La autora nos invita a reflexionar sobre la
sombra individual y colectiva proyectada en las vivencias de las mujeres con
respecto a su sexualidad. Para ello revisa textos y mitos relacionados con el
rescate de lo femenino, deteniéndose particularmente en la película “El Cisne
Negro”, del director Darren Aronofsky (Universal Píctures, 2010)
El presente trabajo fue presentado por Susana Vanegas como parte de los requisitos del curso “Escuela Psicológica Junguiana” en la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia)
El presente trabajo fue presentado por Susana Vanegas como parte de los requisitos del curso “Escuela Psicológica Junguiana” en la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia)
La sexualidad femenina como sombra en
la literatura, el mito y el cine.
Susana Vanegas R.
[…] Miedo de ser dos camino del espejo: alguien en mí dormido me come y me bebe.
Alejandra Pizarnik.
Quienes han leído los cuentos de Jorge
Luís Borges se habrán dado cuenta de la fascinación del genio hacia los
espejos, los laberintos y el infinito; yo por mi parte quedé prendada de la
idea que el autor presenta en su cuento El
Aleph, que para el caso de este ensayo me ayuda mucho a comenzar. En el
nombrado cuento, Borges representa al contenedor del universo entero mediante
una esfera tornasolada donde todo se ve y se experimenta de manera simultánea,
algo incomprensible a nuestras mentes limitadas por el lenguaje que todo lo
nombra. El Aleph es infinito, y no es
en vano que nos lo presente como un contenedor esférico, ya que el círculo es
el símbolo de la unidad, el infinito, la eternidad; el círculo me permite
mostrar, que allí donde hay un punto de partida está el punto de llegada, un
ciclo natural, donde algo muere algo comienza, donde hay vida también hay
muerte y viceversa; esto me lleva a otra de las obsesiones literarias del señor
Borges, los espejos, en este caso, sin ánimos de profundizar mucho, tomaré el
espejo como elemento que muestra un doble, una parte de nosotros mismos
reflejada, sin serlo verdaderamente; de esta manera queda evidenciado que en
todo ciclo vital hay opuestos que se necesitan uno a otro para poder formar la
existencia, la unidad. El ser humano es uno y muchos, es la suma de infinidad
de partes que se contraponen, porque recordemos que si todo no estuviera
polarizado, si no hubiera opuestos, no habría tampoco ciclos, el círculo sería
una media luna, incompleto, por lo tanto no habría una renovación.
La psique humana tiene cuatro niveles:
1. El inconsciente colectivo, 2. El inconsciente cultural, 3. El inconsciente
personal y 4. El sistema Ego-Consciencia. Es el contenido del inconsciente
colectivo el que quiero desglosar un poco más y el que interesa al propósito de
este ensayo. Así, el inconsciente colectivo, está compuesto por contenidos
primitivos, los cuales son de carácter universal, dichos contenidos son los
instintos y los arquetipos, estos últimos vienen en pares de opuestos, por
ejemplo: Ánima/Ánimus, Senex/Puer, Máscara/ Sombra, entre otros.
A partir de lo anterior me permito desarrollar este texto en
torno a un arquetipo en específico: la sombra, que para Jung es uno de los principales. Para comenzar me gustaría partir de su significado. Según los diccionarios la palabra sombra hace referencia a la oscuridad o falta
de luz. Al ver el significado común que se le da al término se puede
inferir que es todo aquello que está oculto, que no ha sido iluminado por la luz
de la consciencia. Al hacer referencia al arquetipo de la sombra Jung dice: «Entiendo
por sombra el aspecto “negativo” de la personalidad, la suma de todas aquellas
cualidades desagradables que desearíamos ocultar, las funciones
insuficientemente desarrolladas y el contenido del inconsciente personal» (Jung
citado en Zweig, Abrams, 1992, p.34) La
sombra contiene todos los aspectos negativos y primitivos de una persona o
grupo de personas, los cuales son censurables por la sociedad en general pero
también por nosotros mismos, es decir, la sombra individual se compone de
aquellos aspectos que no aceptamos dentro de nuestra personalidad o autoimagen,
aquello que no seríamos capaces de reconocer nunca que poseemos o somos; al
estar estos contenidos en el inconsciente uno de los medios que encuentra la
sombra para manifestarse, a parte de los sueños y las crisis emocionales, es la
proyección en el otro, por eso cuando nos encontramos frente a alguien que
odiamos o que simplemente nos cae mal podemos estar proyectando nuestra sombra,
es decir que, probablemente, mucho de lo que desprecio en esa persona es algo
que se encuentra en mi sombra y que soy incapaz de reconocer a simple vista
como propio.
En la anterior cita se puede observar
que Jung pone a la sombra en el plano del inconsciente personal, esto es porque
cada uno como individuo crece y forma su personalidad a partir de su propio
contexto, además, al inicio de este ensayo ya había mencionado los cuatro
niveles de la psique humana; así, en el inconsciente personal están todos
aquellos complejos que cada persona como ser único debe enfrentar durante su
vida, allí es donde habita la sombra individual, es decir, todo lo negativo
(por desconocido) que no acepto en mí, pero también debo mencionar que hay una sombra que es
colectiva, en el sentido en que lo que a mí me hace sombra también se lo puede
hacer a alguien más, lo cual permite explicar el por qué de los orígenes de los
grupos racistas, por ejemplo.
De acuerdo a lo anterior se podría pensar
entonces que la sombra es “mala” per se,
sin embargo, debo decir que no hay que tomársela del todo como mala, la sombra
sigue siendo una parte integral de cada individuo y por lo tanto podemos decir
que es en sí humana; el otorgarle la connotación más bien moralista de lo “malo”
en nosotros es cerrarse un poco a la experiencia de ser humanos; si el caminar
de todos nosotros sobre la tierra está encausado a enfrentarse con las
colisiones de la vida e integrar los opuestos, entonces deberíamos pensar que
tanto lo que pertenece a la luz como lo que pertenece a la oscuridad hace parte
de nosotros, y que lo que hay que hacer es justamente reconocerlos, aceptarlos
y tratar de integrarlos, lo que Jung llama proceso de individuación.
En el proceso de individuación es
fundamental saber integrar la sombra puesto que ésta nos permite entrar a
dialogar con los contenidos de nuestro inconsciente personal y de esta manera
al reconocerla, se logra así dar el primer paso a su integración y a la
aceptación de ese otro que poseemos;
de igual manera el proceso de individuación potencia el autoconocimiento o
re-conocimiento, un volverse a conocer, deconstruyendo la imagen de seres sin
mácula que podríamos tener de nosotros
mismos y aceptando que también, como humanos, somos capaces de lo más primitivo
y ominoso, lo cual nos llevaría a responsabilizarnos de nosotros mismos y nos
permitiría vivir más desde adentro y menos desde el afuera, sin culpabilizar al
otro por ser lo que odio puesto que lo reconozco como mío, como si fuera un
espejo que me impulsa a la introspección y al reconocimiento de que aquello
proyectado o reflejado puede ser propio de mi ser.
Hay dos opciones ante el arquetipo de la sombra, el primero
es el que mencioné anteriormente, su integración, la cual se puede hacer
mediante un proceso terapéutico que potencialice el autoconocimiento y que dé
las herramientas para aprender a reconocer en la proyección aquello que hace
parte de mi oscuridad, sin embargo, hay otra posibilidad latente, suprimir por
completo la sombra, al respecto dice Duane
Schultz:
[…] la sombra no sólo es
fuente del mal, sino también de la vitalidad, la espontaneidad, la creatividad
y la emoción. Por tanto si se suprime por completo, la psique se volverá
aburrida e inerte. […] En caso de suprimir enteramente la sombra, la
personalidad no sólo se vuelve plana, sino que el individuo también corre el
riesgo de que la sombra se rebele en su contra. (Schultz,
2009, p. 112)
De lo anterior se infiere que el único
camino viable es la integración de la sombra, puesto que queda demostrado que
es imposible suprimirla ya que ésta sigue latente en el inconsciente esperando
a manifestarse; no podemos negar aquello que es una parte integral de nosotros
mismos. De igual forma hay que reconocer las palabras con las que comienza la
cita, la sombra no es del todo el contenedor de lo que llamaríamos “malo” o
negativo, sino que también alberga características positivas. Así, si logramos
integrar la sombra a través del proceso terapéutico o en ocasiones mediante el
arte, podríamos “reducir su potencial inhibidor o destructor y liberar la
energía positiva de la vida que se halla atrapada en ella.” (Zweig,
Abrams, 1992, p.35)
Ya con el
concepto un poco más claro doy paso al tema central de este ensayo, la
sexualidad femenina como sombra. “Hubo un tiempo, muy lejano, cuando la Luna
era el reloj de la humanidad, en el que luz y oscuridad eran una. Pero cuando
el Sol sustituyó a la Luna y la Historia se llenó de fechas, de guerras, de
reyes y papas, la oscuridad se condenó.” (Goñi, Álvarez, 2004, p.49) Hace mucho
tiempo las mujeres tenían un poder tan grande que eran ingobernables, ellas
podían hacerlo todo, pero esto era porque conocían su poder, porque aceptaban
en ellas esa libertad, aceptaban la luz y la oscuridad, la cual todavía no
había sido condenada, sin embargo, no podemos cerrar los ojos ante el cambio
profundo y tal vez nefasto que trajo consigo la creencia en un único dios
verdadero (con esto no trato de dar un discurso antisemita o algo parecido,
sino que intento llegar a la raíz del problema). Con la llegada de la religión judeocristiana
y la imposición del patriarcado las mujeres fueron perdiendo fuerza, ya no
creían en sí mismas y ni qué hablar de la sexualidad, que aunque en la
antigüedad se consideraba sagrada, con los años fue perdiendo esa connotación
y, muy por el contrario, a raíz de vivir en una sociedad donde el pecado y la
culpa son el carro que impulsa el diario vivir, la fuerza femenina fue
sepultada de tal manera que se tuviera que emprender un camino hacia el
autoconocimiento para poder recuperarla.
De ese camino nos habla Clarissa Pinkola
Estés en Mujeres que corren con los lobos,
en este libro ella se dispone a analizar un conjunto de cuentos del folklore y
de la tradición oral del mundo, de manera que pueda explicar aquellas etapas
que debe atravesar una mujer para descubrir lo que ella denomina su “mujer
salvaje”. La mujer salvaje de la que nos habla la autora es aquella que conoce
su potencial y deja salir su naturaleza instintiva; ese dejar salir significa
aceptar un conjunto de características que hacen parte de lo femenino, como lo
es la sexualidad.
En este libro también se nos muestra que las
mujeres han sido gobernadas por los hombres y que han debido reprimir a la
sombra, esa parte primitiva que es la fuente de una energía poderosa que puede
impulsarla a un libre desarrollo de sí misma y hacia la libertad de ser como se
quiera ser, sin ningún tipo de ataduras. Se podría decir entonces que la
intencionalidad de la autora al escribir el libro es de alguna manera invitar a
cada mujer que lea su libro a reconocer su sombra y aceptarla, puesto que ese
instinto salvaje, la mujer salvaje, como
ella la llama, reside en lo más profundo de la psique femenina y debe salir, ya
que “la separación de la naturaleza salvaje provoca que la personalidad de una
mujer adelgace, se debilite y adquiera un carácter espectral y fantasmagórico
[…] Cuando las vidas de las mujeres se quedan estancadas o se llenan de
aburrimiento, es hora de que emerja la mujer salvaje; es hora de que la función
creadora de la psique inunde el delta.” (Pinkola, 2005, p.23) Anteriormente ya
había mencionado que la sombra no es únicamente lo malo, sino que también es
fuente de la parte creativa, espontánea y vital de las personas y es de esta
manera como Clarissa Pinkola nos adentra en el camino hacia el reconocimiento y
surgimiento de la mujer salvaje, la vida de las mujeres se torna aburrida
cuando, después de tanto vivir bajo la luz de la sociedad patriarcal, deja de
lado su propia naturaleza y reprime esa fuente de poder, pero ésta termina
“inundando el delta” porque recordemos que la sombra no se puede suprimir
completamente, tarde o temprano surge con renovada fuerza y de ese modo exigirá
su reconocimiento, así que la propuesta es más encaminada hacia un temprano
reconocimiento de la misma y su aceptación e integración.
Enmarcado en
el contexto de la sociedad patriarcal, conservadora e hija de la culpa y la
vergüenza, vemos que, aunque en estos últimos tiempos se han dado revoluciones
sexuales, las mujeres han estado sometidas a seguir la imagen de la virgen
María (modelo orientador de la feminidad en el cristianismo), se les ha pedido
que sean virtuosas, amables, sumisas y sobretodo castas hasta el día de su
matrimonio y después de él fieles a su esposo y a sus designios, con la
creencia de que poco se disfruta de la sexualidad y que ésta es un medio para
el fin último que es la reproducción. Así han venido siendo las creencias desde
hace ya largo tiempo y aunque debo reconocer que ese molde está rompiéndose aún
queda mucho por lo qué luchar, porque no se trata de una lucha feminista para
ser iguales a los hombres, no lo somos y debemos reconocerlo, sino de una lucha
por libertad, para que se nos permita ser quienes verdaderamente somos, con la
libertad de elegir sin tener que cargar con el lastre de una historia femenina
común, sin tener que encajar para ser aceptadas.
En este sentido antiguas imágenes nos permiten recordar una
esencia femenina despreciada. Así, Lilith es uno de los tantos ejemplos de la
sombra femenina, quien en un principio fuera el igual de Adán, al haber sido
creada al mismo tiempo que él del polvo, posteriormente se nos presentaría como
un ser de oscuridad, madre de los demonios de la tierra, la sombra de Eva. “En
un principio todas las diosas estaban en la luz de la conciencia, pero aquellas
que representaban valores que al patriarcado no le interesaban y los vivían
como amenazas para el nuevo poder establecido, fueron reprimidas y castigadas.”
(Goñi, Álvarez, 2004, p.49) Tanto Lilith
como la bruja Circe (otra imagen que proviene de la Odisea de Homero), son
representadas como malvadas, pero el trasfondo es mucho más amplio, estas
mujeres saben aquello que quieren y lo buscan, no se dejan gobernar y aceptan
abiertamente su sexualidad, lo que implica un entorpecimiento ante las ideologías
patriarcales o religiosas; si las mujeres, al igual que Circe o Lilith,
reconocen su poder, se podría hablar de una igualdad de derechos, que aún hoy
en muchos lugares del mundo está lejos de ser presenciado.
La sexualidad como tal ha estado rodeada
de un sin número de tabús que la han demonizado en gran parte, las mujeres que
aceptan abiertamente su sexualidad son consideradas e incluso catalogadas
despectivamente de “rameras, putas, fulanas, fáciles, etc.”, lo importante es
abrir los ojos ante este hecho y reeducarnos, escuchar lo que se tiene para
decir en cuanto al tema, conocer más. Si las mujeres aprenden a aceptar su
sexualidad sin ser presas de la culpa y la vergüenza, insignias de la moralidad
y la religión, vivirían más libres, empoderadas, siendo dueñas de sí mismas;
habrán reconocido al menos una parte de su sombra y esto daría paso a algo
mucho mayor, al proceso de individuación, al autoconocimiento y la aceptación,
¿no significa esto que tendríamos una vida más feliz, más libre? A aceptar la
sexualidad femenina nos invitan libros como: La prostituta sagrada o Los
rostros de Eva, dos libros que proponen una liberación femenina desde la
aceptación de la sexualidad, la liberación y reconocimiento de la diosa
interior.
El enfrentamiento con la sexualidad se
da tarde o temprano en todos los seres humanos, pero en las mujeres, como ya
hay un molde para llenar, un modelo a seguir y un cúmulo de expectativas, el
enfrentamiento resulta en muchas ocasiones mortificante, no es poco común
conocer mujeres jóvenes, entre los 19 y los 25 años, que no han experimentado
su sexualidad abiertamente a causa del control materno o paterno, mujeres que
desde pequeñas han sido educadas para pensar que vivenciar la sexualidad o la
autoexploración es malo, a raíz de esto se observa que son mujeres solas, con
un anhelo de ser amadas, sin capacidad de reconocer o experimentar la
sensualidad del cuerpo, mujeres que no se sienten completas, que no se conocen,
que no disfrutan de su propio cuerpo, sobre todo, mujeres que no saben fluir
con la vida, porque la culpa ante la posibilidad de estar haciendo algo malo
las aterra, las llena de vulnerabilidad, les quita la imagen de perfección que
deben mantener frente a sus padres, sus amigos, su sociedad.
La película Black Swan o Cisne negro del
director Darren Aronofsky, es el mejor ejemplo para abordar el arquetipo de la
sombra o, mucho mejor, de lo femenino como sombra. En la película Nina Sayers,
la protagonista se ve envuelta en la competencia por ganar el lugar principal
para la danza de los cisnes, donde debe interpretar al cisne blanco, con el
cual no tiene ningún problema, de hecho su interpretación es impecable, pero el
papel del cisne blanco no viene solo sino que trae consigo su otra parte, el cisne
negro, papel con el que Nina se ve confrontada y el cual encuentra difícil de
realizar; en un inicio Nina comienza la danza del cisne negro con dificultad,
demasiado controlada, lo cual da a entender que ha mantenido su parte oscura
bajo control por demasiado tiempo y no es capaz de llevarla a la interpretación
puesto que no ha vivido la experiencia de la oscuridad en su propia vida.
No es extraño ver durante el recorrido
de la película apariciones del doble de Nina, de hecho son recurrentes los
encuentros entre esta última y su doble, que siempre viste de negro o parece
más atrevida, más pasional, es su sombra manifestándose, esa otra parte que
Nina no ha querido o podido experimentar, debido a que su vida ha estado
sometida a los designios de una madre agobiante y controladora. Nina es
mostrada como la niña-marioneta que su madre ha querido que sea, una madre
opresora e impositiva que no ha permitido que la joven se desenvuelva como
mujer y que ha influido para que doblegue sus impulsos agresivos y sexuales.
Al respecto dice Duane Schultz: “Cuando se reprimen los
instintos animales, estos no desaparecen sino que permanecen latentes en espera
de una crisis o de una debilidad del yo para recuperar el control. Cuando eso
sucede, nos domina el inconsciente.” (Schultz, 2009, p. 112) Esa crisis
de la que habla el autor es precisamente la que se desata en Nina al desear el
papel principal, el cual obtiene; sin embargo, la presión por lograr el baile
perfecto hace que Nina, en su afán de realizar una danza impecable del cisne
negro se deje arrastrar y sea invadida por la sombra, la cual toma posesión de
ella haciéndola alucinar, sacando la pasión, la agresividad y los deseos
sexuales reprimidos desde hace tanto tiempo.
La
sombra en el film es retratada todo el tiempo a través del doble que ya había nombrado
Jung como ese “otro en nosotros” (1992), siempre mostrando a sus personajes en colores,
blancos o negros, apasionados o fríos, buenos o malos; incluso en la danza
misma se retrata la combinación perfecta de los opuestos en una misma princesa
cisne. Lo que ocurre después es que cuando Nina descubre su sombra no es capaz de integrarla, se asusta
fácilmente ya que para ella todo esto es nuevo, no se le había enseñado, no
había experimentado sus deseos sexuales ni la agresividad dentro de sí, vivía
como una joven virgen bajo la cúpula cristalina que la madre había construido
para su “preciosa niña”, de esta manera la protagonista es afectada, invadida
por su sombra y en alucinaciones es capaz de llevar a cabo actos que en la
realidad no, desata su sexualidad, desata sus deseos primarios, la agresividad,
incluso el deseo de matar en medio de la ceguera que lleva consigo la
desesperación, la profunda ira.
Black
Swan es el retrato del encuentro con la propia sombra, con su poder destructivo
y a la vez con su poder creativo, Nina es capaz de realizar un baile perfecto,
logra entregarle al público un cisne negro impecable. La película pasa por
todos los estadios, primero está la chica virginal y buena en todos los aspectos,
polarizada en la luz sin haber experimentado la oscuridad dentro de ella, al
encontrarse con dicha oscuridad la joven presenta un estado alterado, siente
miedo y llega a al punto de la desesperación al dejarse invadir por su sombra,
experimenta todo ese lado oscuro e incluso la energía llena de pasión que
necesitaba para lograr la perfecta interpretación del cisne negro, luego, al
final de la película que coincide con el acto final del baile, Nina experimenta
la integración a través de una perfecta interpretación del cisne blanco y el
cisne negro, las dos piezas que conforman a la princesa cisne.
Epílogo:
De
esta manera termino el recorrido que quería hacer a través del arquetipo de la
sombra, entendiéndola no como un arquetipo del mal, sino más bien como dos en
sí mismo, lo oscuro, demoniaco, agresivo, primitivo, pero también como una
fuerza que contiene la pasión creativa, una fuerza propulsora, si bien esto es
entendible que el secreto está en saber qué hacer cuando la sombra aparece. El
primer impulso será, quizás, negarla, pero al volver a mirar, como cuando se ve
una película de terror, notamos que el demonio no es tan malo ni tan tenebroso,
solo es cuestión de perder el miedo a descubrir que eso, lo que llamamos malo o
feo, también hace parte de nosotras y que no podemos perderlo porque entonces
no seríamos lo que somos, completamente humanos. Si supiéramos que el mejor
camino es la integración de los opuestos para lograr un perfecto balance nadie
huiría de su sombra. Aunque no podamos afirmar que se logre la perfección o la
completa integración, el proceso de individuación requiere de una meta
holográfica para que nos dispongamos a hacerlo; lo que quiero decir es que el
proceso se manifiesta de muchas formas y hay que ser sagaces a la hora de reconocer
aquello que necesitamos trabajar e integrar, más aún cuando se trata de la
sombra, que es un arquetipo complicado de entender. Lo único que me queda es
invitar a todo el que lea a que se atreva a dar la segunda mirada y sea capaz
de reconocer que se es un contenedor de ángeles y demonios, todos iguales, pero
al final, todos parte del mismo ser.
Bibliografía:
Goñi, Arantxa.
Álvarez, María José. (2004). Los rostros
de Eva: Cómo despertar la Diosa que hay en ti. Madrid: EDAF.
Pinkola Estés,
Clarissa. (2005). Mujeres que corren con
los lobos. Barcelona: Ediciones B, sello Zeta bolcillo.
Schultz,
Duane P. Schultz, Sydney Ellen. (2009). Teorías de la personalidad.
Latinoamérica: Cengage Learning.
Zweig, Connie.
Abrams, Jeremiah. (1992) ¿Qué es la sombra? En: Encuentro con la sombra: el poder del lado oscuro de la naturaleza
humana. Barcelona: Editorial Kairós.