Todo movimiento hacia la integración implica probablemente un duelo por la comodidad que se pierde. Toda gran conmoción del alma activa al Héroe arquetípico que sabe desligarse en su búsqueda de un nuevo estado. El autor revisa estos movimientos en lo individual y en lo colectivo, indagando por la forma que los arquetipos paterno y materno, y sus correspondientes proyecciones, se ven implicados. Así mismo, plantea el lugar que el motivo de la iniciación tiene en la restitución de la vida tras el devoramiento por parte de la madre arquetípica.
El autor es Analista Junguiano de la IAAP, Psicólogo (U. de A.) y Master en Psicología Analítica (S.E.P.A. Barcelona).
Sobre el Héroe y sus padres.
Copyright Lisímaco Henao Henao
“Las figuras
de héroe agotan sus esfuerzos por alcanzar
la meta de
sus ambiciones; en resumen, llegan a triunfar
aunque
inmediatamente después puedan ser castigados
o matados a
causa de su hybris. En contraste con esto,
en la
iniciación se pide al novicio que abandone toda
ambición intencionada y todo deseo y se someta a
prueba.” [1]
El
héroe, ese ser que nos muestra el mito como un tenaz luchador, un hombre o una mujer de mágico
nacimiento que se enfrenta a fuerzas en apariencia mayores que él y que cuenta
con protección igualmente mágica, se presenta ante nuestras almas para
enriquecernos con imágenes liberadoras, ¿liberadoras de qué?. Al parecer en el
principio, en un principio mítico-cósmico, pero también en el inicio de la vida
humana existe una unidad indisoluble, una totalidad de lo existente, tanto
Erich Neumman como Patxi Lanceros[2]
nos hablan de esta originaria unidad, Neumman la nombra como el Uroboros
inicial, en el cual se hallan fundidos criatura y creación, mientras que
Lanceros nos señala una unidad primera entre naturaleza, dios y hombre. En lo individual esto tendría su
correspondencia en el hecho de la unión de hijo y madre en los primeros años de
vida.
Sin
embargo, tanto a nivel colectivo como individual hay una ruptura arquetípica
del estado urobórico. Es lo que revelan tanto los mitos como la experiencia
individual de todo neurótico (aún se discute si en la psicosis se logra esta
separación). Los mitos de Héroe “dibujan” esquemas de esta separación, de la
cual emerge la conciencia del ego diferenciada del sí-mismo inconsciente. El
mito dramatiza este proceso como la lucha contra la bestia, el dragón por
ejemplo, una lucha durante la cual el héroe debe enfrentarse a sus propias fuerzas
destructivas, de las cuales, al parecer, extraerá su fuerza.
Ahora
bien, Jung nos dice que los arquetipos paterno y materno se actualizan o proyectan
cada vez en los padres reales, por lo tanto esta lucha, esta separación tiene
su evidencia real en el entorno familiar del individuo. La separación se
operará con respecto a las figuras paternas, sus ideales y los deseos e
ilusiones que ellos han puesto sobre su hijo. Esta operación le lanzará al
ámbito exterior, al mundo social de hombres y mujeres, gracias a que los atrayentes
poderes del mundo protector, dador y limitante de los aspectos inconscientes
del hogar han sido, por ahora, vencidos.
Hay
que aclarar que estamos hablando de aspectos inconscientes de las imágenes
arquetípicas, los cuales sólo en apariencia pertenecen a los padres. Aunque
existan casos en los que los padres realmente se identifiquen con estos
aspectos terribles y castradores, es importante recalcar que el componente es
generalmente arquetípico y que no se trata aquí de defender una negación de las
figuras paterna y materna, sino de una liberación de aquellas fuerzas negativas
que también representan.
La
imagen de la bestia (dragón, serpiente, ballena), que representa estos aspectos
negativos del inconsciente, será revisitada siempre que sea necesario para el
ego consciente fortalecerse en diferentes momentos de la vida. Cada lucha y
cada liberación darán al individuo la autonomía e independencia necesaria para
enfrentarse a sus vicisitudes, en este sentido ¿podríamos afirmar que cada vez
que se intentan integrar contenidos inconscientes se reactualiza esta lucha?,
cuando integramos nuevos valores de “lo masculino” o “lo femenino” ¿no estamos
entrando nuevamente en diálogo con lo desconocido, con nuevas imágenes por lo
cual sentimos desafiar los cánones colectivos sobre lo que es ser hombre, ser
mujer, ser padre o ser madre?. Quizás por ello existe junto al mito del héroe
el motivo arquetípico de la iniciación, el cual parece señalar que en ciertos
momentos de la vida es necesario renunciar a aquella “sagrada independencia”,
“prescindir de la autonomía absoluta”[3],
acaso también renunciar a la acomodación al exterior lograda hasta el momento.
En la primera juventud este proceso de iniciación lleva al individuo hacia el
grupo o grupos existentes en el entorno social,[4]
en el hombre adulto puede permitirle, además, aceptar la vida compartida más
allá de la simple secularización o masificación de intereses.
Ya se trate del mito del Héroe o de los rituales de iniciación, en ambos motivos hay un reconocimiento de los padres, sólo que en el primer caso se trata de una confrontación con sus fuerzas negativas inconscientes, en la cual se puede ser incluso devorado o castigado por el orgullo excesivo (hybris), mientras que en el segundo cobra más importancia un cierto despertar de la muerte vivida como el “mas profundo nivel de la originaria identidad madre-hijo o identidad ego-si mismo”[5], lo que podemos leer también como sacrificio de la actitud del ego consciente para renacer o despertar revivificado. En mitos y rituales esto se muestra como una muerte y posterior resurrección del héroe. Es, por ejemplo, Cristo resucitando de entre los muertos luego de su descenso al mundo subterráneo de la madre. Es, en definitiva, sumisión y renuncia del “ego autónomo” ante el deseo de la vida de unirse con él. Hemos de recordar además que en el proceso de lucha y liberación el héroe rescatará a la doncella de las garras del dragón, lo cual viene a representar la liberación del ánima y sus aspectos positivos, del aspecto devorador de la madre, tal como Perseo y Teseo liberaron a Andrómeda y Ariadna tras luchar con el monstruo.
En
este sentido podemos comprender el postulado de que “El ego como héroe
siempre es, esencialmente, un portador de
cultura más que un puro exhibicionista egocéntrico.” Cultura en el
sentido de trascendencia desde lo puramente animal hasta la espiritualización y
animación del mundo.
Separarse
sí, mas no mediante la negación absoluta de los padres reales, más bien
mediante su reconocimiento y la posterior aceptación de la necesidad de tomar
distancia para hacerse a un destino propio que podrá o no concordar con los
ideales paternos. Ahora bien, la oposición más fuerte a este proceso tal vez no
provenga precisamente de los padres reales sino de las tendencias arquetípicas
regresivas, de la añoranza de un mundo protector donde “dormitan sentimientos
de hogar y esperanzas de todo lo venidero”[6]
. Entiendo, entonces, que el héroe (el ego que busca hacer conciencia) deba
separarse simbólicamente de sus padres para hallar las analogías de lo paterno
y lo materno en sí mismo y en el mundo. El sentimiento de orfandad
surge, entonces, a partir de dicha separación: “ahora estoy solo, reconozco que
mi madre y mi padre no pueden hacer de mí lo que quiero ser. Ni mi gobierno, ni
las leyes de mi país, ni mi patria harán de mí lo que yo debo ser.”. A partir
de esa orfandad se construye el camino heroico que en un primer momento llevará
al individuo a construir una conciencia de sí mediante el descenso y lucha con
el “mundo de las madres” (mito del Héroe) y la renuncia frente a la necesidad
de ser como el mundo (Motivo de la
iniciación).
La
negación de los padres reales es un proceso artificial de separación, aunque
probablemente, en algunos casos, sea el único medio para acceder a la
transformación individual. Opino que para algunos esta negación puede ser el
símbolo iniciático de su camino a la madurez, pero que no tendría que ser la regla
ya que una buena relación con las figuras paternas (estén ellas o no
representadas por los padres biológicos), puede potenciar ese proceso mediante
el acompañamiento y la confrontación en lo real (el alma necesita algo que se le oponga).
En medio, por supuesto, están los conflictos con
los cuidadores representantes de los arquetipos paternos, con lo cual queda
planteada la pregunta por la forma en que tales cuidadores actúan, cómo son
percibidos y si hay actualmente una cultura lo suficientemente capaz de dar
vías al necesario proceso de separación, si los individuos de hoy tienen
imágenes que les permitan soportar esa lucha sin destruirse unos a otros.
Pregunta que gira en torno a la convivencia, a si desarrollamos realmente la
capacidad de sacrificar las excelencias de los logros individuales en bien de
la vida compartida, es decir, si vivimos junto al mito del héroe el motivo de
la iniciación. Tal vez el problema resida en la manera en que la cultura
occidental ha sobre valorado los aspectos agresivos del héroe, recalcando en su
actitud guerrera y ambiciosa, mientras que sus aspectos más relacionales son
pasados a un segundo plano. Existen grandes diferencias entre quien desciende
al Hades matando y destruyendo (Hércules) o quien lo hace conociendo y
comunicando (Orfeo o Hermes). Tal vez el secreto esté en matizar el énfasis
puesto en un LUCHAR CONTRA Y MATAR A LA BESTIA
y dar más importancia al acto de NEGOCIAR con ella. La lucha violenta
con el dragón ha pasado a nuestras modalidades de relación con la naturaleza
como destrucción, con los otros como guerra y asesinato y, ya en un sentido más
íntimo, a conducido a la toma de distancia de las figuras paternas como un
alejamiento del profundo sentido de hogar y del alto valor del anciano, así
como a la dificultad para ver en la figura del padre algo más que un ente
normativo e impositivo, ese algo paterno que toca la ternura y la compasión
frente al desvalimiento del hijo. Es así como un enfoque diferente de la figura
del héroe podría conducir, paradójicamente, a una toma de distancia del mundo
paternal (representante del inconsciente), menos traumático y disociador tanto
en sentido individual como colectivo.
[1] Joseph L. Henderson. En: Varios autores. El hombre y sus
Símbolos. Ed. Aguilar, Barcelona 1998.
pg. 131
[2] En: Varios Autores. Arquetipos y Símbolos Colectivos. Ed. Anthropos.
Barcelona. 1994. En su artículo “Al filo de un aforismo”, el Doctor Lanceros
invoca al símbolo como agente de sutura del desgarramiento arquetípico. En el
contexto del mito del Héroe, la actitud simbólica sería aquella que permite al
ego regresar a la madre para encontrar allí su fundamento y renacer
revitalizado con las asociaciones que le permitan dar sentido al conflicto que
motivó tal regresión.
[3] Id. Pg. 134
[4] “Así, el grupo
satisface las demandas del perjudicado arquetipo y se convierte en una especie
de segundos padres, a los cuales se sacrifican primero simbólicamente los
jóvenes solo para resurgir a una nueva vida.” Id. Pg. 129
[5] id. 132
[6] C.G. Jung. Símbolos de Transformación. Ed. Paidós. Barcelona 1998. pg.
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