Autorreferenciada
Una tarde con Leonor Marina Restrepo*
Por Cristina Hincapié
PRÓLOGO
Hace algo más de
dos años, por las cosas que la vida tiene designadas de algún modo y que “uno”
no hace más que cumplir de una forma casi automática, o más bien sistemática y
carente de consciencia - cuya aparición sólo llega después del acontecimiento
experimentado - conocí a Leonor. En el Centro C. G. Jung Medellín, donde los
sueños y las ideas caminan por la sala y nos asaltan en cada almuerzo, se nos
ocurrió un día hacer una revista y, con
el empeño característico que nos motiva, no hicimos más que dar rienda suelta a
aquel proyecto que sonaba tremendamente fácil en pleno siglo XXI pero que
escondía una realidad distinta a la de nuestro imaginario. Una de mis tareas, para una sección que
habría de estar dedicada a “personajes” del mundo de la psicología, era
entrevistar a la psicóloga Leonor Marina Restrepo; sin saber mucho sobre ella, más que unos muy
buenos referentes que la convertían en la indicada como personaje de nuestra
primera publicación, hice la llamada correspondiente y concreté una cita en un
pequeño café de la ciudad, en medio de árboles, aire fresco y de
diversidad de personajes que se paseaban cerca de nosotras.
Como imaginarán la publicación de la revista se
complicó; la ejecución real en un mundo donde los papeleos, los formularios y
los registros técnicos son más importantes que las ideas, los sueños se ven
cuestionados; sus ejecutores reflexivos se preguntan si de alguna forma vale la pena hacer tanto esfuerzo cuando la
única pretensión es hablar de este mundo que resulta tan apasionante para
nosotros, donde las imágenes del alma se encuentran en torno a una disciplina
conocida como “psicología”.
Pero, aunque la
revista no vio la luz, el encuentro con "Leo" sí dejó un hermoso texto y una cálida relación que permanece y se mantiene
sostenida por los hilos del alma. Este encuentro no sólo propició la larga “conversa” que aquí se transcribe en torno al
tema de la psicoterapia y el alma humana; a mí, afortunada, me dejó una amiga,
una terapeuta, una mujer a quien querer. Por ahora, sólo
les comparto lo que se habló hace años, pero que sigue teniendo la misma
vigencia.
Cristina Hincapié
Psicóloga – Psicoterapeuta Centro C.G.Jung Medellín –
Candidata a Magister en Teología UPB
No quiero hablar
como terapeuta, prefiero desde otro
lugar porque yo le tengo un poquito de, ¿cómo lo dijera?… A ver, creo que yo he
sido una mujer que ha querido construir
un estilo de vida, un proyecto, que se caracteriza sobre todo por una
heterodoxia… soy muy heterodoxa, digámoslo así. Yo las ortodoxias no las sé
vivir, eso me aprieta como una camisa de fuerza. Esa es una característica propia.
Otra
característica mía, en mi desempeño,
digamos como persona, como mujer, como psicóloga, que ha marcado mi vida en
todos sus ámbitos, mis búsquedas, mis preguntas, mis trabajos, es darle lugar a
mi intuición. Digamos que tengo de
manera dominante un pensamiento intuitivo y de sensaciones. Yo, un poco, me divierto, pensando que mi
cerebro y mis neuronas están en los ovarios y en las tripas: en el estómago. Y
eso hace que yo tenga una manera de estar en el mundo; y lo que
he hecho toda la vida, desde niña, ha sido reconocerme así… fortalecer
la racionalidad, los sentimientos, los otros aspectos del radar de la
consciencia, ¡claro! pero básicamente soportando que yo soy intuición y
sensación[1]. Eso hace que
sea entonces muy “inconsciente”, que sea más inconsciencia que consciencia, si se puede hablar así, decir eso es muy problemático, pero vamos a nombrarlo así.
Entonces, me autorizo a hablar más desde mí misma,
desde lo que he construido en la vida como mujer, como trabajadora del área
social y humana, como esposa, como mamá, como amante, como amiga, una enamorada
de la vida…desde ese lugar.
Cuando tengo que
hablar en “el nombre del padre”, o en el nombre de una institución, o en el
nombre de una teoría o una escuela, o de una iglesia – porque también puede ser
como una capilla- , ahí me parece “que no”…
en ese sentido, yo creo que un poco mi rebeldía está allí, sin que esto
signifique que no he actuado también y movida por el nombre del padre,
justamente esta ha sido y será mi búsqueda siempre.
En términos
entonces de la pregunta acerca de la Psicología Analítica, qué ha sido para mí,
yo diría que ha sido una búsqueda, un
sendero, también ha sido una herramienta, una lamparita que una se pone en la
frente y se sumerge, creciendo hacia abajo, una guía que me acompaña porque me dio , y me ha dado en
algunos momentos, todavía sigue pasando, elementos para vivir, vivir en consecuencia con lo que yo quiero,
con esas intuiciones, con esas sospechas que
tengo… creo que eso ha sido vital, porque es una carta de navegación,
una brújula. Y claro, hay asuntos de
esas teorías, digamos, de los Junguianos y los Post – Junguianos, que a mí ni
me gustan, ni me interesan, ni las entiendo.
A mí me empiezan a hablar, por ejemplo, de lo masculino y lo femenino y
eso llega a un punto en el que a mí se me vuelve un nudo y un lío, porque son unas
categorías que esquematizan, que empiezan a poner las cosas en un lugar del
mundo que a mí ya no me gusta, entonces me
incomodan… pero yo suelo pasarlos
de largo y sigo para adelante en
lo que voy.
En una de las
ramas, o en el rizoma, en uno de los pelitos que le salen a la raíz como la de
la yuca, están esas reflexiones, esas lecturas de la psicología Analítica que a
mí me dan todas las pistas, primero para vivir, para construir esto que vamos
siendo en los roles, en las pasiones, en esas identidades que se construyen y
se deconstruyen todo el tiempo, en esas pasiones diarias con respecto a todo: a los fenómenos sociales, a los asuntos
políticos, a los amores, a los vínculos familiares, al lazo con la gente “de a
pie” – es decir con el transeúnte que me encuentro en el camino – ahí hay una
riqueza muy grande.
Creo que esas
pistas y otras, que me han dado otros referentes de personas que me he
encontrado en la vida, en el camino, han hecho parte de la “maleta de viaje”
que una lleva. Dentro de esas pistas
conceptuales también, por ejemplo, la teoría feminista, ciertos desarrollos de
los feminismos también me han permitido
herramientas para el viaje. También he tenido la fortuna de encontrarme,
sobre todo con amigas y compañeras de trabajo, que son filósofas, y esos
elementos me han dado muchas pistas… y se van juntando todas esas semillas, alimento
que nutren mi sensibilidad, mi intuición
y me permiten construir a partir de
una sensibilidad que me es
propia, con mucho entusiasmo, con cierta creatividad… construyendo sentidos! Es
la construcción de sentidos nuevos la que hace que pueda decir que he vivido unos momentos muy
felices. ¡Eso vale la dicha!… la vida vale la dicha vivirla para esas sospechas
a las que les das crédito!
Y creo que ha sido
muy importante esa pregunta por la Psicología Analítica ahí… acompañando todos
esos otros asuntos...
-
Cómo ha sido el proceso de encuentro con esas teorías, esas herramientas?
Desde muy niña, en
el colegio, yo quería ser psicóloga… y no tengo ni idea por qué. Debe ser porque no quería ser ni enfermera,
ni maestra, ni mamá, entonces eso era lo más parecido… ¡yo creo!...porque ahí hay
una cosa que tiene relación. Estudié en la Universidad de San Buenaventura
entre el 72 y el 78, año en el que me
gradué; participé de la tercera promoción de psicólogos de la Universidad de San
Buenaventura seccional Medellín.
Terminados los estudios salí de
la Universidad y empecé a trabajar en el consultorio, en terapia individual,
con unas asesorías que venían desde la universidad con lo que era la formación
en esa época y que todavía se mantiene: unos psicoanalistas que tenían
pacientes y que a la vez eran supervisados con sus casos y hacíamos grupos de
estudio con ellos. Bien, eran unos pares
con los que se podía hablar, en una cosa muy psicoanalítica, freudiana y kleiniana,
eso a mí me incomodaba demasiado pero era lo que había… y estuve ahí un
rato largo, trabajé en algunas instituciones educativas, y como a los dos años,
empecé a trabajar como profesora de cátedra de la Universidad de Antioquia,
posteriormente me vinculé como profesora
de tiempo completo durante doce años. Entré a trabajar en un momento en el que
los estudiantes de psicología, llegaron a hacer la práctica pero
ellos no estaban formados ni como psicólogos, ni como psicoanalistas, y la Universidad
contrató un equipo de psicólogas para
que los acompañáramos en las prácticas profesionales. Allí trabajé doce años, fui profesora de algunas materias,
fui jefe del departamento, fui directora de prácticas… es muy significativo
para mí el trabajo de directora de prácticas porque me recorrí a Medellín de
cabo a rabo, fui, subí, bajé, me metí a los centros hospitalarios, acompañaba
muchísimo a los estudiantes… tenía el mapa en la cabeza de todo lo que
hacíamos, e hicimos un trabajo muy rico y muy bonito.
Yo resaltaría de
esa experiencia que estábamos abocados a enfrentar a esos chicos en
prácticas. Y mi incomodidad,
creo que se acrecentó, porque yo empecé a dictar la clase
de psicoterapia, una materia “puente” en ese entonces entre los semestres
teóricos y los prácticos, y yo planteaba
a los estudiantes en la clase que el
primer elemento diagnóstico que el terapeuta
tenía para asumir lo que el paciente le estaba mostrando, era “lo que le
decía la tripa”; que lo primero que
tenia que hacer el terapeuta era conectarse con lo que le decía el estómago para saber el paciente qué necesitaba… y esta
manera de asumir la clínica y la terapéutica era muy difícil de soportar y de
tolerar por parte de los estudiantes en ese ámbito académico-freudiano.
-
Y esa tendencia
continúa... (Intuyo... o afirmo)
No lo sé. Yo me
retiré de la Universidad en el año 92, fui a algunos cursos de extensión
posteriormente, a los cursos que dictaba la profesora Marta Vélez sobre las
teorías de Jung, pero hasta ahí… yo no volví a saber mayor cosa de la facultad,
ni del departamento… Fue una experiencia
difícil, de mucha soledad, de mucho dolor… porque claro, sentir que mis neuronas están en los ovarios, en las tripas, si yo soy tan intuitiva, si
soy pura sensación, estar en ese marco de la academia no fue fácil.
Era una cierta situación de marginalidad, y la resolví renunciando a la universidad; si fue mejor o peor, no lo
sé…Cuando me retiré
de la universidad fue un momento muy importante. Por ese entonces aconteció el
desastre de Armero, y con ese desastre
la Universidad de Antioquia autorizó que trabajáramos algunos docentes
del área de la facultad de ciencias sociales
y psicólogos, en ese
tema. Debíamos viajar… yo fui durante
mucho tiempo el enlace entre los profesionales que viajaban a Armero y hacían
apoyo, la Cruz Roja y la Universidad. Nunca
viajé…. Escuchaba lo que la gente
contaba cuando llegaba y cuando venía, y había cosas que se reventaban porque
los psicólogos en esa época iban, llegaban, y leían la situación desde una
perspectiva teórica, y eso a mí no me casaba, a mí ese rompecabezas no me armaba. Después de esta experiencia me fui metiendo por la vía de la psicología
clínica en el tema de los desastres naturales,
posteriormente hubo un
desastre en Medellín, en el barrio Santo Domingo, se vino un alud de tierra,
tapó muchas casas, mucha gente que se
tuvo que ir a los albergues, y la Universidad nos volvió a proponer que
participáramos de esta intervención para
realizar un trabajo práctico, y con un grupo de estudiantes que yo acompañaba
en las prácticas y que le apostábamos a una psicología social, trabajamos
arduamente.
Pero sólo había
una posibilidad de hacer el trabajo. Allá no necesitaban psicólogos, allá
requerían empadronadores, es decir quién
realizara un censo con los damnificados, y
un grupo de estudiantes se animó y nos fuimos a empadronar a las
personas que habían vivido el desastre.
Recuerdo que algunas compañeras fueron el primer día y volvieron a la
Universidad y dijeron “allá no tenemos nada qué hacer”, pero un grupo de
estudiantes y yo nos quedamos esperando
a que la Defensa Civil y la Cruz Roja nos
dijeran cómo empadronar a la población y por allí empezó un trabajo de
psicología clínica y desastres.
Eso empezó a
parecerme un trabajo que tenía más sentido para mí. Yo puse en relación este trabajo con la práctica de tiza y tablero, y el rigor
lacaniano, la lectura freudiana, y me
dije: “esto para mi, no es por aquí”. Tengo que
reconocer que fue muy divertido y de muchos aprendizajes leer a Freud, pero, insisto, desde cierta
perspectiva: por un lado la existencia del inconsciente, pero por otro, las
discusiones críticas que pude hacer con Marta Vélez, a raíz de la realidad de
las mujeres en la época victoriana.
Leer “El Caso Dora”, “La Interpretación de los Sueños”, “El Hombre de
los Lobos”…. Fue una experiencia
riquísima para mí, Su teoría del
origen del deseo, algunos apartes
como “El Sueño de Irma”…. ¡Era maravilloso¡; posteriormente recuerdo
ahora, las historias de los viajes de
Freud y Jung a Estados Unidos y las tramoyas que se armaban y los compromisos
que se hacían, y un poco ver cómo eso que yo sentía, como esa cosa que yo no
sabía nombrar, Jung la planteaba en sus escritos, y tomó decisiones con
relación a eso… se apartó de “el padre”, ¡fue muy bonito!
Ese recorrido fue
muy lindo. Y pasó otra cosa: a raíz de
todos esos desastres, entre comillas “naturales”, el PNUD (Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo), en convenio con la alcaldía de Medellín y
la universidad de Antioquia,
conformó un equipo
interdisciplinario para plantear una
propuesta educativa en prevención y atención de desastres. Hicimos una propuesta muy bonita llamada “NUESTRO
COMPROMISO CON LA TIERRA”, con una perspectiva
digámoslo, psicológica que lograba poner en relación la educación desde
el ser humano en relación con la naturaleza. Y cuando ese trabajo se terminó yo
ya estaba más afuera que adentro de la academia.
En todo este
proceso que he contado, es muy importante mi
encuentro con Marta Cecilia Vélez
Saldarriaga[2]. Nos
encontramos en la Universidad y
fue un encuentro muy bello, muy amoroso, de muchos aprendizajes. Ella era
filósofa, y le contaba,
que yo chiquita había pensado en estudiar filosofía, pero que no
lo había hecho porque yo no hubiera sido
capaz, yo hubiera perdido el primer semestre, porque no lograba pensar
claramente qué era lo que decían los filósofos.
Esos señores hablan y dicen cosas que yo como que no entiendo y yo
necesitaba traducción… y tuvimos largas conversaciones, algunas de cafetería, “en
la cafetería de Hugo” en la universidad, y yo le decía: “Marta, explícame a
Hegel como si yo fuera una señora que vende plátanos en la plaza de
mercado”. Y ella me lo explicaba. Ella me explicó así a Hegel.
Marta había hecho
una opción política por el feminismo,
estaba trabajando para esa época la
anti-psiquiatría, y tenía todas
las preguntas del mundo, todas las críticas, y yo todas las ganas de saber!.
Hicimos una amistad de veinte años, un encuentro maravilloso y muy bonito y yo aprendí mucho,
porque le pude dar forma y cuerpo a mis intuiciones, a mis sensaciones; fue muy amoroso y divertidísimo.
Interpelábamos
todo el tiempo la teoría falo céntrica, hablar “en el nombre del
padre”… y había un factor muy importante y vital y es que ese encuentro con
Marta lograba una cosa que es de lo que
hemos venido hablando en esta entrevista, que tiene que ver con la vida. Las conversaciones filosóficas no eran letra
muerta, era un asunto completamente
vital, algo que potenció todo: el
cuerpo, la posibilidad de hacer la tarea de ser profesora. Recuerdo que una vez
le hice una propuesta: “negociemos una cosa… usted escoge su horario de dar
clases y luego yo escojo el mío, de tal
manera que yo pueda ir a verla dar clase
para aprender a hacerlo… y así fue. Después en otro momento compartimos y dimos una clase
juntas, era una cátedra de ocho horas a
la semana y la preparábamos juntas, y la desarrollábamos juntas, y fue una experiencia de muchos
aprendizajes y yo boté los miedos, aprendí demasiado, ¡era otra cosa!
Dentro de las
cosas posibles imaginamos alguna vez una propuesta y la propusimos a la
Universidad: queríamos que nos entregaran un grupo de estudiantes en primer
semestre y nosotras lo llevábamos hasta
décimo, ellos verían unas
materias por fuera de la Universidad incluso, pero había unas líneas de trabajo
del proyecto vital y profesional hasta el décimo semestre; llegamos a pensar
que ese currículo se podía abrir y que los estudiantes podían
tener unas materias electivas en otra facultad de la Universidad o en
otras Universidades, nos soñamos una
cosa muy visionaria…. Pero eso fue una
idea, un sueño, un proyecto que nunca se llevó a cabo.
Una anécdota
importante de ese tiempo en la Universidad que
me gusta mucho: cuando los estudiantes llegaban a primer semestre me
reunía con algunos profesores y les dábamos la bienvenida, yo les llevaba el
primer día, - eso en la Universidad de Antioquia no se estilaba, porque era un
ámbito demasiado impersonal, era un mundo como de nadie, había mucha soledad -
en fin, les llevaba a los estudiantes un poema de Kavafis[3] que
se llama “Ítaca”, el primer día de clase. Y
cuando se graduaban, les regalaba
un separador de libros que tenía un texto de Borges, donde a él le preguntan: “¿cómo se enseña la
literatura?” y él contesta que él no enseña literatura sino “el amor por la
literatura”. Eso era un poco como las
señales de una cosa que yo era… ese
recuerdo me gusta mucho.
-
¿Y qué pasa cuando sales de la universidad?
Yo viví lo que
tenía que vivir allá, fue un tiempo muy bonito, de mucho dolor, pero el dolor
también tiene su rostro muy bello. Surgió el proyecto “NUESTRO COMPROMISO CON
LA TIERRA”, en el que Marta Vélez
nos asesoró y apoyó con la elaboración
de un video llamado “Todo es Uno”, con los cuatro principios de Hermes Trismegistro: “lo
único constante es el cambio”, “todo está en movimiento”, “como es arriba es abajo” y “todo es uno”.
Marta le dio horizonte al trabajo…
Posteriormente me fui a trabajar con la Gobernación de
Antioquia en la Secretaria de Salud y con el material de “Nuestro compromiso con
la Tierra” me fui a “brinconiar” de pueblo en pueblo, de hospital en hospital,
de grupo en grupo; me monté en esa locura y me fui a hacer esa tarea. Fue muy satisfactorio y liberador, un trabajo muy creativo, muy artístico. A
esta propuesta le incluimos un aspecto lúdico con música, teatro y otros
elementos que la enriquecieron y la constituyeron en algo muy vital.
Y me recorro otros
mundos: a Medellín y los pueblos, porque lo hacíamos desde las Secretarías de
educación y salud, con grupos de trabajo ambiental; y ahí pasaron muchas cosas, pero quiero resaltar una:
estaba con este tema de los desastres, de lo ambiental y conozco a Gustavo Wilches Chaux[4], un
hombre que trabaja el tema de la educación ambiental y que me enseñó mucho, y
me llevó por otros horizontes. En el año 1999,
participé en un concurso y gané la convocatoria para realizar
13 jornadas de salud mental en 13 municipios de Antioquia, propuesta que
hicimos con un grupo de 35 personas que
rotaban y en la que continuamos aplicando una metodología lúdica y
participativa.
Pero se recrudeció
el fenómeno de la guerra en este país y
se acrecentó el desplazamiento de una manera muy cruda, empezamos entonces a
atender los desplazamientos masivos en los municipios de Antioquia. En este
camino conozco a otra mujer que se llama Carmenza Posada, que es Filósofa
también y estudió Psicología en la Universidad de Antioquia, quien con una perspectiva muy política de su trabajo
como psicóloga me permite reconocer
otros enfoques; como caída del cielo o yo no sé de dónde, a mí me llega esta otra mujer con un saber, con una práctica,
política, que me ofrece mucho y que me
permite recrearme, aprender y echar mano de
ciertas herramientas para “la maletica”. Y ahí estuvimos trabajando desde distintos lugares el tema
del desplazamiento.
En este momento
estoy haciendo un trabajo en la Seccional de Salud, con salud mental y
desplazamiento, ese es el punto en el que voy. Y… bueno, es la perspectiva
política desde la institucionalidad, con
entidades del estado en una búsqueda
incesante de cómo atender una población que es “víctima”, que sufre
desplazamiento armado en el marco de un delito de lesa humanidad. Ese es un problema que revela asuntos
estructurales muy fuertes en este país y ahí estoy, aprendiendo a intervenir y
a visibilizar los problemas más estructurales.
¿Por qué está
cruzada? ¿la experiencia de todos estos años?... por algunos escritores como
James Hillman[5],
que yo lo leo y vuelvo a leer y me da unas herramientas fantásticas. Por ejemplo, esa teoría de “la imagen”… si yo
tomara prestado un término de una amiga (“ojitos azules”), ella dice “yo soy
tan auto -referenciada”… y yo digo “eso es también lo que yo soy: auto -
referenciada”, entonces logro como darle
cuerpo a una cosa que una niña mía siempre quería y es saber yo qué siento, y
qué sentido le doy a esto que siento, y hacia dónde voy. Entonces a mí casi todo me habla, como “imagen”, y eso me
divierte mucho, a veces me da mucha alegría, a veces me da mucho dolor, a veces
todos los estados; pero yo tengo cuerda para seguir en esa pista.
En una época de la
Universidad de Antioquia, participé de
una clase que dictaba una profesora, Filósofa, Clara Posada, y ella daba unas
clases de “Nueva Cultura”, exquisitas, y hablaba de cibernética, esa mujer nos
contaba que cuando ella salía por la mañana para la universidad, a las 5:30 a.m., abría la puerta de su casa y
miraba para arriba y se decía a sí misma: “Dios mío, qué quisiste decir
conmigo” y se iba para clase. Este recuerdo me estremece, porque en mí
permanece la pregunta, la necesidad de construir esa ruta, confiando en que soy única e irrepetible y eso
que soy, eso que nombro y que me anuncia el cielo por las
mañanas, lo logro armar con mucha
dificultad, con mucho trabajo y con mucha “briega”[6] como
dicen los campesinos. Bueno, me cuesta los hígados pero me gusta… y lo tengo
que hacer.
Todas esas
posibilidades, toda esa teoría de la imagen, digamos, que me da tantas pistas,
sin ningún rigor, me ha permitido tres cosas, para ponerle un número: Primero, me ha
permitido tener una vida emocional, afectiva, muy bonita. Una vida amorosa de mucha libertad, porque
creo que mis amores se extienden más allá de la familia; he podido dar rienda
suelta a todas las que habitan en mí y
hacerme cargo de cada una en la medida de lo posible, y que la una no asuste a
la otra, ni le ponga la pata, ni le diga “no salga”… en fin todo ese
juego. Y eso en la vida familiar tiene
un peso fuerte y grande que lo he podido compartir con los míos.
Lo otro es en el
trabajo clínico, psicológico, terapéutico.
Yo he hecho trabajo clínico desde que salí de la universidad, hace 32
años… siempre he hecho terapia, pero la más heterodoxa. Yo puedo hacer una cosa muy bonita y es
siempre revisar ese ejercicio terapéutico, yo no me caso ni con la primera
consulta, ni con la última, ni con el pago, ni con el no pago, ni con el diván,
ni con la silla, ni con el consultorio, ni con el encuadre. Ese ejercicio
terapéutico ha pasado por todos los estilos.
Ya lo que era el diván no es un diván sino un nido… en fin. Creo que puedo evaluar ese trabajo con algo y
es que hay una capacidad de conectarme con esa otra o con ese otro que está
ahí, increíble. Es un conecte que no
sólo es a nivel de lo terapéutico individual sino también cuando hay trabajos
educativos, de formación, a mí se me sale una arrebatada, un poco histriónica…
y eso me produce yo no sé qué sensación tan maravillosa. Algún tiempo, no muy largo, sólo trabajé en consulta, no fue un tiempo
fácil porque es muy tremendo que tú vivas de la clínica…
-
¿Y ya no haces psicoterapia?
Sí… yo conservo ese ejercicio y creo que siempre
lo voy a hacer, hasta que ya no se posesione de mí esa que puede conectarse con
el otro y acompañarlo en unas preguntas que se está haciendo y que se conjugan
también con las mías, seguramente.
Creyendo en todo el peso que puede tener ahí la subjetividad. Ese es un
proceso completamente subjetivo, pero es un encuentro amoroso y transferencial
muy bello, ese trabajo es de crecimiento permanente. Y cada vez soy más
atrevida, si eso es atrevimiento desde cierto lugar del mundo. El problema no
es el encuadre, ni el lugar, es otra cosa, es una cosa muy vital, es una cosa
donde yo me hago Las preguntas que quien está al frente se hace y nos vamos
juntos en eso. Lo maravilloso de ese trabajo es que son procesos que
perduran en el tiempo sin el afán de cuándo viene a la próxima consulta, y
cuándo es la próxima cita y si se paga la sesión a la que no se asiste… es una
cosa muy particular y muy única. Y puede haber gente que va con la expectativa
del análisis, pero yo no le pongo a eso ningún calificativo ni lo enmarco en
nada. Como también hice un tiempo
trabajo con personas que sufrían de pánico, de trastorno de ansiedad, estaban
muy medicadas…y es muy especial.
-
Y ahora con la Seccional de Salud, ¿qué estás trabajando,
qué haces allá?
Estoy en un equipo de asesoría y asistencia técnica
a los municipios. Tenemos a cargo unas
líneas temáticas, yo estoy acompañando el equipo que está trabajando la línea
temática de atención psicosocial para
población desplazada, estamos empezando a atender en esta perspectiva y trabajamos con otras líneas como trastornos
mentales, prevención de suicidio, prevención de violencia y abuso sexual, y otras violencias. Te había dicho que
nombraría tres cosas, llevo dos… primero
desde la perspectiva personal, afectiva, amorosa, familiar, ahí un trabajo muy
importante. Segundo en la clínica
también y tercero en este trabajo con una perspectiva más social y política, como
estar preguntándose por el tema de la guerra, el tema del mal, el tema del
miedo, el tema de esto tan oscuro que es la violencia.
-
Desde el principio me dijiste que esto no se trataba de
hablar desde tu posición como terapeuta, pero cuál es la perspectiva y la
percepción que tienes de lo terapéutico, ¿qué es para Leonor lo terapéutico?
Es un ámbito que
se construye, donde alguien tiene preguntas desde el lugar de sí, por lo que
hace, por lo que vive, por lo que quiere; y ese ámbito está nutrido por una
desazón, una angustia, un no saber… ¿cómo es que yo quiero? ¿Cuál es mi
proyecto vital o mi plan de vida? ¿Cómo pudiera ser yo un poco más feliz?. Ahí creo que siempre estoy dejándome
preguntar eso que quien pide la consulta o el espacio para hablarlo se
pregunta. Yo soy capaz de transitar y de
navegar cogiendo uno de los remos, quien llega coge un remo yo tomo el otro, y
nos vamos un poco a la deriva en ese mar, dejándonos conducir por ciertos
vientos o como en una vela, al vaivén de los vientos cruzados, qué se yo.
Teniendo muy claro
que los seres humanos somos capaces de lo mejor y también somos capaces de lo
peor, es acompañar en eso a quién te pide el espacio. Y esa compañía es
compañía para mí también. Esto por ejemplo me lleva a decirte que la relación,
el vinculo terapéutico, el encuentro de esas dos almas que toma cuerpo en esa
conversación, una vez, dos veces, cien veces, hoy, dentro de un año, potenciará
una cosa que se revela en el cuerpo en la conversación, en el diario vivir.
Yo recuerdo alguna
vez que atendí un historiador, educador con énfasis en el trabajo con la
Historia. Hacía trabajo terapéutico conmigo, y me llamó un año y medio después
de habernos visto la última vez y me dijo: “Leo, ¿me haces monitoreo y seguimiento, latonería
y pintura?”, y volvimos a conversar. Es
en esos términos como podría hablar del encuentro terapéutico.
Hay una cosa que
yo no sé nombrar pero creo que la relación con esas personas que van a hacer
trabajo terapéutico conmigo, es como un encuentro tan de almas, esa es la
palabra que yo no encuentro, no lo había pensado tanto como hasta este momento.
En muchos casos cuando hay un encuentro de almas queda otra cosa. Entonces nos podemos encontrar en otros
espacios y es un encuentro muy cercano, muy maravilloso, diría yo. Eso es muy satisfactorio. Siempre le he puesto mucho
cuidado, en la terapéutica, al vínculo. En el ejercicio clínico se corre un riesgo muy grande y es que el
terapeuta no viva (por decirlo de alguna manera), y sí, un poco que se
defienda, se ampare, se escude en el que viene a la terapia. Entonces estoy muy
atenta a eso, le pongo mucho cuidado,
porque eso sería imperdonable. La terapia puede ser un síntoma.
Yo recuerdo que
dentro de los parámetros con los que pensábamos la terapéutica, una pregunta
que nos hacíamos era: ¿si quien llega a la consulta, hablando del paciente, se hace
preguntas que el terapeuta no se ha hecho, qué pasa? No porque yo tenga que
haber vivido ciertas cosas para poder entrar en la relación, ¡no!, no
necesariamente, pero en términos de la pregunta, si el otro, o la otra, viene y
se hace unas preguntas que yo no me he hecho, como terapeuta, puedo escuchar
eso?, ahí hay un filón en el que se deben pensar asuntos complicados. Entonces yo estoy muy atenta siempre a eso,
porque se corre el riesgo de sumarse a
la capilla; éste se mete en mi capilla, y va por el camino derechito para Belén
o para donde sea que yo le proponga. Intento estar muy atenta siempre, para no incurrir en ese craso error y
cortarle las alas o el vuelo a quien consulta,
porque a veces se tiene alas pero
no se tiene vuelo, o se tiene vuelo pero no se tienen alas… en ese sentido ha
sido muy exigente el trabajo
terapéutico.
-
Leo, ¿sientes que es distinto ese acompañamiento cuando
es la clínica individual y cuando es frente a lo social, o va más o menos por
el mismo camino ese asunto de la terapéutica en los dos ámbitos?
No es igual. Es importante saber dónde estás parada, si
aquí alguien viene y te pregunta por él, por ella misma, de su construcción de sentido, yo para dónde quiero ir, si yo
vengo aquí como un individuo, como un sujeto, yo Leonor Marina qué quiero saber
de mí, eso puede tener muchas salidas y muchas puntas; pero eso es un ámbito
muy distinto a llegar a un trabajo grupal, porque ahí se mueven otras cosas.
Pero sí, digamos
que cuando yo me paro frente a una intervención, la que sea, estoy muy abierta
a qué es lo que tengo que hacer ahí, para que quien está enfrente de mí pueda
conducirse, digamos, desde él mismo.
¿Cómo dijera yo eso? Yo no me paro desde el “deber ser”; si yo estoy en una reunión, por ejemplo en un
comité en un municipio hablando del tema del desplazamiento y de un proyecto
que el Municipio está planteando para un grupo de campesinos que están viviendo
en una vereda y tienen determinadas dificultades, lo que yo sí tengo claro es
que cuando los hombres hablan, hablan como ellos desde sus necesidades, desde
su esquema, desde sus estereotipos; entonces si la reunión se torna alrededor
del tema de las gallinas, eso a los señores no les interesa porque las que
tienen gallinas son las mujeres; si van a construir una escuela, entonces ahí
están los adobes, el cemento, quién va hacer la escuela, y el problema es dónde
vamos a construir la escuela, entonces los hombres dicen, “pues construyámosla allí”
y las mujeres no hablan, entonces yo les digo a las mujeres: “bueno, ustedes
que piensan”, “pues es que esa escuela en ese punto, los niños tienen que
cruzar la calle que es la carretera principal; tienen que caminar un pedazo
solos; yo tengo bebés entonces yo no puedo llevar los niños y las niñas hasta
la escuela”. Entonces digamos que hay unas perspectivas desde el lugar de
mujeres, de ser mamás encargadas del cuidado y otras desde el ser hombres, ser papás, que marcan diferencias, entonces la lectura
siempre hay que hacerla desde un punto de vista o desde un enfoque psicosocial.
Si estoy en una
reunión con un equipo de trabajo con una clínica y están los porteros, las
auxiliares de enfermería, las secretarias, las encargadas de contabilidad, los
médicos anestesiólogos, y cuando cada quien habla ¿desde dónde habla?, ¿qué dice?. Entonces es muy posible que
hablen las enfermeras, los médicos, los administradores, y cuando le pregunto
al señor que hace la portería que él qué piensa me dice “no pues…es que ya
todos lo dijeron todo” Entonces la
posibilidad es decirle: “venga, un momento, sí, ellos ya lo dijeron todo
seguramente; pero si usted lo dice en sus palabras, desde su lugar de estar
parado en la puerta de la clínica, usted lo va a decir seguramente en parte
como ellos, pero también como usted mismo, usted tendrá otras cosas y que usted
lo nombre y lo diga hace una diferencia”.
Logrando rescatar eso que también él tiene que decir y que él se
reconozca y los otros y otras que están ahí
lo reconozcan nombrándolo a su manera,
a su forma. Es tener ese cuidado,
esa sutil diferencia.
-
Pero también buscando de alguna manera, siento yo,
mezclar eso individual en el colectivo.
¿Rescatar en lo social y en lo colectivo lo individual y viceversa?
Claro, esa
condición subjetiva que la otra o el
otro tienen y que no es fácil rescatarla.
Porque si somos parte de un
equipo de trabajo, en la institución médica la palabra la tiene tanto el médico que tienen una relación de poder
distinta con lo que pasa en la institución como la tiene otra persona que hace
parte del equipo y que atiende por ejemplo la portería del hospital, entonces
se trata de que podamos darle la palabra
a quienes hacen parte de ese cuerpo de la clínica, esto le da otro sentido a la
participación.
Participar por
ejemplo en un municipio en un comité donde se trabaja el tema del
desplazamiento y hay una integrante del comité que es la representante de la
población desplazada, que lleva un año
en el comité y nunca habla porque qué va
a decir al lado de los funcionarios, de los señores públicos, de los políticos,
de los doctores que tanto hablan; y es terminar el comité y decirle a ella que
nos tomemos un café y seguir la reunión,
y decirle: “venga, usted participa en esos comités, ¿usted no habla? Usted no
participa, ¿por qué no lo hace? Si usted es la representante del grupo que esta
desplazado”, pensémoslo. Pero no desde
el “deber ser” sino desde la posibilidad que ella tiene de hacerlo un día.
Seguramente que mi intervención tendrá efecto en ella, puede que no, yo no sé
eso, ya no está en mis manos, pero sí ofrecerle, abrirle, digamos, esa puerta y
decirle, usted también tiene una responsabilidad y podría construir esa
oportunidad de decirlo, con sus palabras a su manera, puede que no sea
escuchada, pero es muy importante que usted sepa que no es escuchada y lo pueda
nombrar.
Estar en una
reunión de sobrinos, primos, los hijos y ¡vámonos para tal parte! Y decirles un
día, bueno, vamos a hacer un ensayo, ¿qué quieren hacer? Entonces diez dicen
que quieren hacer una actividad y uno que casi nunca habla dice “no, hagamos
otra cosa”, y decirles: “démosle la posibilidad a la minoría, hagamos lo que él
dice y no lo que dice la mayoría”. Entonces es
interpelar esas otras formas de comunicarse, de relacionarse, de vincularse.
-
…que se mueven muy distinto en lo social…
Exacto. Eso tiene
unos límites, pero también tiene unas posibilidades.
-
¿Te parece fácil ser psicóloga? ¿O qué pensás de ese
“ser” frente a esa profesión que hemos decidido, o que alguien ha decidido por
nosotros? Uno nunca termina sabiendo quién decidió pero ahí estuvimos, ¿cuál es
tu postura frente al qué hacer?
Yo creo que la
posibilidad de ser terapeuta, de hacer terapia desde el lugar desde el cual yo
lo he ido construyendo, llegó un momento en la vida mía que eso se vuelve como
una filosofía de vida, es una manera de vivir, es un manera de estar en el
mundo; por eso lo de auto referenciada por ejemplo, por eso lo de las
imágenes. Yo no podría decir si es fácil
o difícil. Porque yo a veces digo, ¿yo
si seré psicóloga? En un lugar del mundo pues sí, claro que sí. Pero en otro no sé por qué ya ahí se borra
una cosa, ahí ya hay unos límites que yo no establezco, yo creo que hay algo
del estilo de vida y creo que afortunadamente como yo no hago un ejercicio de
interpretación, yo no ando interpretando, “y esto es aquello”; pongo un
ejemplo: hay un texto que nos gustó en algún tiempo, a mí no mucho; pero
algunas personas leen el texto de “La enfermedad como camino” [7] y a eso le van dando como
unos significados que van interpretando, y a mí esas vainas no me funcionan, a
mí no me funciona; yo necesito un
sistema de construcción de sentido mucho más amplio, mucho más abierto, para no
incurrir como en un esquema que cierra y congela los sentidos por construir, de
manera azarosa y aún mistérica.
Yo creo que eso se
vuelve difícil, pues seguramente que sí, debe tener muchas dificultades, pero
cuando a mí se me vuelve una cosa difícil digo: “no tengo los elementos
conceptuales para pensarlo, las herramientas metodológicas o técnicas para
abordarlo”, entonces se me vuelve muy difícil.
Entonces no es la psicología o el ejercicio de la psicología, es la
pregunta que yo no sé esto con qué se come, con qué trapitos o con qué pincitas
lo cojo, entonces me embarco en el vuelo,
vamos a ver de qué me tengo que pegar para transitar por ahí.
En este momento
hago un ejercicio, por aquello de la educación ambiental, yo hago una asesoría
en un rio de Apartadó[8]
en dos comunidades, cada mes voy a esas dos comunidades al río y por un acuerdo
institucional y programático hago de maestra de escuela rural en esas escuelas,
dos días o tres cada mes. Ahí estoy haciendo una cosa interesante porque llego a las ocho de la mañana y de ocho a
diez estoy con quinto y sexto, de diez a doce con tercero y cuarto y de doce a
una o dos con primero y segundo; y estoy
ahí y los contenidos que desarrollamos son parte del currículo, son actividades
alrededor de la educación ambiental, pero también en una perspectiva vital
acompañando las reuniones con la Junta de Acción Comunal y con el grupo de las
mujeres y ahí me recreo mucho, me interpelo y me pongo como parte de la
comunidad. Entonces a mí se me vuelve
muy divertido. En el 2004 - 2005 yo decidí hacer la maestría en el CINDE [9] en Educación y Desarrollo Humano,
intentando pensar lo educativo y esas fronteras entre lo educativo y lo
terapéutico, que en un lugar del mundo se me entrecruzan estos dos campos del
saber tan porosos. Entonces la psicología ya es más otra cosa… que me agrada,
me gusta hacerla, no me quita el sueño, no me desvela, me deja dormir tranquila; entonces no sé, yo finalmente creo que la
puedo hacer, como una cosa que dan los años, que da la experiencia, que da, sí,
como el tempo, una cosa muy libre de cierta manera y de mucha pasión.
-
¿Y volverías a ser docente?
Yo no sé, en este
momento tengo esta propuesta de trabajo: hay un psicólogo que está trabajando
en una especialización en la facultad de enfermería[10]
(hay muchas cosas qué hacer en la facultad de enfermería que me encantan), en esa facultad de enfermería están haciendo
una especialización en arte terapia[11]
y él me invitó a que hiciéramos un módulo juntos para proponer un ejercicio que
es la construcción de un personaje, los que vayamos a estar ahí vamos a
construir un personaje para hacer un carnaval, cada uno tiene que construir su
propio monstruo, ”lo más monstruoso en mí”, yo construyo digamos con cabeza
tronco y extremidades un ser monstruoso que yo soy, que me aparece, escribo
sobre él, lo pinto, lo construyo; lo construyo en cartón, de tamaño gigante o a
escala y cuando todos tengamos la
construcción de ese personaje vamos hacer un carnaval, vamos a ir con tambores
a bailar y vamos hacer una fiesta, con el ánimo de reconocernos en ese ser
monstruoso y saber que las dificultades que enfrentamos con el otro o la otra
no son nada personal sino el resultado de esos otros monstruos que nos habitan.
-
Además este cuento del teatro y la psicología logran
comunicarse de una manera muy valiosa. A
mí me genera mucha duda Leonor con eso de la academia, el tema de ceñirse en la
práctica de la psicología a una cosa que
se da en una habitación, y el uno frente
al otro, en una hora a la semana.
Vea yo le cuento
una cosa bastante complicada. Yo estoy trabajando en un grupo de 35 psicólogos
en dos meses de 150 porque van a venir de 125 municipios; un psicólogo por
municipio y puede que no tengan la sensibilidad, ni la literatura, ni el arte,
ni el teatro, ¿cierto? Pero yo necesito trabajar con psicólogos que sepan qué
es la violencia, qué es la guerra, cómo se interviene en la guerra, cómo se
interviene con comunidades, cómo se interviene con municipios, cómo desde la institucionalidad
vos trabajas la parte psico-social, ¿y la universidad qué ha hecho por eso?,
¡Ay no!…qué es esa irresponsabilidad, porque la academia sí la hace todo el
mundo. Vea, a mí me dice la ingeniera, “bueno Leonor nos vamos para el río y
vamos a celebrar el cumpleaños de la tierra”, yo nunca le digo que no, le digo
“listo y usted cómo lo piensa celebrar” y me dice “y usted cómo quiere”, y yo
le digo “qué dijo la profesora Carolina que es la directora de la institución,
y qué dijo el profesor tal y la
profesora tal, vamos a preguntarle a los niños y las niñas qué día cumple años
él y qué importancia tiene celebrar el cumpleaños”, entonces llegamos a la
escuela y se puede decir que el cuarenta
o treinta y cinco por ciento sabe la fecha del cumpleaños, el resto no,
entonces yo me monto por ahí, me pongo hablar de los cumpleaños: quién celebra
el cumpleaños, por qué, para qué, cómo se celebran; hasta que hablamos de la
celebración del cumpleaños de la tierra para que eso tenga un sentido, para que
eso los cruce a ellos, es una cosa sencilla, ¿cierto? Entonces yo intento
construir unas herramientas y una metodología que permita hacer esa tarea con
más sentido y modificar desde ahí el currículo. (…)
EPÍLOGO
Nuestra
conversación no se acabó aquí. El
disfrute de haber conocido a Leonor me deja con una sensación cálida y plena. Seguimos conversando sobre el arte y la
propuesta de arte terapia, sobre los problemas de los psicólogos de la
“academia”, sobre la idea de la revista y del Centro Jung… y nuestras
conversaciones se han extendido a lo largo de estos años.
Bienaventurada y
agradecida.
[2]
Marta Cecilia Vélez es
Filósofa de la Universidad Pontificia Bolivariana, Doctora en Psicoanálisis de
la Universidad Complutense de Madrid y docente de la Universidad de Antioquia
en cursos relacionados con la Psicología Junguiana.
[5] James Hillman. (1926). Psicólogo norteamericano. Analista Junguiano. Estudió en el C.G.
Jung-Institut de Zürich y se convirtió posteriormente en su director. Ha
desarrollado una línea de trabajo dentro de la escuela junguiana, denominada
“psicología arquetipal”.
[6] (De brega). 1. f. brega. 1. f.
Acción y efecto de bregar. Bregar: 1. tr.
Amasar de cierta manera. 2. intr. Dicho de una persona: Luchar, reñir, forcejear
con otra u otras. 3. intr. Ajetrearse, agitarse, trabajar afanosamente. 4. intr.
Luchar con los riesgos y trabajos o dificultades para superarlos.
[7] Dethlefsen, Thorwald. Dahlke, Rudiger. Título original: Krankheit als Weg. La enfermedad como camino. Editorial
DEBOLSILLO. 2009
[8] Apartadó: Municipio de Colombia, localizado
en la subregión de Urabá en el departamento de Antioquia.
[11]
Diploma “CUIDARTE”