Territorios: Cuerpo y Psique
Por Lisímaco Henao Henao. (Analista junguiano IAAP)
Decir “Cuerpo y Psique” en el título de cualquier producción es lo mismo que empezar declarándose moderno, con certeza occidental. La “y” de ese título puede que intente declarar que se concibe lo corporal y lo psíquico como un todo integrado, una sola cosa, sin embargo hay siempre un autoengaño tras esa declaración; en el fondo, siempre estamos pensándolo o escribiéndolo así: cuerpo o psique.
Quisiéramos que fuera de otra manera, quisiéramos tener un lenguaje para dar forma al cuerpopsique que no concebimos, la psiquecuerpo que no habitamos, pero lo cierto es que todas nuestras expresiones lingüísticas sobre el tema se refieren a que nos sentimos como habitantes de un cuerpo, como un algo que está “aquí dentro”. Somos hijos de una cultura que llegó a declarar que el cuerpo era la cárcel de la psique, o que el cuerpo (sus sentidos) debían ser fuente de desconfianza pues la certeza venía dada exclusivamente por el pensamiento (cogito ergo sum); una cultura en la que la sexualidad (llamativo efecto del cuerpo) es siempre un problema: por pecaminosa, por traumatizante o por excesiva como única liberación de nuestra materia física.
Y no tenemos una palabra para nombrar la psiquecuerpo simplemente porque no alcanza nuestra consciencia del yo a capturar una imagen así, en otras palabras, la noción de cuerpo y psique integrados no ha llegado a psiquizarse (ya que lo psíquico es el conjunto de todos los procesos, tanto conscientes como inconscientes, entre ellos, por supuesto, los del cuerpo). La imagen que tenemos es, en cambio, la de dos territorios claramente separados (por lo menos claramente en términos racionales). Existe una barrera entre ellos tan clara como la establecida entre Israel y Palestina o entre México y los Estados Unidos. Una frontera como cualquiera, es decir, susceptible de invasiones.
Las invasiones de un territorio sobre otro se expresan de maneras llamativas. La pique invade al cuerpo mediante interpretaciones varias: el cuerpo como máquina, el cerebro como computador, Los neurotransmisores y los genes como causantes de la psicopatología. Por otro lado el cuerpo invade la psique con eventos inesperados o enfermedades inoportunas (la caída justo el día antes de aquel viaje, el dolor de cabeza pertinaz precisamente en el momento de llevar a cabo el importante trabajo, el cáncer de piel en la supermodelo internacional, la mudez crónica antes de la conferencia).
Tantas veces hemos escuchado hablar de que no todo es psicológico y cuán válido resulta entonces decir que no todo es corporal, que llega uno a sospechar que todo debe ser psicocorporal. Algunas disciplinas médicas occidentales con especiales influencias de la medicina oriental, vienen explorando desde hace algún tiempo la relación psique-cuerpo. Son los primeros intentos por romper la frontera desde la orilla de una de las disciplinas más duras en cuanto a su concepción mecanicista del cuerpo. Pero así mismo podemos evidenciar un fallo fundamental: la idea de que la enfermedad física es causada por lo psíquico. Aquí nos encontramos nuevamente con la vieja división fronteriza, pues suele suceder que esta perspectiva aumenta la culpa del ego (que llega a considerarse a sí mismo el centro de todo lo psíquico), mediante la consabida fórmula: “Yo creo las enfermedades”, lo cual, como toda culpa, conlleva también una posible inflación egóica: “Yo soy capaz, incluso de producir enfermedades físicas”. A esto se suma la perjudicial sensación de que la psique cabalga sobre el cuerpo y le genera tales efectos, lo cual es tan dicotómico como pensar que el cuerpo es la fuente exclusiva de las enfermedades psíquicas.
Desde la orilla de la psicología C.G. Jung nos trae una propuesta basada en su rescate del trabajo de los antiguos alquimistas y de no menos antiguas visiones orientales. Para él el asunto se zanja planteando un continuum, una relación de sincronicidad, un todo integrado indisoluble donde la dicotomía es una mera apariencia. En mi opinión esto suena esperanzador hasta el extremo, pero difícil de captar, ¡por supuesto!, sólo por uno de esos extremos aparentes de la aparente dicotomía, en otras palabras, esto indisoluble que soy no podré comprenderlo por la vía mental solamente, ni tampoco exclusivamente por la vía corporal.
Varios pioneros han acometido en los últimos años la tarea de llevar a la práctica tan compleja propuesta. El Movimiento Auténtico (creado en los años cincuenta por la analista junguiana Mary Whitehouse) se presenta como una vía de exploración que podría conducirnos comprensivamente al encuentro de la mencionada unidad y la Dra. Margarita Méndez, de Venezuela, se ha comprometido en dicho empeño. Sobra decir que la esperamos con el deseo de comprender que siempre nos acompaña como exploradores de las profundidades.
Durante este trabajo seguramente se harán presentes variadas imágenes del alma, del anima “como el factor de la personalidad que, orientado hacia lo interno y hacia lo inferior, proporciona profundidad” (J. Hillman), pues lo considerado inferior en nuestra cultura ha sido el cuerpo y sus aspectos sagrados y lo considerado interno ha sido siempre lo psíquico. Así mismo el ánima como “camino que conduce a la totalidad psíquica mediante la coniunctio” (Jung) vendrá al abrazo de este esfuerzo, de esta inquietud y de esta pregunta por la totalidad.
¡Bienvenida Margarita, todos nosotros y todas nosotras a este re-encuentro!