miércoles, 16 de febrero de 2011

Reflexiones como invitación a un grupo de trabajo en psicoterapia analítica.


Por: Lisímaco Henao Henao.

RIZOMA



Grupo de trabajo en psicoterapia analítica





"La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura sólo un verano. Luego se marchita. Es un fenómeno efímero. Si se medita el infinito devenir y perecer de la vida y de las culturas se recibe la impresión de la nada absoluta; pero yo no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno cambio. Lo que se ve es la flor, y ésta perece. El rizoma permanece."




Dirigido a personas dedicadas a la terapia (terapeutas, psicólogos, estudiantes de psicología en prácticas clínicas, etc.). Sólo se requiere saber que el objeto último de toda terapia es el alma (incluido el cuerpo como su parte más visible). No es un curso propiamente dicho, ni un grupo de estudio estrictamente hablando, tampoco es sólo un conversatorio; es la combinación de todo ello dando lugar a un encuentro en torno a los asuntos más importantes en lo que al cuidado del alma se refiere.

(Primer Semestre)

A. Provocación


“De hecho, la palabra «verdad» no pertenece al vocabulario del alma, que va más bien en busca de la comprensión intuitiva. La verdad es algo que nos detiene reclamando compromiso y defensa. La comprensión intuitiva es un fragmento de conciencia que nos invita a seguir explorando.” Thomas Moore. El cuidado del alma

“Quizás sean los mismos psicoterapeutas los más aptos para entender lo que quiero decir, ya que me parece muy insensato el psicoterapeuta que se identifica con sus `triunfos´ y tiene una actitud triunfalista. Si así lo hace, no le quedará más remedio que identificarse también con sus fracasos, a no ser que divida esta mecánica de triunfo y fracaso como el que divide una manzana y concibe ingenuamente que los triunfos son suyos y los fracasos
del paciente.” Rafael López-Pedraza. Ansiedad Cultural


El espíritu de este tiempo sólo quiere oír acerca de la utilidad y el valor. También yo pensaba así, y lo humano en mí todavía piensa así. Sin embargo, aquel otro espíritu me obliga a hablar más allá de la justificación, la utilidad y el sentido. Lleno de orgullo humano y encandilado por el desmedido espíritu de este tiempo, intenté largamente alejar de mí a aquel otro espíritu. Pero no reparé en que el espíritu de la profundidad posee, desde antaño y en todo el futuro, más poder que el espíritu de este tiempo que cambia con las generaciones. El espíritu de la profundidad ha sometido todo el orgullo y toda la altanería del juicio. Me quitó la fe en la ciencia, me robó la alegría del explicar y el clasificar, y dejó que se extinguiera en mí la entrega a los ideales de este tiempo. Me forzó a bajar hacia las cosas últimas y más simples.” C.G. Jung. El Libro Rojo.




El alma es una entidad sensible al encuentro, en el sentido de que quizás su más perceptible manifestación se da en el momento en que dos o más se ocupan de ella. De este modo tanto la transferencia como la contratransferencia, esos fenómenos del encuentro terapéutico a los que Jung denominara “asuntos con cuernos”, resultan ser las herramientas por medio de las cuales el alma y su Eros daimónico mantiene la tensión necesaria para que el encuentro se dé y se profundice. Un ejemplo de esto se encuentra en el hecho de que algunos/as pacientes no persistirían en el proceso si no fuera gracias a la transferencia (cosa que también podría ocurrirnos a los terapeutas).

El filósofo presocrático Heráclito afirmaba que “la naturaleza gusta de ocultarse”, y si el alma es nuestra más íntima naturaleza entonces ella sabe esconderse, jugar a las escondidas como niña que es, como duende y daimón, mientras nos hace niños, duendes y daimones en su búsqueda. El objetivo último de estas pilatunas parece ser el de mantenernos interesados para poder ser percibida. El encuentro terapéutico es, no pocas veces, ese juego, pero, adultos como somos, no pocas veces también nos sorprende el abatimiento y la desesperanza, pues el alma teje en su propio ritmo, un ritmo a veces tan ajeno al del ego, que uno termina preguntándose si no estará perdiendo el tiempo. Y es que esa frase: “perder el tiempo”, es una de las preferidas del ego, es su trampa favorita para atrapar las energías dedicadas al alma, a la belleza, al des-tiempo de la espera, al contra-tiempo del silencio, al a-temporal deseo del alma de manifestarse a quien sabe esperar y acunar las imágenes de las que parece carecer.

Porque la psicoterapia parece siempre un ejercicio en la carencia: de salud, de paz, de “normalidad”. A esa carencia nos gustaría llamarla herida, porque la imagen de la herida es muchísimo más creativa que la imagen de la carencia. La herida es movimiento, es la imagen de algo que avanza hacia la cicatrización, hacia la cicatriz evidencia de que hemos vivido. La carencia, en cambio, nos conduce hacia sensaciones de anhelo y vacío insondable. No es que tengamos problemas con el vacío, sólo con aquel que nos aparta de nosotros y nos conduce fuera, hacia las ilusiones milagrosas de la genética, la política o la guerra. No. No es un problema con el vacío en sí, de hecho, hemos de reconocer que la carencia y el vacío son imágenes arquetípicas de un estar en falta, inevitablemente seres caídos y divididos. Pero estas imágenes y su emoción paralizan fácilmente, la herida, en cambio, siempre nos propone aventura, dinamis.

Por todo ello los terapeutas estamos llamados a ser gentes apasionadas y arriesgadas, y seremos gentes siempre un poco extrañas. Apasionadas porque trabajamos a partir del dolor propio, de la conciencia de la vida que nos ha marcado tanto o más que a nuestros pacientes. Porque la pasión se activa allí donde se busca una imagen que refleje lo que uno siente, y porque ser apasionado es estar en el centro de la tierra que palpita de realidad; no puede uno apasionarse sin padecer y en el padecer encuentra la pasión su confirmación última. Porque padecer, saberse herido, es tocar tierra, ser real, nacer psicológicamente.

Los terapeutas somos gentes de riesgo, sí, porque sondeamos en abismos llenos de sorpresas, de salientes y formas difusas e interesantes, pero inesperadas. La psicoterapia profunda da poco lugar a seguridades metodológicas o a certezas clínicas. Un trozo de roca del pasado del alma puede esconder en su centro el oro pero también el estiércol; podemos ser sorprendidos –nosotros y nuestros pacientes- por una sombra que no esperábamos, por un recuerdo que quisiéramos no necesitar. Y también cuando construimos futuro, porque también hacia el futuro avanza el alma, lo más anhelado puede ser lo menos conveniente para el ego porque el alma avanza por su propio camino. Nuevamente podemos llegar a desalentarnos –nosotros y nuestros pacientes-, y es entonces cuando aprendemos, cuando el alma, bella dama, se transforma en la guía y maestra del proceso de vivir.

Y sí. También somos un poco extraños. Este mundo, sus personas, más que terapia quieren anestésicos, más que procesos curas milagrosas, potentes reflectores y no cursos sobre cómo aprender a ver en la penumbra, cirugía laser y no “feas cicatrices” en donde una vez la vida dolió. ¿Y cómo culparlos? Todos hemos soñado con “dar en el clavo” rápidamente, es decir que agazapado bajo diferentes formas se nos ha presentado el terapeuta heroico, exitoso, breve o milagroso. Quisiéramos evitar el sufrimiento tanto como nuestros pacientes, pero… ahí seguimos, preguntándonos sobre cómo com-padecer al alma, padecer con ella en nuestro padecimiento, todo lo contrario a lo que este mundo y sus personas (es decir, un aspecto de nosotros), predica y desea para ser más efectivo, más exitoso. En definitiva, somos bastante anormales, bastante raros y exóticos; no porque nos hayamos librado de la humana tendencia a soñar con ungüentos mágicos, sino porque nos reunimos en torno a la pregunta por ese sueño y por otros, menos mágicos, pero más creativos.

De esto se trata nuestro grupo:

• Reunirnos en torno al alma para que ella se manifieste en toda su potencia y nos invite a su juego

• Recorrer los caminos imaginales que van de la herida a la cicatriz reconociendo nuestras realidades en el ejercicio terapéutico

• Recoger las herramientas que Jung y otros seres apasionados, arriesgados y extraños, han construido para el pedagógico descenso

• Tocar las imágenes de las dinámicas psíquicas contemporáneas (psicopatologías) teniendo en cuenta las situaciones sociales con las que están relacionadas, re-creando y construyendo sobre los aportes que la psicología profunda puede hacer a la comprensión de dichas dinámicas.

Es una mezcla de grupo de estudio, curso de clínica y conversatorio permanente. Evitaremos tratar con aquello que no esté a nuestro alcance tocar en nosotros y en las personas con quienes nos encontramos como terapeutas. Esa será la guía del discurso teórico, porque ya sabemos que la teoría es también imagen, y si no la podemos imaginar, entonces de nada nos sirve en la práctica.

B. Itinerario

No podemos trazar ahora un rumbo claro y preciso para nuestro viaje, vamos a enunciar algunas posibilidades en lo que respecta a objetos “prácticos” en estos momentos, aquello que necesitamos para embarcarnos, algunas ideas y aportes teóricos, lo demás: depende de los viajeros. Tenemos que estar preparados para el ritmo que imponga el alma. Ella decidirá: si los objetos cargados son insuficientes tendremos que complementarlos, si nos sobran, los tiraremos por la borda y los recogeremos al regreso, en el segundo semestre. Vamos a ejercitar ese “derivar en estado de alerta”, que de manera tan bella nos ha enseñado el economista chileno Manfred Max-Neef en su conferencia "El acto creativo".

Debemos tener presente que lo transversal al viaje será siempre la pregunta por las dinámicas psíquicas que observamos en la consulta.

1. El Sanador Herido: El verdadero nombre del viajero. (R. López-Pedraza)

2. El mapa (M. Stein y A. Stevens).

  • Tu mapa: Ego, Complejos y Arquetipos.

3. El viaje (C. G. Jung y M. Stein).

  • Tu viaje: Momentos del desarrollo de tu conciencia

4. La persona y la personalidad total. (C.G. Jung)

  • La máscara del terapeuta ¿Qué es el estilo personal?... algo más que la máscara (“Habilidades clínicas”)

5. Tipos psicológicos (C.G. Jung)

  • Tu tipo en la relación terapéutica y cómo te ve tu paciente.

6. Los sueños y el inframundo (C.G. Jung y J. Hillman)

  • ¿Cómo vivir sin tiempo? ¿Cómo moverse sin espacio? ¿Cómo respirar sin aire? ¿Cómo ver sin ojos? ¿Cómo aprender de la muerte? (morir, dejar morir, transparentar, desvanecer y otros verbos oníricos.)

7. Las técnicas en psicoterapia

  • Otra vez el estilo personal (y algunos estilos conocidos)

8. Transferencia, contratransferencia y otros “asuntos con cuernos” (C.G. Jung y R. López-Pedraza)

  • Amor: el daimon que cura

9. Nueve: el tiempo de nacer y renacer (C.G. Jung y M. Stein)

  • El Self : motivo y objetivo del proceso, o acerca del niño que también somos (pasado, presente y promesa).

10. Imágenes para el cuidado del alma (T. Moore)

  • El mito y el mito personal

 

C. Información básica
 
Días y hora: Sábados 2 a 4 p.m.

Fechas: De Marzo 5 a Junio 4 de 2011 (Primer semestre)

Inversión: 250.000.oo (Incluye documentos y memorias)

Cupo limitado

Facilitador:

Lisímaco Henao Henao.

Psicólogo U. de A. Medellín – Mg. Psicología Analítica U.R.L. Barcelona – Psicoterapeuta – Analista junguiano en formación I.A.A.P – Creador del ciclo de seminarios Trilogía Jung (2010) – Docente U. de A. - Autor del libro “SER HOMBRE. Imágenes arquetípicas de masculinidad en Cien años de soledad” (publicado por la Institución Universitaria de Envigado, 2008)