Hoy, día de la Psicología en Colombia, compartimos esta reflexión, surgida de la formación Fundamentos y Herramientas en Psicología Profunda, que llevamos a cabo actualmente el Centro de Estudios Junguianos de Bogotá y Casa Jung Medellín.
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Louis_Jean_Franois_Lagrene_-_ "Psique sorprendiendo a Eros dormido" |
Hay quienes afirman que lo que hacemos realmente es crear
necesidades con el discurso, que el nuestro es un conjunto de teorías que
crearon un objeto de estudio y luego nos hicimos esclavos de ese objeto
imaginario y de los tratamientos que inventamos para él. Esta perspectiva me
parece de lo más interesante pues fue Jung quien afirmó que la psique crea la
realidad cada día mediante la imaginación, de tal manera que sí, es cierto, es
posible que la psicología, la psicoterapia y la psicopatología, sean creaciones
de nuestra imaginación para un objeto altamente imaginario: el alma. El objeto
de nuestro especial arte –también fue Jung quien afirmó que la psicoterapia es
una rama del arte de curar-, no es otra cosa que el alma. Algunas perspectivas
hablarán de sus aspectos cognitivos, de sus componentes neurobiológicos, de los
estímulos y respuestas que modulan su conducta, o de sus imágenes internas a
veces externalizadas, pero cada una de esas perspectivas ve algo diferente de
un mismo objeto.
¿Recuerdan ustedes aquella fábula de los tres ciegos que se
encontraron con un elefante y cada quién aseguró haber encontrado algo
diferente según la parte del animal que palpaban? ¡es eso exactamente lo que
pasa con las corrientes psicológicas: cada una cree haber encontrado un objeto
diferente. James Hillman, en “Re-Imaginar la psicología”, habla de como la
psicología junguiana se diferencia de una psicología humanista. Se refiere allí a que para el humanismo el
centro de todos los procesos es el ser humano, tomado como aquel concepto que
definen los llamados derechos humanos: es decir, todo sujeto libre, poseedor de
derechos y de autonomía. Hillman llama la atención sobre el hecho de que Jung
pone en el centro no al ser humano sino al alma, y que el alma a veces quiere
cosas o necesita cosas que pasan por encima de la autonomía, los derechos o los
deseos de este ser humano (a veces el alma nos lleva al fracaso, a la
depresión, al sufrimiento, en momentos donde nuestro derecho, según creíamos
nosotros mismos, era "ser felices").

Esta alma, este objeto que todas las corrientes psicológicas
miran desde un lugar diferente, es una entidad constituida mayormente de
imágenes, es el principio que Freud, Jung y muchos más han recogido de todas
las tradiciones antiguas y de la nueva construcción de la psicología profunda.
Estamos en el valle de hacer alma, dijo el poeta Keats (“Llama al mundo, si
quieres, el valle de hacer alma. Entonces descubrirás el uso del mundo”), lo
que sugiere que, aunque algunas religiones afirmen que llegamos al mundo con un
alma eterna, esta es actualizada en su forma imaginal y simbólica cada día
gracias a la consciencia, hacemos alma a la velocidad de un día por día y,
cuando viene un paciente a nuestra consulta, es un alma que se ha hecho así
como la vemos, así como la encontramos, así como la sentimos reir y sufrir en
este instante en que tenemos el privilegio de conocerla. ¿Qué hacemos entonces
nosotros?, escuchar esas imágenes y acompañar a que el otro las escuche (muchas veces somos inconscientes de esos "ladrillos psíquicos" con los que se ha ido construyendo nuestra casa del alma), e incluso proponer más imágenes hasta lograr que las emociones, la energía
dinámica de las almas, encuentre nuevos cauces por dónde fluir, es decir,
participamos en ese continuo hacer alma, en esa corriente viva que se dirige hacia el desarrollo de su propia naturaleza hasta llegar a ser "lo más completa posible".
El trabajo con la lectura y supervisión de casos, en el que tenemos la oportunidad de percibir diferentes puntos de
vista sobre nuestro objeto, es decir, en que ponemos al alma en el centro de
nuestro virtual salón de clases y la observamos bajo la luz de diferentes
corrientes psicológicas, nos permite vislumbrar con un buen grado de claridad
que vamos haciendo alma al paso que avanzamos en la palabra, en las ideas,
sensaciones, sentimientos e intuiciones sobre lo que escuchamos, sobre lo que
imaginamos con la lectura de los casos.
Para mí, la primerísima imagen en este ejercicio es la de el
par terapeuta-paciente. Es una bella imagen que tiene profundas raíces
arquetipales, imagen enraizada en aquellos primeros encuentros en que alguien
señaló una estrella, un árbol, una hierba curativa o una lágrima en la mejilla.
El par maestro-aprendíz es una poderosa imagen que influyó a las fundadoras y
los fundadores de la psicología profunda, al proponer que nadie debía escuchar
a otro si él mismo no había pasado por el proceso de ser escuchado. Y ese par
arquetípico también nos habla de que el alma se hace siempre con otro, desde la
concepción hasta la muerte, momento que, como afirmara Freud, puede ser el
momento más solitario de la existencia, pero que también implica la presencia de
los otros de nuestra historia, de la reconciliación con la vida, con la forma como la
humanidad ha paticipado en mi individuación.
Es nuestro deber ir descubriendo lo que hacemos realmente durante
nuestro trabajo, ya que hemos decidido dedicar nuestra vida a él: ¿cómo hago
alma yo? ¿cómo sucede en mí? ¿cómo respetar ese proceso individual de hacerla
en cada uno? ¿cómo comprender la participación –y hasta la necesidad- del
sufrimiento en este proceso?. Grandes preguntas.
Estas son, por supuesto, mis maneras de imaginar este
trabajo, pero, al imaginarlo, lo hago realidad. Por ello pueden tener razón los críticos, en cuanto a que este es un
invento del que vivimos, pero el invento crea realidad, y con la realidad no
queda más que vivir y seguir imaginándola para no ser sus víctimas, y mucho menos de
la propia imaginación.
Lisímaco Henao Henao.
Psicólogo U. de A
Analista Junguiano IAAP
201120