento desde cierto lugar del mundo. El problema no es el encuadre, ni el lugar, es otra cosa, es una cosa muy vital, es una cosa donde yo me hago Las preguntas que quien está al frente se hace y nos vamos juntos en eso.  Lo maravilloso  de ese trabajo es que son procesos que perduran en el tiempo sin el afán de cuándo viene a la próxima consulta, y cuándo es la próxima cita y si se paga la sesión a la que no se asiste… es una cosa muy particular y muy única. Y puede haber gente que va con la expectativa del análisis, pero yo no le pongo a eso ningún calificativo ni lo enmarco en nada.  Como también hice un tiempo trabajo con personas que sufrían de pánico, de trastorno de ansiedad, estaban muy medicadas…y es  muy  especial.


-          Y ahora con la Seccional de Salud, ¿qué estás trabajando, qué haces allá?


Estoy  en un equipo de asesoría y asistencia técnica a los municipios.  Tenemos a cargo unas líneas temáticas, yo estoy acompañando el equipo que está trabajando la línea temática de  atención psicosocial para población desplazada, estamos empezando a atender en esta perspectiva  y trabajamos con otras líneas como trastornos mentales, prevención de suicidio, prevención de violencia y abuso sexual,  y otras violencias. Te había dicho que nombraría tres cosas, llevo dos…  primero desde la perspectiva personal, afectiva, amorosa, familiar, ahí un trabajo muy importante.  Segundo en la clínica también y tercero en este trabajo con una perspectiva más social y política, como estar preguntándose por el tema de la guerra, el tema del mal, el tema del miedo, el tema de esto tan oscuro que es la violencia.


-          Desde el principio me dijiste que esto no se trataba de hablar desde tu posición como terapeuta, pero cuál es la perspectiva y la percepción que tienes de lo terapéutico, ¿qué es para Leonor lo terapéutico?


Es un ámbito que se construye, donde alguien tiene preguntas desde el lugar de sí, por lo que hace, por lo que vive, por lo que quiere; y ese ámbito está nutrido por una desazón, una angustia, un no saber… ¿cómo es que yo quiero? ¿Cuál es mi proyecto vital o mi plan de vida? ¿Cómo pudiera ser yo un poco más feliz?.  Ahí creo que siempre estoy dejándome preguntar eso que quien pide la consulta o el espacio para hablarlo se pregunta.  Yo soy capaz de transitar y de navegar cogiendo uno de los remos, quien llega coge un remo yo tomo el otro, y nos vamos un poco a la deriva en ese mar, dejándonos conducir por ciertos vientos o como en una vela, al vaivén de los vientos cruzados, qué se yo.

Teniendo muy claro que los seres humanos somos capaces de lo mejor y también somos capaces de lo peor, es acompañar en eso a quién te pide el espacio. Y esa compañía es compañía para mí también. Esto por ejemplo me lleva a decirte que la relación, el vinculo terapéutico, el encuentro de esas dos almas que toma cuerpo en esa conversación, una vez, dos veces, cien veces, hoy, dentro de un año, potenciará una cosa que se revela en el cuerpo en la conversación, en el diario vivir.

Yo recuerdo alguna vez que atendí un historiador, educador con énfasis en el trabajo con la Historia. Hacía trabajo terapéutico conmigo, y me llamó un año y medio después de habernos visto la última vez y me dijo: “Leo,  ¿me haces monitoreo y seguimiento, latonería y pintura?”, y volvimos a conversar.  Es en esos términos como podría hablar del encuentro terapéutico.

Hay una cosa que yo no sé nombrar pero creo que la relación con esas personas que van a hacer trabajo terapéutico conmigo, es como un encuentro tan de almas, esa es la palabra que yo no encuentro, no lo había pensado tanto como hasta este momento. En muchos casos cuando hay un encuentro de almas queda otra cosa.  Entonces nos podemos encontrar en otros espacios y es un encuentro muy cercano, muy maravilloso, diría yo. Eso es  muy satisfactorio. Siempre le he puesto mucho cuidado,  en la  terapéutica, al  vínculo. En el ejercicio clínico se  corre un riesgo muy grande y es que el terapeuta no viva (por decirlo de alguna manera), y sí, un poco que se defienda, se ampare, se escude en el que viene a la terapia. Entonces estoy muy atenta a eso, le pongo mucho cuidado,  porque eso sería imperdonable. La terapia puede ser un síntoma.

Yo recuerdo que dentro de los parámetros con los que pensábamos la terapéutica, una pregunta que nos hacíamos era: ¿si quien llega a la consulta, hablando del paciente, se hace preguntas que el terapeuta no se ha hecho, qué pasa? No porque yo tenga que haber vivido ciertas cosas para poder entrar en la relación, ¡no!, no necesariamente, pero en términos de la pregunta, si el otro, o la otra, viene y se hace unas preguntas que yo no me he hecho, como terapeuta, puedo escuchar eso?, ahí hay un filón en el que se deben pensar asuntos complicados.  Entonces yo estoy muy atenta siempre a eso, porque se  corre el riesgo de sumarse a la capilla; éste se mete en mi capilla, y va por el camino derechito para Belén o para donde sea que yo le proponga. Intento estar muy atenta siempre,  para no incurrir en ese craso error y cortarle las alas o el vuelo a quien consulta,  porque  a veces se tiene alas pero no se tiene vuelo, o se tiene vuelo pero no se tienen alas… en ese sentido ha sido muy exigente  el trabajo terapéutico.


-          Leo, ¿sientes que es distinto ese acompañamiento cuando es la clínica individual y cuando es frente a lo social, o va más o menos por el mismo camino ese asunto de la terapéutica en los dos ámbitos?


No es igual.  Es importante saber dónde estás parada, si aquí alguien viene y te pregunta por él, por ella misma, de su construcción de sentido, yo para dónde quiero ir, si yo vengo aquí como un individuo, como un sujeto, yo Leonor Marina qué quiero saber de mí, eso puede tener muchas salidas y muchas puntas; pero eso es un ámbito muy distinto a llegar a un trabajo grupal, porque ahí se mueven otras cosas.

Pero sí, digamos que cuando yo me paro frente a una intervención, la que sea, estoy muy abierta a qué es lo que tengo que hacer ahí, para que quien está enfrente de mí pueda conducirse, digamos, desde él mismo.  ¿Cómo dijera yo eso? Yo no me paro desde el “deber ser”;  si yo estoy en una reunión, por ejemplo en un comité en un municipio hablando del tema del desplazamiento y de un proyecto que el Municipio está planteando para un grupo de campesinos que están viviendo en una vereda y tienen determinadas dificultades, lo que yo sí tengo claro es que cuando los hombres hablan, hablan como ellos desde sus necesidades, desde su esquema, desde sus estereotipos; entonces si la reunión se torna alrededor del tema de las gallinas, eso a los señores no les interesa porque las que tienen gallinas son las mujeres; si van a construir una escuela, entonces ahí están los adobes, el cemento, quién va hacer la escuela, y el problema es dónde vamos a construir la escuela, entonces los hombres dicen, “pues construyámosla allí” y las mujeres no hablan, entonces yo les digo a las mujeres: “bueno, ustedes que piensan”, “pues es que esa escuela en ese punto, los niños tienen que cruzar la calle que es la carretera principal; tienen que caminar un pedazo solos; yo tengo bebés entonces yo no puedo llevar los niños y las niñas hasta la escuela”. Entonces digamos que hay unas perspectivas desde el lugar de mujeres, de ser mamás encargadas del cuidado y otras desde el ser  hombres, ser papás,  que marcan diferencias, entonces la lectura siempre hay que hacerla desde un punto de vista o desde un enfoque  psicosocial. 

Si estoy en una reunión con un equipo de trabajo con una clínica y están los porteros, las auxiliares de enfermería, las secretarias, las encargadas de contabilidad, los médicos anestesiólogos, y cuando cada quien habla ¿desde dónde habla?,  ¿qué dice?. Entonces es muy posible que hablen las enfermeras, los médicos, los administradores, y cuando le pregunto al señor que hace la portería que él qué piensa me dice “no pues…es que ya todos lo dijeron todo”  Entonces la posibilidad es decirle: “venga, un momento, sí, ellos ya lo dijeron todo seguramente; pero si usted lo dice en sus palabras, desde su lugar de estar parado en la puerta de la clínica, usted lo va a decir seguramente en parte como ellos, pero también como usted mismo, usted tendrá otras cosas y que usted lo nombre y lo diga hace una diferencia”.  Logrando rescatar eso que también él tiene que decir y que él se reconozca y los otros y otras que están ahí  lo reconozcan nombrándolo a su manera,  a su forma.  Es tener ese cuidado, esa sutil diferencia.


-          Pero también buscando de alguna manera, siento yo, mezclar eso individual en el colectivo.  ¿Rescatar en lo social y en lo colectivo lo individual y viceversa?


Claro, esa condición subjetiva  que la otra o el otro tienen y que no es fácil rescatarla.  Porque si somos  parte de un equipo de trabajo, en la institución médica la palabra la tiene tanto el   médico que tienen una relación de poder distinta con lo que pasa en la institución como la tiene otra persona que hace parte del equipo y que atiende por ejemplo la portería del hospital, entonces se trata de que podamos darle  la palabra a quienes hacen parte de ese cuerpo de la clínica, esto le da otro sentido a la participación.

Participar por ejemplo en un municipio en un comité donde se trabaja el tema del desplazamiento y hay una integrante del comité que es la representante de la población  desplazada, que lleva un año en el comité y nunca habla porque  qué va a decir al lado de los funcionarios, de los señores públicos, de los políticos, de los doctores que tanto hablan; y es terminar el comité y decirle a ella que nos tomemos un café  y seguir la reunión, y decirle: “venga, usted participa en esos comités, ¿usted no habla? Usted no participa, ¿por qué no lo hace? Si usted es la representante del grupo que esta desplazado”, pensémoslo.  Pero no desde el “deber ser” sino desde la posibilidad que ella tiene de hacerlo un día. Seguramente que mi intervención tendrá efecto en ella, puede que no, yo no sé eso, ya no está en mis manos, pero sí ofrecerle, abrirle, digamos, esa puerta y decirle, usted también tiene una responsabilidad y podría construir esa oportunidad de decirlo, con sus palabras a su manera, puede que no sea escuchada, pero es muy importante que usted sepa que no es escuchada y lo pueda nombrar.

Estar en una reunión de sobrinos, primos, los hijos y ¡vámonos para tal parte! Y decirles un día, bueno, vamos a hacer un ensayo, ¿qué quieren hacer? Entonces diez dicen que quieren hacer una actividad y uno que casi nunca habla dice “no, hagamos otra cosa”, y decirles: “démosle la posibilidad a la minoría, hagamos lo que él dice y no lo que dice la mayoría”. Entonces es interpelar esas otras formas de comunicarse, de relacionarse, de vincularse.


-          …que se mueven muy distinto en lo social…


Exacto.  Eso tiene unos límites, pero también tiene unas posibilidades.



-          ¿Te parece fácil ser psicóloga? ¿O qué pensás de ese “ser” frente a esa profesión que hemos decidido, o que alguien ha decidido por nosotros? Uno nunca termina sabiendo quién decidió pero ahí estuvimos, ¿cuál es tu postura frente al qué hacer?



Yo creo que la posibilidad de ser terapeuta, de hacer terapia desde el lugar desde el cual yo lo he ido construyendo, llegó un momento en la vida mía que eso se vuelve como una filosofía de vida, es una manera de vivir, es un manera de estar en el mundo; por eso lo de auto referenciada por ejemplo, por eso lo de las imágenes.  Yo no podría decir si es fácil o difícil.  Porque yo a veces digo, ¿yo si seré psicóloga? En un lugar del mundo pues sí, claro que sí.  Pero en otro no sé por qué ya ahí se borra una cosa, ahí ya hay unos límites que yo no establezco, yo creo que hay algo del estilo de vida y creo que afortunadamente como yo no hago un ejercicio de interpretación, yo no ando interpretando, “y esto es aquello”; pongo un ejemplo: hay un texto que nos gustó en algún tiempo, a mí no mucho; pero algunas personas leen el texto de “La enfermedad como camino” [7] y a eso le van dando como unos significados que van interpretando, y a mí esas vainas no me funcionan, a mí no me funciona;  yo necesito un sistema de construcción de sentido mucho más amplio, mucho más abierto, para no incurrir como en un esquema que cierra y congela los sentidos por construir, de manera azarosa y aún mistérica.

Yo creo que eso se vuelve difícil, pues seguramente que sí, debe tener muchas dificultades, pero cuando a mí se me vuelve una cosa difícil digo: “no tengo los elementos conceptuales para pensarlo, las herramientas metodológicas o técnicas para abordarlo”, entonces se me vuelve muy difícil.  Entonces no es la psicología o el ejercicio de la psicología, es la pregunta que yo no sé esto con qué se come, con qué trapitos o con qué pincitas lo cojo, entonces me embarco en el vuelo,  vamos a ver de qué me tengo que pegar para transitar por ahí. 

En este momento hago un ejercicio, por aquello de la educación ambiental, yo hago una asesoría en un rio de Apartadó[8] en dos comunidades, cada mes voy a esas dos comunidades al río y por un acuerdo institucional y programático hago de maestra de escuela rural en esas escuelas, dos días o tres cada mes. Ahí estoy haciendo una cosa interesante porque  llego a las ocho de la mañana y de ocho a diez estoy con quinto y sexto, de diez a doce con tercero y cuarto y de doce a una o dos con primero y segundo;  y estoy ahí y los contenidos que desarrollamos son parte del currículo, son actividades alrededor de la educación ambiental, pero también en una perspectiva vital acompañando las reuniones con la Junta de Acción Comunal y con el grupo de las mujeres y ahí me recreo mucho, me interpelo y me pongo como parte de la comunidad. Entonces a mí se me vuelve muy divertido. En  el 2004 - 2005 yo decidí  hacer la maestría en el CINDE [9] en Educación y Desarrollo Humano,  intentando pensar lo educativo y esas fronteras entre lo educativo y lo terapéutico, que en un lugar del mundo se me entrecruzan estos dos campos del saber tan porosos. Entonces la psicología ya es más otra cosa… que me agrada, me gusta hacerla, no me quita el sueño, no me desvela,  me deja dormir tranquila;  entonces no sé, yo finalmente creo que la puedo hacer, como una cosa que dan los años, que da la experiencia, que da, sí, como el tempo, una cosa muy libre de cierta manera y de mucha pasión.



-          ¿Y volverías a ser docente?



Yo no sé, en este momento tengo esta propuesta de trabajo: hay un psicólogo que está trabajando en una especialización en la facultad de enfermería[10] (hay muchas cosas qué hacer en la facultad de enfermería que me encantan),  en esa facultad de enfermería están haciendo una especialización  en arte terapia[11] y él me invitó a que hiciéramos un módulo juntos para proponer un ejercicio que es la construcción de un personaje, los que vayamos a estar ahí vamos a construir un personaje para hacer un carnaval, cada uno tiene que construir su propio monstruo, ”lo más monstruoso en mí”, yo construyo digamos con cabeza tronco y extremidades un ser monstruoso que yo soy, que me aparece, escribo sobre él, lo pinto, lo construyo; lo construyo en cartón, de tamaño gigante o a escala  y cuando todos tengamos la construcción de ese personaje vamos hacer un carnaval, vamos a ir con tambores a bailar y vamos hacer una fiesta, con el ánimo de reconocernos en ese ser monstruoso y saber que las dificultades que enfrentamos con el otro o la otra no son nada personal sino el resultado de esos otros monstruos que nos habitan.


-          Además este cuento del teatro y la psicología logran comunicarse de una manera muy valiosa.  A mí me genera mucha duda Leonor con eso de la academia, el tema de ceñirse en la práctica de la psicología a  una cosa que se da en una habitación,  y el uno frente al otro, en una hora a la semana.



Vea yo le cuento una cosa bastante complicada. Yo estoy trabajando en un grupo de 35 psicólogos en dos meses de 150 porque van a venir de 125 municipios; un psicólogo por municipio y puede que no tengan la sensibilidad, ni la literatura, ni el arte, ni el teatro, ¿cierto? Pero yo necesito trabajar con psicólogos que sepan qué es la violencia, qué es la guerra, cómo se interviene en la guerra, cómo se interviene con comunidades, cómo se interviene con  municipios, cómo desde la institucionalidad vos trabajas la parte psico-social, ¿y la universidad qué ha hecho por eso?, ¡Ay no!…qué es esa irresponsabilidad, porque la academia sí la hace todo el mundo. Vea, a mí me dice la ingeniera, “bueno Leonor nos vamos para el río y vamos a celebrar el cumpleaños de la tierra”, yo nunca le digo que no, le digo “listo y usted cómo lo piensa celebrar” y me dice “y usted cómo quiere”, y yo le digo “qué dijo la profesora Carolina que es la directora de la institución, y qué dijo el profesor tal  y la profesora tal, vamos a preguntarle a los niños y las niñas qué día cumple años él y qué importancia tiene celebrar el cumpleaños”, entonces llegamos a la escuela  y se puede decir que el cuarenta o treinta y cinco por ciento sabe la fecha del cumpleaños, el resto no, entonces yo me monto por ahí, me pongo hablar de los cumpleaños: quién celebra el cumpleaños, por qué, para qué, cómo se celebran; hasta que hablamos de la celebración del cumpleaños de la tierra para que eso tenga un sentido, para que eso los cruce a ellos, es una cosa sencilla, ¿cierto? Entonces yo intento construir unas herramientas y una metodología que permita hacer esa tarea con más sentido y modificar desde ahí el currículo. (…)


EPÍLOGO


Nuestra conversación no se acabó aquí.  El disfrute de haber conocido a Leonor me deja con una sensación cálida y plena.  Seguimos conversando sobre el arte y la propuesta de arte terapia, sobre los problemas de los psicólogos de la “academia”, sobre la idea de la revista y del Centro Jung… y nuestras conversaciones se han extendido a lo largo de estos años.
Bienaventurada y agradecida.






Leonor Marina Restrepo. Colombiana. Psicóloga USB. Magister en Educación y Desarrollo Humano CINDE.

[1] Aquí se hace  referencia a los que Jung denominó el “Radar de la consciencia”, es decir, las cuatro funciones que tenemos a nuestra disposición para orientarnos en los mundos interior y exterior, ellas son: Intuición y Sensación (funciones con las que percibimos, es decir, recogemos información) y Pensamiento y Sentimiento (funciones con las que hacemos juicios y tomamos decisiones sobre lo percibido). Sumado a esto Jung define dos modos de dirección de la energía y el interés psíquicos Extravertida o Introvertida. La combinación de una función de percepción y una de juicio, más una actitud (Intro o Extravertida), da como resultado nuestro tipo de personalidad consciente y, de paso, señala lo que en términos de funciones y actitudes, domina en lo inconsciente, es decir, la personalidad inconsciente que completa a la personalidad total.

[2] Marta Cecilia Vélez es Filósofa de la Universidad Pontificia Bolivariana, Doctora en Psicoanálisis de la Universidad Complutense de Madrid y docente de la Universidad de Antioquia en cursos relacionados con la Psicología Junguiana.

[3] Konstantino Kavafis. Poeta griego (1863 -1933).  Una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna.

[4] Acerca de Gustavo Wilches-Chaux: En su página web se presenta sí mismo como "ex alumno del terremoto de Popayán y ex alumno del terremoto de Tierradentro, con un postgrado en el terremoto del Eje Cafetero".  Se graduó en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad del Cauca. Fue Director Regional del Servicio Nacional de Aprendizaje SENA en el Cauca. Estudió producción de audiovisuales en Bristol y Manejo de Desastres en Oxford.  Dirigió la Corporación NASA KIWE. Fue el primer director del Ecofondo, estuvo a cargo de la Fundación para la Comunicación FUNCOP CAUCA en Popayán y es uno de los miembros fundadores de LA RED (Red de Estudios Sociales sobre Desastres en América Latina).
[5] James Hillman. (1926). Psicólogo norteamericano.  Analista Junguiano. Estudió en el C.G. Jung-Institut de Zürich y se convirtió posteriormente en su director. Ha desarrollado una línea de trabajo dentro de la escuela junguiana, denominada “psicología arquetipal”.

[6] (De brega). 1. f. brega. 1. f. Acción y efecto de bregar.  Bregar: 1. tr. Amasar de cierta manera.  2. intr. Dicho de una persona: Luchar, reñir, forcejear con otra u otras. 3. intr. Ajetrearse, agitarse, trabajar afanosamente. 4. intr. Luchar con los riesgos y trabajos o dificultades para superarlos.

[7] Dethlefsen, Thorwald. Dahlke, Rudiger.  Título original: Krankheit als Weg. La enfermedad como camino. Editorial DEBOLSILLO. 2009

[8] Apartadó: Municipio de Colombia, localizado en la subregión de Urabá en el departamento de Antioquia.

[9] CINDE. Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano

[10] Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia.

[11] Diploma “CUIDARTE”