domingo, 8 de noviembre de 2009

El Libro Rojo de Jung. Lisímaco Henao Henao

Un hito en la historia de la Psicología.

Copyright Lisímaco Henao Henao. Analista Junguiano IAAP


(Apartes de este texto fueron publicados por el suplemento Nueva Generación de el periódico El Colombiano, en su edición del domingo 8 de noviembre de 2009. Se trata de una reseña realizada por el autor con motivo de la exhibición en el museo Rubin de Nueva York (hasta el 25 de febrero del año próximo), de este libro que Jung, en vida, sólo regalaba a algunos amigos. El libro fue publicado por primera vez por la editorial Philemon Series de Suiza el 7 de Octubre de este año.)


Los textos y dibujos que componen el Libro Rojo (Rotes Buch, Liber Novus) del psiquiatra Carl Gustav Jung (Suiza 1875-1961) son el producto de un proceso de autoexploración de sus profundidades psíquicas en un momento de profunda crisis. Dicha crisis coincide con la ruptura de su amistad y colaboración con Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis. La amistad se había mantenido durante 8 años (1906 a 1913), durante los cuales intercambiaron ideas y llegaron a construir el sueño común de la internacionalización del psicoanálisis, interés que no impedía, sin embargo, que aparecieran grandes diferencias entre sus posiciones teóricas (de hecho Jung manifestó las suyas desde antes de conocer personalmente a Freud). Tres grandes temas freudianos no podía aceptar Jung: la interpretación de la sexualidad y de su papel exclusivo en la causa en los dramas anímicos de los individuos y los pueblos, la religión como proyección neurótica de elementos inconscientes y lo inconsciente como depósito personal de lo indeseable.

En 1913 las diferencias se agudizan, Jung es expulsado del movimiento psicoanalítico y se encuentra sumido en una profunda soledad e indefensión, se agudiza la crisis de la mediana edad y aparecen miedos e inseguridades frente a lo que será su futuro y a su responsabilidad como terapeuta, docente y hombre de familia. Lo que sucede a continuación, dicho en términos de su propia teoría, es que la energía psíquica activa en su inconsciente una serie de imágenes e ideas que le abruman, sueños y visiones totalmente incomprensibles (estas imágenes corresponden a las ilustraciones del Libro Rojo). Entonces decide renunciar a su trabajo como docente universitario y reduce su actividad laboral al ejercicio de la psicoterapia. Decide también transformar su experiencia en una investigación a la que dará más tarde el nombre de “confrontación con el inconsciente” o “enfermedad creativa”.

Los hechos ocurren de la siguiente manera: Frente a su confrontación con el inconsciente Jung busca en un principio, al mejor estilo freudiano, en los eventos de su biografía, dice repasarla dos veces buscando algo que fuera causa de esas manifestaciones. Llega a la conclusión de que no es este el sentido de lo que experimenta. Se trata, de eso dará cuenta su investigación, de imágenes que hablan más de lo que va a ocurrir que de lo que ha ocurrido. En otras palabras, sus sueños y visiones expresan la transformación psíquica que se opera en él en plena crisis de la mediana edad, le anuncian aquello en lo cual habrá de convertirse, aquello que constituirá su obra y al mismo tiempo su vida (de hecho afirmará en su autobiografía que su vida y su obra son inseparables).


Lo que sí le es útil de aquellos dos repasos biográficos es el descubrimiento de que el niño que fue, el que había jugado con piedrecitas a los 11 o 12 años aún estaba vivo y no solo eso, que se hallaba tan desamparado como se había sentido en aquella época. Psicoanalíticamente esto se relacionaría con una “regresión psicológica”, pero Jung finalmente la interpreta como la necesidad y posibilidad de recurrir a las fuentes arquetípicas de la creatividad que todos llevamos dentro, las cuales están representadas por el niño en el sentido de la infancia biográfica y se concretan en una imagen interior que llamará el Arquetipo del Niño. Jung empieza a jugar a construir un pueblo entero con piedrecillas, acepta su desamparo y que siendo un hombre con esposa e hijos no puede hacer más que jugar. Esto, junto al dibujo y escritura de sus fantasías, se convierte en el medio de su curación y es el inicio del descubrimiento de una teoría y un método en el que el desarrollo de la imaginación y la creatividad juegan un papel importantísimo.

En definitiva, el Libro Rojo, es la evidencia de un proceso curativo durante el cual el Ego de una persona (Jung), enfrentado a la incomprensión exterior e interior, renuncia con humildad a su “supuesta capacidad y control” (herencia de la modernidad) y recurre a fuentes desconocidas, muchas de ellas tesoros de la humanidad, imágenes colectivas que le recuerdan que no es la primera vez que un ser humano se enfrenta a tal situación (los mitos y las leyendas sobre la vida del héroe así lo comprueban). El Libro Rojo contiene por ello textos e imágenes análogas a las de algunas religiones y mitos antiguos, las cuales le permitieron encontrar sentido al proceso que se daba en él y hallar una vía de retorno no sólo como individuo sano sino como revolucionario de la psicología y de la hermenéutica en general.

Jung redescubre para nosotros la importancia de la bitácora, del diario de viaje interior; una práctica antigua pero olvidada en un mundo en el que los paisajes interiores y sus personajes, se permiten sólo a las experiencias del artista y a las que llega peligrosamente el adicto a los enteógenos o el psicótico. El autor del Libro Rojo resaltaría siempre la gran utilidad de poner por escrito o en dibujos los materiales provenientes del fondo anímico, pues se da “forma objetiva” a lo que, por su cualidad subjetiva, puede convertirse en amenazante para el Yo. Este psiquiatra Suizo, gracias a su propia vivencia, da a conocer la amplitud del alma humana, una amplitud que puede llegar a conectarnos con toda la humanidad, a hacernos uno con el mundo (incluida la naturaleza); un buen antídoto, a mi parecer, para esta atomización, individualización e inflación psíquica tan propia de nuestro tiempo y cuyos desastrosos resultados evidenciamos en nuestras relaciones interpersonales y en la destrucción y afeamiento del entorno.

Lo que confronta Jung es, no obstante, peligroso. Muchos se han aventurado solos en estos caminos y han caído en la locura. Por suerte él crea para nosotros un método seguro gracias a la sistematización que realiza de su propio viaje. Cuando emerge de su crisis tiene entre sus manos las bases conceptuales y metodológicas de un sistema psicológico al que denominará Psicología Analítica. Así, a las predisposiciones psíquicas colectivas dará el nombre de Arquetipos y a los conjuntos de imágenes con los que estos arquetipos se expresan las llamará Complejos. Sus métodos son el dialógico (que comparte con el psicoanálisis clásico), la imaginación activa, la interpretación de los sueños y las expresiones plásticas (moldeado, pintura, dibujo). Así mismo, de sus experiencias otros han derivado métodos análogos como el de la Caja de Arena (Dora Kalf).

La simbología proveniente de religiones diferentes al cristianismo fascinó a Jung (hay que recordar que era amigo personal y colaborador del historiador de las religiones Mircea Eliade). En su libro “Símbolos de Transformación” (a raíz de cuya publicación en 1912 se dio su separación definitiva de Freud), demuestra que las imágenes procedentes del budismo, hinduismo, brahmanismo, lamaísmo, y religiones más antiguas como las sumerias, egipcias y griegas responden, de acuerdo a contextos geográficos e históricos particulares, a preguntas similares, las mismas preguntas arquetípicas que, en su momento, permitieron el surgimiento del cristianismo. Jung reconoce además que sus ritos responden a necesidades de transformación de la energía psíquica y que facilitan dicha transformación, motivo por el cual inciden en la salud psíquica y física de sus practicantes (anotemos de paso que él mismo practicaba diariamente el Yoga). Podemos decir con claridad que, para la Psicología Analítica, la religión no es una enfermedad colectiva o el intento de huir de las realidades diarias como algunos desde diferentes posturas teóricas han establecido, para esta psicología la religión es la respuesta obligada a una eterna pregunta humana por la trascendencia. Jung afirmó una y otra vez que él nunca se refería a la existencia o no de Dios, los espíritus o el más allá, que se refería principalmente a la existencia, en el inconsciente colectivo, de una necesidad de dichas imagenes y que, de no responder a esta pregunta por la vía religiosa, un ser humano respondería inevitablemente de otras maneras menos adecuadas para tal fin: una filosofía, un sistema político, una obsesión, una manía o, peor aún, un ser humano (el propio ser inclusive), sería tomado como deidad o como sistema religioso.

Algunos han afirmado que este es el siglo de Jung, tal como fuera el siglo XX el de Freud. Lo cierto es que, si bien durante su vida sus ideas fueron bien recibidas en algunos ámbitos, la conciencia colectiva estaba mucho más dispuesta para ideas de corte más positivista. Es de anotar que a su muerte (1961), el germen de movimientos e ideas que apoyaran un trascender la modernidad apenas se encontraban en ciernes. En la actualidad, en cambio, se va dando un giro que permite la relectura de tantas ideas que en algún momento se adelantaron a su tiempo. La teoría general de los complejos desarrollada por Jung y su concepto de la “realidad psíquica”, por ejemplo, se alinean perfectamente con las actuales teorías de la complejidad pues, en el fondo, propenden por un descentramiento del Yo en bien de la posibilidad de comprender la diversidad interna y externa, como el trasfondo de toda posibilidad de crear y re-crear realidades. La autora española Pilar Choza afirma inclusive que fue Jung, en su nota sobre el Ulises de Joyce, quien dio carta de nacimiento a la posmodernidad; es curioso que la primera denominación que propuso Jung para su teoría fuera la de Psicología Compleja.

Hasta el día de hoy no han dejado de crecer en todo el mundo los institutos de estudios junguianos y asociaciones de terapeutas que buscan formarse como analistas o que se inspiran en esta psicología. Así mismo, las publicaciones de libros de psicología junguiana o de otras corrientes que aluden a la ella también aumentan exponencialmente. En la actualidad la casi totalidad de los países latinoamericanos cuentan con grupos y asociaciones reconocidas o no en el seno de la IAAP (International Asociation for Analitical Psychology). En Colombia existe, desde el año 2004, la primera asociación (Asociación para el Desarrollo de la Psicología Analítica en Colombia. Adepac), la cual desarrolla actividades de difusión de la teoría analítica. Actualmente existen varios grupos de estudio en todo el país y, en la Universidad de Antioquia (Medellín), se imparten las cátedras Mitos y Símbolos (Dra. Martha Cecilia Vélez S.), así como las de Escuela Junguiana y Clínica Junguiana (Mg. Lisímaco Henao H.). También en esta universidad existe el servicio de asesoría de prácticas y tesis orientadas desde la psicología analítica.


Los aportes de esta corriente a la contemporaneidad son variados, por ejemplo la posibilidad de una despatologización de la vida, en el sentido de que nos hacemos más comprensivos con lo diferente pues descubrimos que lo diferente nos habita. Conceptos como los de de “Sombra” y “Máscara” no muestran de manera plástica que no hay nada en el otro que yo no pueda estar viviendo simbólicamente y, al contrario, que no hay nada en mí tan extraño como para que tenga que extrañarme del mundo. Ofrece además un paliativo a esta tendencia enfermiza en la sociedad actual al individualismo y al desprecio por lo diferente, pues pone en nuestras manos la responsabilidad de comprendernos como un gran tejido. Al mostrar el inconsciente como fuente creativa de transformaciones, nos acerca a nuestros sueños y nuestros pequeños o grandes síntomas de una manera más comprensible y menos aterradora. Reúne nuevamente alma y cuerpo al establecer una teoría energética unificada, donde las expresiones del cuerpo son también expresiones del alma pues la misma energía que nos hace soñar palpita en nuestro corazón y circula en nuestra sangre. La psicología de Jung nos advierte sobre lo peligroso de cualquier extremo o absolutismo pues explora el símbolo como lo plurisignificativo, aquello que nos habita y habita un mundo siempre inacabado, donde la última palabra no está dicha y el modelo perfecto no ha sido establecido, una realidad en la que La Belleza, La Inteligencia, La Justicia o La Riqueza pueden tener muchas voces y no solo las señaladas por el prejuicio.