EL AMOR QUE MATA
Acerca de “La
Pianista” de Michel Haneke. 2013
Apuntes de 2020. Para ver lo escrito en 2003 has click aquí
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“¿Porqué hago
películas?
Nunca preguntes a un
ciempiés porqué camina o se tropezará.”
M. Haneke
Las Sonámbulas.
(Gibran Khalil Gibran)
En mi ciudad natal
vivían una mujer y su hija, que caminaban dormidas. Una noche, mientras el
silencio envolvía al mundo, la mujer y su hija caminaron dormidas hasta que se
reunieron en un jardín envuelto en un velo de niebla.Y la madre habló primero,
y dijo: “¡Al fin! ¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga! ¡A ti, que destrozaste
mi juventud, y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía!
¡Tengo deseos de matarte!"Luego, la hija habló, en estos términos: “¡Oh
mujer odiosa, egoísta y vieja! ¡Te interpones entre mi libertad y yo!
¡Quisieras que mi vida fuera un resultado de tu propia vida marchita! ¡Desearía
que estuvieras muerta!"En aquel instante cantó el gallo, y ambas mujeres
despertaron. La madre dijo amablemente “¿Eres tú, tesoro?” Y la hija respondió
con la misma amabilidad: “Sí; soy yo, querida madre”. (De "El Loco")
En un cineforo anterior
hablábamos de Federico Fellini y decíamos que los directores actuales pueden
ser muy buenos pero que muchos de ellos se encuentran reducidos a simples
empleados de los grandes estudios y productoras, lo cual no nos permite
percibir la vida de alguien atravesado por una vocación, aquel cuyo recorrido pudiésemos
percibir a través de su obra. Esta vez nos encontramos con uno de esos autores
tremendamente vocacionales cuyo rasgo principal parece ser la valentía de
enfrentar a temas que normalmente son incómodos o “poco comerciales”, para
hablar en el lenguaje del negocio del espectáculo. Muchos le conocieron
recientemente, en 2013, debido a que se hizo al Oscar como mejor película extranjera
por su obra “Amor”, en la que retrata el amor maduro, la vejez, la muerte, la
eutanasia y el miedo asociado a todo ello, una obra que surgió debido a una
experiencia familiar de mucho dolor, pero que también es una obra coherente con
su propio momento vital. Otras películas que podemos recomendar, si quedaron
impresionados por esta y curiosos acerca de la obra de Haneke son La Cinta
Blanca (de 2009) o El séptimo continente (de 1979). Estén seguros de que no
quedarán defraudados o, por lo menos, no intocados, como deben haber quedado
con La Pianista.
Es esta la segunda película del
siglo XXI por parte del director austríaco pero trae uno de los temas más
complejos de todos los explorados por el psicoanálisis en los dos siglos
anteriores, tanto por la corriente freudiana como por la junguiana. Se trata
aquí de las relaciones entre madre e hija y de los efectos que dichas
relaciones pueden llegar a tener. Pero para no saltar directamente a los
análisis causales tan comunes frente a este tipo de películas, vámonos por el
camino largo, es decir, el mismo que sigue la película, comencemos, entonces,
por el Ego y sus máscaras. El director quiso comenzar mostrándonos el elegante
y refinado mundo de los profesionales y los admiradores de la música clásica en
Europa.
Erika, la altiva y exigente
profesora de piano, rígida con sus alumnos y perfeccionista en su propio
trabajo, ha entregado su vida y sus habilidades artísticas a la obra de Franz Shubert, el gran
compositor austríaco que, con tan sólo 31 años, perdiera la razón hacia el
final de su vida, un destino similar al del padre de la protagonista.
Volveremos sobre esto pues hay algunas pistas para nuestra reflexión en el
admirado músico.
La madre de Erika se presenta
como una madre entregada, celosa con la carrera de su hija, que le cuida hasta
el más mínimo detalle en sus comidas y sus relaciones, no conteniéndose para
nada cuando se trata de advertirle sobre el joven pianista que podría superarle
en su interpretación de Shubert o sobre la pérdida de tiempo que implica
entregarse a placeres mundanos. Una mujer simple cuya única conexión con ese
mundo refinado es la misma Erika, lo que se nos pone de presente en la escena
en la que se le hace insoportable una charla sobre un antiguo instrumento musical,
durante la recepción privada en la que conoce al joven Walter Clemmer.
Walter Clemmer, ingeniero de
profesión pero un cultor de la música clásica con aspiraciones de pianista, el
ímpetu de la película, quien imprimirá energía y libido a toda la situación
dada su edad y su carácter apasionado. Un sentimental que encontrará en Erika
una imagen qué admirar, pero también un objeto primero de amor y luego de los más bajos
instintos, ya veremos cómo.
Otros personajes importantes
serán los jóvenes estudiantes que aparecen allí para irnos mostrando
gradualmente la ironía y la crueldad hasta la que es capaz de llegar Erika, por
ejemplo, la chica que es
objeto de una crítica tenaz y destructiva y que será objeto, más tarde,
de un ataque físico que le dejará inhabilitada para tocar el piano. Esta ironía
y esta crueldad, hacen parte de algunos de los aspectos que intentaremos
comprender para alejarnos de una terminología demasiado moral, en nuestro deseo
de captar la profundidad psíquica de la que provienen.
Si continuamos en el orden de “la
vida” construida aquí por Haneke, enseguida las cosas comienzan a ponerse más
complejas, vamos abandonando poco a poco el ámbito de la máscara, de los roles
y las apariencias sociales, para internarnos en ese mundo más subjetivo, menos
reglado y más particular de las relaciones con nosotros mismos, incluso hasta
contactar con la sombra. En un giro que deja sorprendido a más de uno, Erika
sale del conservatorio para dirigirse hacia un sitio de consumo de pornografía.
Erika, nos damos cuenta, es cliente habitual del sitio y se satisface oliendo
los papeles que usuarios anteriores han dejado en las basureras. Más adelante
la veremos haciendo un ejercicio de mutilación genital y atacando a su
estudiante poniéndole vidrios en el bolsillo del abrigo. Todos estos actos se
intercalan con las clases, con los intentos de seducción de Clemmer y con
fuertes discusiones con la madre quien llega a romper su ropa si ella se
retrasa un poco en la calle.
Hacia el final, accederá a la
seducción sexual de Clemmer imponiéndole unas reglas muy claras sobre cómo
amarrarla y golpearla. Al final, el joven intentará abandonarla por
considerarla completamente loca y, tras la insistencia de ella, terminará
violándola y despreciándola, activado también en su propia complejidad.
¿De qué se trata todo esto? Ya lo
hemos anunciado. La madre, sobreprotectora e inmersa en sus propios complejos,
no ha podido más que distanciar a Erika de toda vivencia humana auténtica, sólo
ha preservado y estimulado su lado racional a través de la música y le ha
convencido de que sólo será digna de su amor si se adhiere a esta dinámica. En
ese estado de cosas los aspectos eróticos y sentimentales no se desarrollan más
allá de una etapa muy infantil, casi animal. Así, en lo referente a la
sexualidad, el cuerpo de la madre es el único cuerpo válido, vinculado a
sensaciones infantiles no mediadas por emociones más elaboradas. Y ya que la
emocionalidad de la madre es aquí también una emocionalidad que pendula entre
los extremos de la frialdad y la explosión incontrolada, también las únicas
emociones son esas, las que comúnmente están ligadas a la sobrevivencia: el
ataque y la huida.
Desde estos puntos de vista
podemos comprender muchas de las escenas vividas por los protagonistas: La
admiración por Shubert, un personaje caracterizado tanto por su genialidad como
músico que como libertino, promiscuo y poco amante del aseo personal, dibuja
muy bien la duplicidad de Erika, pero también su profunda necesidad de
contactar con su lado erótico y emocional, totalmente prohibido para ella (esta
admiración cumple también la función de evocar inconscientemente al padre,
quien enloqueciera antes de morir igual que el gran músico). Su gusto por la
pornografía y su deseo de ser tratada como objeto resultan, así mismo, de aquella
represión, pues no se le ha permitido acceder a la sexualidad adulta, la cual,
por naturaleza, está compuesta tanto de contenidos simbólicos (incluyendo dosis
de sentimiento y la poética del encuentro), como de contenidos materiales
(genitalidad y licencias mútuas para ser tratados como objetos en un momento
determinado). Pero la sexualidad infantil no llega a esa complejidad y se queda
tan sólo en el cuerpo, lo que se agrava por el hecho de que ese cuerpo es reconocido
exclusivamente a través del ojo simple y extremadamente básico de las películas
pornográficas -la madre de Erika, podemos intuirlo, no es mucho lo que tendría
para enseñarle a su hija en ese campo-. Es por ello que una de las últimas
escenas, una que nos resulta tan impactante, es la de la hija intentando
erotizar el cuerpo de la madre, declarándole que le vio el sexo, quizás, un
intento de decirle a esa madre castrante y devoradora que “casi le ha pillado”,
algo que todos desearíamos para la abnegada profesora.
Al revisar la última escena, la
de Erika apuñalándose en acto más de automutilación, podemos sospechar que ella
intuye lo que necesita: una mayor consciencia de sí misma, un comprender sus
propias vivencias, sus causas y sus efectos, un trabajo para ella tan difícil que
sólo lo puede actuar en lo real mediante la autolesión. Esas autolesiones
parecen tener el significado de una necesidad profunda que tenemos todos de
sentirnos vivos, una experiencia de la vida intensa que supere los dictados de
otros, de la madre por ejemplo, dictados tanto conscientes como inconscientes.
Haneke nos ha presentado así in extremis, una situación para nada
excepcional. Conservando algunas distancias, sabemos por la clínica con mujeres
y hombres coptados por la psique enferma de la madre, que en ocasiones la única
salida posible es el propio cuerpo, el cual ha sido identificado con el deseo
de la madre, el único deseo al que se puede acceder. Es como si ese “ser
devorado por la madre” tuviera el efecto de una fuerte proyección: todo lo
corporal es la madre, pudiéndose comprender, en esa dinámica, muchos de los
trastornos que, comúnmente, se le asocian: trastornos sexuales
(hipersexualización e impotencia entre otros), alimenticios (Bulimia y
anorexia) y el llamado trastorno bordeline, en el que el sujeto se mueve continuamente
entre neurosis y psicosis con especial protagonismo del cuerpo y que suele
incluir practicas tipo cutting (autolesión). Pero también esta dinámica
madre-hija o madre-hjijo, puede tener como consecuencias una serie de mutilaciones
psicológicas o morales, es decir, se atacan los propios valores y las propias
habilidades, lo que va a ir pasando gradualmente también con Erika, en quien la
poderosa máscara termina siendo también destruida. Pero todo esto es, en
definitiva, un intento muy inconsciente de sanar, de atacar aquello que reduce
la vida: el devoramiento de lo materno, sea este representado en la madre o en
la familia, pues hay familias enteras devorando individuos, eso será tema de
algún otro cineforo, posiblemente.
Lisímaco Henao
Henao.
Psicólogo. Mg. Psicología Analítica.
Analista Junguiano SCAJ-IAAP
Analista Junguiano SCAJ-IAAP