lunes, 31 de enero de 2011

La danzaterapia a la luz de la teoría junguiana. Liliana Bernal Ortíz

Acerca de la autora:

Docente de Educación Preescolar desde hace 14 años, con experiencia en al ámbito de la edución pública y privada. Ha desarrollado y participado en diversos proyectos pedagógicos en Instituciones Educativas de la ciudad. Desde hace 2 años viene implementando una estrategia pedagógica basada en los principios del Yoga y la Danzaterapia como potenciadores y dinamizadores del proceso formativo integral de niños y niñas en edad preescolar.

En el campo de la psicología clínica desarrolló un trabajo durante 1 año y medio con mujeres, fundamentado en los postulados de la Psicología Humanista y Analítica y a la luz de la Danzaterapia como alternativa psicoterapéutica. Practicante del Yoga y la Danzaterapia. Ha participado en seminarios y diplomados relacionados con esta última disciplina.

El texto que se presenta a continuación hace parte de su tesis de grado en psicología , titulada "EL CUERPO… UNA EXPRESIÓN DEL ALMA. Reflexiones en torno al asunto del cuerpo en la psicoterapia" (Universidad de Antioquia, Medellín, 2009)


Todos los derechos y la responsabilidad por las ideas expresadas en este artículo pertenecen a la autora.



La Danzaterapia a la luz de la teoría junguiana


"No se consigue la iluminación por el hecho de imaginar figuras de luz, se consigue al hacer consciente la oscuridad"

-C.G. Jung-


Como ya pudo observarse en el capítulo dedicado a esta modalidad psicoterapéutica, la Danzaterapia plantea como su objetivo fundamental la integración psicofísica del individuo, buscando a través de sus modos de intervención el reconocimiento, la comprensión y la integración de los contenidos del inconsciente, expresados a través del movimiento orientado intencional y terapéuticamente. La integración mente-cuerpo, a través de la música y la danza, y la posterior “elaboración” de las imágenes y sensaciones que de esta experiencia surgen, aluden directamente a la conjunción alquímica, a esa pretensión de unir los dos que una vez fueron uno, que nunca han dejado de serlo.

En la Introducción de Psicología y Alquimia Jung afirma que “el inconsciente contiene en sí un germen de la unidad de ambos opuestos” (1), representada en el arquetipo de la unidad, de la individualidad. En la metáfora de la Unión Sagrada -la hierogamia de los alquimistas medievales- se hallan las trazas inconfundibles de la integración de esos opuestos fundamentales, la psique y el cuerpo, que es la meta terapéutica del proceso psicológico, y también la de la Danzaterapia. Esta búsqueda de integración y de unidad, es natural, “los contrastes se buscan en la naturaleza, los extremos se tocan” afirma Jung.

El ser humano es totalidad. De esta premisa parte la psicología analítica de Jung, de esta premisa parte la danzaterapia, y de esta misma partía el adepto a la alquimia, quien comprendía que en la unidad, así como en la divinidad están conjugados y amalgamados los opuestos.

La unidad solo es posible si sus opuestos complementarios son reconocidos e integrados. El mundo de las emociones y los afectos pertenece a la esfera inconsciente, y en la mayoría de los casos, esos afectos y emociones pasan a constituir la Sombra, y por tanto, son relegados de la conciencia. En la Danzaterapia, el movimiento, -bien sea libre o dirigido, individual o grupal-, acompañado de la música, posibilita al individuo un acercamiento a sus propias emociones, en la medida en que se da un reconocimiento y una especie de “puesta en escena” de los estados emocionales que en ese momento experimenta.

Durante una sesión de Danzaterapia el participante puede ser conducido terapéuticamente para que explicite, acentúe y exprese verbal o gestualmente estas emociones y para que progresivamente, a través del movimiento mismo, de la palabra, de la escritura o de un ejercicio grupal les vaya dando “forma”, es decir, vaya abriendo lugar a la comprensión de esos sentimientos, ideas o emociones que hasta ahora pudieron haber permanecido inconscientes, pero que de una u otra forma estaban generando en él algún síntoma o malestar. El objetivo es entonces abrir paso a “eso” inconsciente que sin tener un lugar claro en la conciencia incide sobre ella, pero de forma molesta, abrupta, intrusiva; es decir, poder integrar dicho contenido inconsciente de forma clara, reconocida y más fluida en la conciencia.

Bajo la perspectiva de la psicología analítica, este mismo proceso se halla alineado con el concepto que Jung denominó La Función Trascendente. Esta función psicológica es la que posibilita la conjugación y el encuentro del inconsciente con la conciencia; para tal fin Jung planteó algunas estrategias, entre ellas, la moderación de la atención crítica, la producción libre de fantasías, la clarificación consciente de las imágenes y motivos inconscientes y su posterior escritura o dibujo, el análisis de los sueños, entre otras.


Las estrategias terapéuticas de la Danzaterapia se corresponden claramente con las propuestas por Jung. Así pues, el movimiento, la música y la expresión verbal de la danzaterapia constituyen los elementos que facilitan el encuentro con el inconsciente. El cuerpo, al igual que el inconsciente, lleva guardado en su memoria -que no siempre es evidente- las huellas del pasado del individuo, las marcas de las caricias y de los golpes, los anhelos de los abrazos que nunca llegaron y de los siempre estuvieron. El cuerpo habla y se expresa. El inconsciente puede hablar a través del cuerpo, lo hace todo el tiempo y por ello su expresión –la del cuerpo-, sus movimientos, sus dolores, se convierten en guías de lectura del inconsciente, en elementos que propician el establecimiento de la función trascendente, la cual determina el inicio de la integración.

El juego de oposición e integración de la eterna pareja mente-cuerpo, uno de los puntos esenciales de la alquimia medieval, es también motivo fundamental en la psicología de Jung y es el elemento clave en la danzaterapia. Y en esta relación se entrecruzan otros opuestos fundamentales, lo masculino y lo femenino, el bien y el mal; En fin, es el permanente juego de los opuestos el que constituye la realidad humana, y en este sentido, su comprensión puede convertirse en la medida de la “sanación” del individuo; Así pues, integración y sanación serían sinónimos. Jung afirmó que al reconocer la realidad de uno de los opuestos necesariamente se relativizan ambos y de esta manera “comprendemos que ambos constituyen paradójicamente dos mitades de la misma totalidad” (2)

A través de todo este trabajo se ha sostenido la idea de la integración y de la búsqueda de la totalidad como manera de alcanzar la completud, la sanación, es decir, como meta psicoterapéutica. Y a este respecto Jung es claro en afirmar que la medida de la integración es el autoconocimiento y que “no debemos caer en ninguno de los opuestos”. Cuando el individuo se reconoce como totalidad, como conjunción de aspectos opuestos aparentemente irreconciliables puede asumirse desde una perspectiva que lo libere de las culpas que la conciencia le impone y que le permita ser en concordancia con lo que su alma anhela.

NOTAS


1. JUNG, C.G. Psicología y Alquimia. Ed. Plaza & Janes, 1989. Pág. 27

2. JUNG, C.G. El problema del mal en la actualidad. En encuentro con la sombra. Ed. Kairós. Barcelona, 1993, pág. 242