Apuntes para un cineforo
Melancolía de Lars Von Trier (2011)
por Lisímaco Henao Henao*
Para ver la película da click aquí
No puedo empezar esta reflexión sin
conectarme con mi propio proceso de ver por primera vez la película. La
primera parte me pareció similar en estructura y temática a otras
obras de este director. De nuevo la crítica a la sociedad burguesa tan común
en su filmografía y nuevamente su capacidad de conectar con las
vivencias más complejas de lo femenino, comúnmente encarnado en las
complejidades de las mujeres.
Esta primera parte me invitó a un análisis
psicológico de los personajes y su contexto inmediato. Como en su película
Anticristo de 2009, al principio aparecen las hermosas y oníricas imágenes que
veremos amplificadas o explicadas durante la película. Quizás se trate de los
sueños premonitorio de Justine sobre lo que pasará y, de ser así, se me ocurre
una primera conjetura: ¿hasta dónde estos sueños se refieren a su propio
destino, el de una mujer casada que sabe que la mascarada de la felicidad y el
lujo no serán suficientes para su depresión, o desde qué punto esos mismos
sueños se refieren a algo mayor, más colectivo?
Quizás en Anticristo estas
imágenes iniciales en cámara lenta tengan otros significado,s pero aquí, a la
luz pálida de la melancolía, adquieren todo el sentido de la lentitud, de la
adinamia propia de un estado hoy llamado “depresión”, que a todas luces se
presenta como el opuesto fundamental de ese orden maníaco de las cosas
representado en Jhon, el cuñado que en repetidas ocasiones llama la atención
sobre el derroche de lujo que supuestamente obliga a la felicidad (“prométeme
que estarás feliz” ¿dónde más hay un campo de golf con 18 hoyos? ¿no hemos
contratado al planificador de bodas más caro del planeta?). Pero también en
Jack, el suegro de Justine, quien le exige que sea productiva incluso durante
su boda.
Uno se pregunta qué significa que una
pareja como Michael y Justine se hayan encontrado. ¿Qué masculino y qué
femenino se han encontrado aquí? Michael, el hombre de acción, seducido y devorado
por el mundo de su padre, un emprendedor preocupado hasta el día de la boda de
su hijo por la productividad de la empresa de publicidad, quien llevado por
esta preocupación pone a un subalterno a vigilar a su nuera esperando el
momento de inspiración de esta. Este subalterno hará su trabajo so pena de ser
expulsado, un pobre empleado bajo presión que trata de iniciarse en el sistema
que los ideales egóicos actuales han impuesto. Este es el ámbito en el que
repta Michael, mientras que Justine, aún trabajando en la misma compañía, aún
siendo bendecida por la creatividad requerida, da muestras de una
insatisfacción sin límites con aquellos ideales. Ella, por el contrario, no
parece ser una escaladora, la vemos al principio intentando vivir la felicidad
que se supone debe vivir; intento totalmente fallido pues para su carácter
depresivo o su depresión, estos conatos de felicidad se presentan como
sobrecompensaciones, estados maníacos, con los que trata de igualar el ritmo
maníaco de la boda y la vida de los allí reunidos y por lo tanto una mascarada
que la depresión rápidamente va a desvanecer.
No. Justine no es una escaladora, es más
bien una exploradora de cuevas, en vez de subir a las alturas ella desciende;
algo señalado por Von Trier en la escena en que retira los libros abiertos con
reproducciones del ruso Malevich y sus intelectuales abstracciones geométricas,
y las reemplaza por aquellas imágenes llenas de dramatismo de Brueghel, Millais
y Caravaggio (o por la oposición entre “La bamba” que se baila en la fiesta,
para la cual hay que tener “un poquito de gracia” y las contundentes obras de
Wagner que acompañan gran parte de la película). Muy simbólico resulta entonces
el juego que la protagonista establece con el niño, ellos construyen cuevas
juntos. Porque resultan totalmente coherentes con ella las imágenes de la
cueva, el descender sobre el río, la desnudez sobre la hierba; porque es un
personaje ctónico, como la Perséfone de la mitología griega ella ha sido
raptada por un demonio de las profundidades, o por el señor mismo de las
profundidades. Ha sido seducida por el mismo Hades. Su modo de hablar, su
desencanto, lo insostenible de la máscara de felicidad, nos hablan de que para
ella el mundo luminoso de los ideales le ha sido vedado. Y si nos apegamos a
esta lógica arquetipal podemos adelantar otra conjetura ¿porqué Justine no
logran cruzar el río?... encontramos una imagen coherente con el mundo de
Hades. El río es el Estige, el río del inframundo, que no se puede cruzar de
ida o de vuelta mientras no se tenga el permiso correspondiente o
mientras no se pague el precio correcto. Pero, ¿hay alguna posibilidad de
redención en aquel ambiente de inflación en el que nada que no sea el
orgullo vano puede ser acogido? Y, por otro lado, según vemos en la segunda
parte de la película ¿vale la pena pagar ningún precio? ¿Hay sentido en querer
salir de aquel Hades en que se encuentran los personajes? ¿Hacia dónde?. Quizás
se trata de eso: no hay a dónde ir.
Ofelia. De John Everett Millais (1851-52)
Y bien. En la primera parte de la película
podemos hacer inferencias psicológicas sobre el padre y la madre de Justin y su
papel en la activación de sus núcleos depresivos. Un padre liberal, bohemio y
bufón y una madre herida, desconectada de la vida, quien de plano no consigue
fingir nada, una mujer que no ha llegado a la depresión, que no se ha hundido
en ella gracias al odio, ese sentimiento que puede mantener a cualquiera en la
superficie pues crea un lazo tan fuerte con el exterior como el amor. En el padre
vemos a alguien que juega, un bufón que consigue estar allí gracias a la burla
que construye, por ejemplo, alrededor de las Bettys y del robo de los cubiertos
(una burla a la actitud burguesa imperante). Es el único en quien Justin tiene
alguna esperanza como imagen salvadora, razón por la cual intenta retenerle
aquella noche en la mansión. Pero el padre parece estar lo suficientemente
concentrado en su propia salvación como para terminar escabulléndose; como
Bufón, él mismo es seducido por el lado más oscuro de esta imagen arquetípica:
el narcicismo frente a toda convención sentimental, incluso a los sentimientos
más profundos.
(Dejaré sin amplificar aquí lo que la
psicología de los complejos individuales nos lleva a preguntarnos: también en
un nivel individual ¿cómo se manifiesta en mí la relación ego-complejo de
Justine? ¿Está mi ego mejor preparado que el organizador de bodas para
poder “mirar” y relacionarme con ese aspecto que impide que las cosas salgan
exclusivamente “como fueron planeadas”?)
Llega la segunda parte y le toca a Claire
ser retratada. Sus propios ideales y la creencia de que está mejor que su
hermana le llevan a luchar con su marido por ayudarla. Por lo visto Justine ha
caído cada vez más profundo mientras Claire, violando la prohibición de su
marido, ha estado buscando en internet las teorías no científicas sobre ciertos
eventos celestes. Jhon, como científico y hombre de éxito, no puede soportar
que su esposa siquiera piense en consultar otras fuentes y menos, por supuesto,
una fuente como su hermana. Quizás sea esto lo que más le lleva a oponerse a
que Justin sea recibida en la mansión, es un ave de mal agüero, anda en mundos
demasiado irracionales como para que alguien como el dueño de un telescopio,
símbolo excelso de objetividad, pueda soportarla.
Claire se impone sin embargo. Es garante
de la ciega esperanza con la que el titán Prometeo castigara a la humanidad.
Claire tiene una esperanza titánica, ciega, desmedida, en que podrá ayudar a
Justin. Pero la misma Claire es ya asaltada por premoniciones y dudas que le
indican que ni ella misma tiene salvación.
A partir de este punto la película se
convierte en otra cosa y, para mí como espectador, dejó de ser un mero drama de
psicología individual para convertirse en un asunto del alma colectiva. Claire
es obligada a escuchar al femenino que protesta por la herida causada a la
vida, las frases de su hermana son esta protesta: la humanidad merece
desaparecer, "la tierra es malvada". La herida por la que se protesta
de tan brutal manera, es producto del modo artificial como nos relacionamos
entre nosotros y en la forma abusiva de relacionarnos con el planeta. Ahora el
campo de 18 hoyos toma otro significado ¿qué tuvo que pasarle al bosque para
crear un descampado tan inmenso? Y una suposición más ¿qué ha tenido que vivir
Claire para mantener a su lado a este esposo cubierto de oro? ¿Qué máscara ha
tenido ella que soportar para poder vivir la vida enmascarada de poder y gloria
apolínea de su esposo y el ambiente que le rodea?...
Porque al conocer un poco más a Claire
entendemos que ella no está, para nada, mejor que su hermana. Por el contrario,
debido a que ha invertido una gran cantidad de energía psíquica en enmascararse
como la mujer de un ego masculino polarizado, su propia necesidad de entrar en
contacto con sus profundas emociones ha sido reprimido y se manifiesta como una
única emoción: está aterrorizada. Es perseguida por temores y suposiciones
sobre el fin. No tiene la extraña suerte de su hermana, quien, acostumbrada
como está a las cuevas, al descenso, a los tonos bajos de la vida, sabe que lo
que ha subido demasiado (el ego apolíneo, la indiferencia, el narcicismo) está
destinado de alguna manera al Hades. Será llamado a comparecer abajo, caerá
irremediablemente.
Justine ya ha vivido el choque entre
planetas y por eso puede percibirlo en sus sueños y premoniciones, por eso
puede acompañar a su sobrino y a su hermana hasta la presencia del fin. Su
relación con Michel es la mejor premonición de lo que pasa cuando una fuerza imparable,
el ego hiperactivo que Michel representa, choca con un objeto inamovible: el
alma húmeda y lenta que representa Justine (para parafrasear a otro emisario de
lo oscuro, El Guasón, en la última entrega de la saga Batman). No es que, como
algún crítico escribiera, Justine puede atraer al planeta Melancolía, es que
Justine simplemente espera al planeta Melancolía pues este, en su velocidad,
arrasara con la Tierra, tal como ella ha sido arrasada por todo lo representado
en Michel. Tal como su hermana ha sido arrasada por su propio marido, tal como
su madre y el bosque, los árboles, el pasto y el agua del río.
Las dimensiones colectivas de este drama
saltan a la vista. La depresión individual no es más que una forma de expresión
compensatoria de la manía colectiva que afecta al planeta y a la humanidad
toda. Quizás quien mejor ha expresado esta idea sea James Hillman, quien
afirma: “A veces creo que hay una depresión subyacente en nuestra cultura
y me hace pensar que si uno no está deprimido uno es anormal, porque el alma
sabe acerca de la destrucción de los árboles, de la destrucción de los
edificios, de la fealdad que se está desparramando, del caos de la cultura en
muchas maneras y de alguna manera si no estás en duelo con lo que está
ocurriendo en el mundo, entonces estás separado del alma del mundo. De modo que
en este sentido yo creo que una depresión subyacente es un tipo de adaptación a
la realidad del mundo.”
Son numerosas en esta película las
imágenes que apoyan simbólicamente la idea de la compensación inconsciente
actuando sobre el ego apolíneo de la modernidad. Voy a detenerme aquí y dejar
que ellas sigan actuando en mí y en ustedes, aportando para ello otro párrafo
de Hillman: “La depresión es todavía el gran enemigo, y sin embargo a través de
la depresión entramos en la profundidad y en las profundidades encontramos
alma. La depresión es esencial para el sentimiento trágico de la vida, humedece
el alma seca y seca al alma mojada, trae refugio, limitación, foco, gravedad,
peso y humilde impotencia; recuerda a la muerte. La verdadera revolución en
nombre del alma comienza con el individuo que puede ser fiel a su depresión...”
* Lisímaco Henao. Psicólogo. Mg. en
Psicología Analítica. Analista Junguiano IAAP